Entender las emociones no me sirvió para superar un carajo, no ser vulnerable, no apegarme, no me permitía vivir plenamente, no me permitía involucrarme sinceramente con otras personas. Era como volverse un ser de plástico, al que las gotas le resbalan al caer, yo sin saberlo buscaba ser más orgánico, absorber y transformar, una especie de fotosíntesis emocional. Entender las emociones es útil, pero en mi caso sirvió para saber detectarlas y cada vez me hacía más experto en detectarlas y esconderlas rápidamente, claro, no tardaba mucho en explotar, era un experto en aplicar un paliativo temporal no la cura. Las emociones no solo necesitan ser entendidas, el Cerebro no sabe de emociones, se le hace algo tedioso, las emociones se sienten, con cada fibra, con cada neurona y célula del ser.

Un día, tras sufrir las consecuencias de un enfoque errado, tras alejar a un más a las personas, sin lugar para esconder nada más, con la bóveda ya sobrepasada y llegados a ese punto completamente inexistente, con todo aquello que guardaba celosamente en su interior vagando por los pasillos de mi mente, decidí probar otra cosa, un enfoque completamente diferente.

Es vez de concentrar tantas energías en entender, decidí sentir con cada parte de mí ser y cada neurona la química cerebral, decidí dejar que fluyera todo por mi cuerpo. Sentí como la tristeza caminaba por mi lóbulo frontal, sentí como la culpa tenía una rumba en mi estómago, sentí como el rechazo y el abandono aumentaba mis latidos, sentí como el orgullo creaba un nudo en mi garganta.

No fue para nada agradable para serles sinceros, y tampoco fue que se llevó mis problemas a otra parte. Pero después de concentrarme en lo que me hacía daño, en las cosas que me hacían sentir mal sentí paz, algo que tenía tiempo sin sentir, no recuerdo un momento en el que lograra sentirme así en mucho tiempo, le sensación se presentó como algo completamente nuevo, pero sin duda era agradable.

Tampoco puedo mentir, he tenido recaídas, pero cuando ocurren me siento otra vez a concentrarme, casi como meditar, sobre el sentimiento, la sensación, explorar todo sobre él, sentir cada parte por separado y todo junto a la vez, al finalizar siempre viene la calma, la paz está dentro de mí. He probado exponerme otra vez a lo que me hace daño, y verme a mí mismo en paz. Obviamente todavía me quedan muchas cosas más que trabajar, pero sin darme cuenta tuve paz. Eso me permitió darme cuenta de muchas cosas, las cuales había ignorado o estaba muy ciego para darme cuenta.

Deje de sentirme culpable, y entiendo que no existe tal cosa, no puedo culpar a nadie por lo que estoy pasando, pero si soy responsable de hacer algo al respecto. Independientemente del hecho al que quieras o yo mismo quiera analizar, si tengo razón o no, si está justificado o no, me di cuenta y entendí que no era culpable, pero si responsable, responsable de dejar que me afecte, de mi actitud a la situación, y en el mismo orden de ideas, la otra persona también es responsable.

Deje de sentirme abandonado y rechazado, cuando entendí que no puedo hacer nada para cambiar la decisión de alguien, incluso si eso implica que yo sufra. Pero si puedo ser responsable de que otra persona tome o haga tal o cual cosa, y en ese mismo sentido la otra persona también es responsable. No sé si logro explicarlo bien, pero lo que quiero decir, no soy/eres culpable, ambos somos responsables.

Entendí, que ser vulnerable no es lo mismo que ser débil. Que ser débil implica esconderse y esconder la mierda bajo la alfombra para no olerla, incluso si eso solo funciona por un momento, sentí, entendí y acepte que había sido cobarde, que había sido débil, que solo huía de todo y me evadía pero nunca enfrente. Aprendí a abrazar mi vulnerabilidad como algo inherente a mi condición de humano, aprendí a entender que yo no soy de plástico, que no tengo una red neuronal que borre lo que no quiere con apretar un botón, aprendí que soy de carne y hueso, que soy orgánico, que tengo en mis manos un súper-poder, el de tomar algo horrible, triste y feo para convertirlo en aprendizaje y algo feliz. Aprendí que el camino que llevaba solo podía hundirme.

Aprendí que el apego no es algo malo, que forma parte de la vulnerabilidad y todo aquello que significa vivir y exponerse a experiencias. Aprendí a aceptar que una sonrisa no puede venir sin una lágrima, aprendí a que no puedo tomar la decisión de estar bien, que así no funcionan las cosas, que es un proceso, que un día despertare y podre recordar, sonriendo y agradeciendo lo aprendido.