Montañitas, pero como deseo vivirlas, sentirlas, explorarlas, subirlas, conocerlas y reconocerlas...

¿Ávila, pero como es que te amo tanto?

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Nunca había conocido la inspiración tan de cerquita, hasta que te sentí y te conocí... Como has podido llegar a mi ser, tanta luz, tantas energías, que se aferran a mi alma... O mejor dicho, como me has cambiado la vida en cada mirada y contemplación que te dedico. Mi Ávila, pero como es que te amo tanto.

Subí tus tierras, tus rocas, tu humedad, tus lloviznas, sentí la cima en tus nubes... por que te pertenecen. Llegue a tu cielo y ahí, justo ahí, me descubrí, en tí.
Y quizá ustedes no entiendan este loco amor por la montaña, por esa que te enseña tu mejor versión de ti, te muestra lo capaz que puedes llegar a ser, tu criterio más amplio, tu percepción más ilimitada, tu belleza interior.

Ávila, ¿Pero como es que te amo tanto?

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Mucho antes de haber conocido todo esta fuente de energía y vitalidad, quizá no salia de una noche de fiesta, tal vez de un centro comercial, un concierto o una noche de copas entre amigos. De rutina en rutina, como se le suele a llamar a las costumbres en las que solemos vivir, adaptándonos a los que nos ha impuesto la sociedad, no creerán en esto, no lo sé... Pero aprendí que la naturaleza es infinita y absoluta, tanto es así, que en ella hay diversidad, autenticidad y creatividad máxima, en su total expresión literaria.

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Hay demasiado que tomar de ella, nos imparte sabiduría, en sus propias experiencias.

Subí la montaña, queriéndola conocer, queriendo vivir esta experiencia.. Pero resulta, que fue allí cuando me conocí a mi misma, me conocí en ella, me lo ofreció todo, amplio mis horizontes, mis mañanas, mis próximos minutos a venir e incluso, amplio mi sentir.

Así que, sí, te amo, Ávila eres tan mágica que solo quienes te exploran y te viven, saben el camino al que tu misma nos llevas. Y solo tengo que decir:

!GRACIAS!