Los viajes por carretera en sí me parecen una maravilla, pero cuando empiezan antes de que salga el sol son cosa de otro mundo, así se dio esta vez en un viaje que hice junto a mi familia en agosto del 2015. 

Bueno, para mí el simple hecho de salir con el propósito de disfrutar una nueva experiencia me emociona, me pone a pensar en todas las posibilidades que otorga el camino, en las cosas que veré por primera vez y en las que ya he visto tantas veces que son parte de mi historia. 

Viajar por carretera a muchos les puede parecer solo incómodo y agotador, que no lo niego, así tal cual puede ser, pero yo realmente disfruto de todo el proceso.

Antes que nada mi tarea es dedicar unas cuantas horas para crear la colección de canciones que nos acompañará durante el tiempo que pasemos fuera, luego el caos que implica escoger lo que llevaré en la maleta,  admito que hasta la fecha no he podido evitar incluir cosas que nunca uso.

Pero volviendo al viaje en sí, empezamos por cargar el maletero, luego cuando ya estamos todos montados pensando en que no se nos haya quedado nada: la cobija, el agua, los cargadores...  ¡Arrancamos!

Lo remarcable de esta ocasión es, como venía diciendo, la hora en la que partimos, ya que salimos de casa muy temprano, aún estaba oscuro y la autopista se encontraba prácticamente sola, así que no tardamos mucho en llegar a la Troncal 5, que es la carretera que nos lleva fuera del estado Táchira, #Venezuela. 🛣

Cuando empezaron a aparecer las primeras luces del día ya estábamos en la vía al llano, no habían montañas que obstruyeran los primeros rayos del sol y el espectáculo de colores no se hizo esperar más. 

Tomé tantas fotos como el movimiento del carro me lo permitió, la escena era una representación del sentimiento que el inicio del viaje me producía.

Así comenzó un nuevo conjunto de recuerdos, que poco a poco les iré contando por aquí.