Julio de 1942. El ejército del Tercer Reich avanza inexorablemente por Europa del Este, concretamente por Polonia. El Blitzkrieg ha azotado con todo su horror ese país, y es tal la velocidad a la que el ejército nazi está conquistando ese terreno que necesitan efectivos de cualquier lugar, condición y edad para poder aplicar la solución final allá por donde pasan.
Se está escribiendo una de las páginas más tristes de la historia y el Batallón de Exterminio 101 será el macabro protagonista de la misma.
Este batallón iba a estar formado por policías regulares de la ciudad alemana de Hamburgo que por su avanzada edad u otros condicionantes no eran aptos para ir al frente como soldados. Se trataba de hombres normales, casados y con hijos que trataban de vivir como lo haría cualquier persona en sus mismas circunstancias.
Por requerimiento de los comandantes nazis, su tranquila vida como policías en la ciudad alemana iba a dar un giro funesto.
La cara amable de los miembros del Batallón de Exterminio 101
Medio millar de ellos fueron reclutados como miembros del Batallón de Exterminio 101, e inmediatamente trasladados al pueblo polaco de Józefów, donde el comandante nazi al cargo, Wilhelm Trapp, les dió una única y sencilla instrucción: Eliminar a todos los judíos del pueblo.
Al tratarse de civiles, esta instrucción era de carácter voluntario. Cualquiera que no quisiera participar en la matanza podía dar un paso al frente para retirarse. Sin mediar palabra, uno de ellos avanzó un paso y tras un breve periodo de reflexión, otros 11 compañeros siguieron sus pasos. Ese grupo de 12 valientes hombres retornó a Alemania sin castigo alguno.
A los miembros que accedieron a participar en la matanza se les dotó de un uniforme limpio, de un arma reglamentaria y se les explicó brevemente cómo debían disparar a los judíos. Para ello, el médico del batallón dibujó con una tiza una silueta humana en el suelo y les explicó que para herir de muerte, debían apuntar sus pistolas a la base del cráneo. Tras ese macabro ritual iniciático y dado que ninguno de los verdugos hasta ese momento era un asesino, el comandante les motivó suplicándoles que cada vez que se dispusieran a disparar, pensaran en las mujeres y niños muertos por bombas aliadas lanzadas contra la población de Alemania.
El macabro plan se había puesto en marcha. El comandante cargó un camión con los judíos de Józefów y los llevó junto a los miembros del Batallón 101 al bosque cercano al pueblo.
Una vez en el lugar, cada uno de los ejecutores seleccionaba a uno de ellos y lo llevaba a los árboles del bosque, rumbo a la muerte.
En el tortuoso camino, los exterminadores miraban a la cara a cada una de las personas que iban a ejecutar mientras escuchaban un último rezo, súplica por su vida o petición de clemencia.
Tristemente, nada de eso iba a ocurrir, y tras tirar a la víctima al suelo, un certero disparo acababa con su vida. Después de 17 largas horas de ejecuciones, con breves descansos para fumar y beber, sus uniformes ya no lucían impolutos; se encontraban llenos de manchas de sangre y de restos de sus víctimas. Sus miradas estaban perdidas y su personalidad, desfigurada.
Llegó la primera noche y las pesadillas invadieron sus sueños. Al día siguiente, ya no se sucedían las conversaciones entre ellos y el apetito escaseaba. El mal se había apoderado de ellos para siempre.
Con el paso de los días y de los fusilamientos, toda muestra de bondad en los miembros del Batallón 101 resultaba únicamente un espejismo del pasado, un pasado que nunca iba a volver.
El mal habitaba en sus almas y se habían acostumbrado a su nueva condición de exterminadores. El apetito había vuelto, las conversaciones aderezadas con cerveza en la cantina del pueblo retomaban el tono festivo, e incluso animaban a sus familiares a presenciar las ejecuciones.
Tras el fin de la guerra, la mayoría de los miembros del Batallón 101 que fueron interrogados afirmaron no haber escuchado que era voluntario formar parte del macabro grupo. Sin embargo, hubo miembros que afirmaron que a pesar de saber del carácter voluntario del Batallón, estaban seguros de que podían dominar la situación y que aunque ellos no lo hicieran, el destino de los judíos ya estaba escrito, llegando a afirmar que sólo años después se dieron cuenta de que lo que habían hecho no estaba bien.
Con toda probabilidad, el Tercer Reich posee el triste honor de ser protagonista de la página más triste de la historia de la humanidad y la historia del Batallón de exterminio 101 es sólo uno de sus capítulos.
¿Qué opináis vosotros del mal que habita en las personas?
¿Una persona mala, nace, o se hace?
Espero vuestros comentarios.
Un saludo!
Siempre he pensado que el bien y el mal habitan dentro de cada persona. Que nuestra moral, nuestras decisiones y la forma en la que vemos al mundo que nos rodea puede inclinar la balanza a un lado u otro en nuestra vida. Una historia de horror del mundo real que debemos usar para reflexionar. Gracias por compartir.
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