El Torcal de Antequera constituye uno de los parajes naturales más bellos de cuantos he visitado. Su fisonomía tan peculiar, sobre todo si se ve entre la niebla, le hace parecer casi de otro planeta, de un mundo irreal; y en un día azul de primavera, es un oasis de verdor y vegetación colorida inigualable. Como un gigantesco balcón que se asoma a Villanueva de la Concepción, el Torcal se deja ver desde buena parte la provincia, tal es la magnitud de este gran macizo calcáreo, que forma parte de la cadena montañosa caliza que atraviesa Málaga.
El nombre de “torcal” deriva de “torca”, que es una depresión llana, más bien amplia, que aparece en los terrenos calcáreos, con el fondo relleno de un tipo de suelo llamado terra rossa (“tierra roja”, en italiano), tapizada de plantas herbáceas y rodeada de rocas.
La totalidad de las rocas del Torcal es de origen sedimentario, es decir, de rocas formadas por el depósito de materiales en el fondo de un antiguo mar, bien por arrastre de materiales circundantes mediante la acción de los ríos –como sucede con los materiales arcillosos que forman las citadas terras rossas– o bien por el depósito de sustancias disueltas en el agua que en determinadas circunstancias dejan de ser solubles y caen al fondo –como es el caso de las rocas calizas, que configuran el actual paisaje–.
Dichos depósitos fueron sucediendo durante millones de años hasta formar lechos consecutivos de materiales apilados, que contenían restos de animales marinos muertos que caían igualmente al fondo y que, en determinadas condiciones, dieron lugar a fósiles.
Hace unos 40-60 millones de años, las fuerzas del interior de la Tierra provocaron cambios radicales en la superficie terrestre, haciendo que se elevaran fondos marinos y que se hundieran terrenos emergidos. Y así emergió el Torcal de Antequera de las profundidades de un pasillo de mar que hasta entonces cubría gran parte del sur peninsular, desde la situación actual de Cádiz hasta Alicante, aproximadamente.
Además de su interés geológico, los biólogos y los amantes de la naturaleza pueden disfrutar del avistamiento de gran cantidad de aves, entre las que destacan por su majestuosidad el águila real, el buitre leonado y el búho real, así como de mamíferos de considerable tamaño, algunos de los cuales, como la cabra montés, se han acostumbrado tanto a la presencia humana que muchos visitantes procuran llevarse de recuerdo algún selfie en el aparezca alguno de estos mamíferos salvajes. Ciertamente, esto le resta misterio, pues recuerdo los tiempos en que se caminaba en absoluto silencio para conseguir ver alguna cabra a lo lejos, mientras que ahora pueden verse a pocos metros reposando tranquilamente sobre alguna roca; pero también es cierto que esta familiaridad que muestran brinda la oportunidad irrepetible de ver un animal de estas características a muchas personas, que de otro modo nunca podrían verlo tan cerca en su medio natural.
Y por supuesto, quien vaya al Torcal en primavera, que agudice su percepción y sienta los fragantes majuelos, las fastuosas peonías, las exóticas orquídeas, las frondosas hiedras, los heráldicos lirios, los aterciopelados musgos, los refrescantes helechos y todo el húmedo verdor que acompaña cualquier ruta.
(Todas las fotografías han sido tomadas por mí y son de mi propiedad.)
Que fotos tan espectaculares!...me recuerda las cataratas del paraiso de la película "UP", jajajaja!...Excelente Post!, te sigo y estaré pendiente de tus publicaciones para votarte!!!
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Muchas gracias, @richi0927.
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Hamburguesas pedregosas!! Preciosas fotos y mejor redacción!!
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¡Jajaja, qué buena la comparación! Muchas gracias por la valoración, @cervantes.
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