Las Adjuntas

in spanish •  7 years ago  (edited)

Las Adjuntas: Considero que si debemos buscar las costumbres de un pueblo no ha de ser en la extracción baja ni mucho menos en las elevadas cúpulas del uno por ciento de las riquezas. Ni en la destruida clase media, moribunda, que en la actualidad es sólo una delgada línea, una mísera franja de tierra entre dos mares profundos. Por el contrario, hay que buscar, bucear, en el océano picado; donde se juntan y entrechocan estas culturas. Una de sus crestas álgidas es el transporte público, entiéndase como metro, que se dice las Adjuntas. Las Adjuntas es el lugar donde se encuentran la línea del metro de Caracas y la línea del metro de Los Teques. Para estas funciones cuenta con dos espacios conectados por una pasarela en tres de sus puntos; cada espacio cuenta a su vez, con dos andenes de ida y vuelta. Es una estación de trasferencia. Para los entendidos o para los desafortunados para los cuales esta vía es una constante, entiende que las Adjuntas tiene dos caras. La primera se muestra a partir de las diez de la mañana, cuando su hermana con la que sin duda comparte rostro la deja estar: Aquí la estación parece un lugar de descanso, con los vagones del oeste que están a la intemperie, ajados de sol y de lluvia, parecidos a dos elefantes en mansedumbre. Tiene un aire dominguero y son escasos los transeúntes que caminan la pasarela. Es gigantesca y vacía, da la imagen de una madre protectora dispuesta a abrazar a todos sus hijos.

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Pero cuando la segunda figura se muestra, su verdadero ser ,creo yo, que comienza en la madrugada, no te permites creer lo anterior. Cuando se abren las compuertas del andén una furia desmedida se abre paso. La oleada de personas empuja, golpea y mata para correr la pasarela y poder sentarse en el tren que muchas veces (no) espera del otro lado. Regados por las sombras de la madrugada, son criaturas rencorosas, informes y vagas. De vez en cuando, sostenidos en los pilares que llegan al techo, encuentras sombras detenidas. Sin duda, los nuevos, los primerizos, los que no conocen el mecanismo de arrebato, de sedición. Ancestros de la Revolución Francesa, de los negros de Haití gritando independencia… Es la fuerza del pueblo. Una fuerza bruta, autodestructiva y carente de dirección. Para los que esas explosiones de violencia son costumbre, me cuento entre ellos, hemos perdido la esperanza. La simpatía. Nos reviste una capa de indiferencia como una costra de mugre. Ya no nos sorprende que estando sentados nos informe que ese “tren no continuará prestando servicio” y volver a correr para llegar al siguiente. Ya no nos sorprenden los que no aguantan el paso y caen. Ni siquiera los empujones ni insultos nos arrancan indignación. Quizás aquí está la fruta madura, esa falta de exaltación que le ha permitido a los dirigentes desbancar el país sin resistencia. Los conmocionados, que son sólo los recién llegados, tocan el timbre de alarma en señal de protesta preguntado ¿pueden hacer eso? ¿Eh, pueden hacerlo?, nosotros respondemos “sí, pueden hacerlo y lo seguirán haciendo”.

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Las Adjuntas por fin dejar ver quién es. Una babel descontrolada. En los tres puntos de la pasarela se entrecruzan los que se dirigen hacia uno u otro lado. Los trenes se detienen por cuarenta y cinco minutos, una hora, la eternidad. Las puertas están obstruidas y una canción, que ha pasado los filtros de la revolución, suena, suena y se repite. Es un caos aterrador. En esos presidios, en esos nuevos Auschwitz modernos se entrelazan también las dos historias; las que vende el señor Enrique con sus periódicos bajo el brazo a mil bolívares y la particular, la que nunca será suscrita a los parámetros. Allí te enteras de la verdad de los bonos displicentes del gobierno: “No, sabes qué creo yo, que están asustados. Claro pana, ellos ya saben que van a caer. Y comienzan a comprar a la gente. Pero no, qué va, mira ve, yo tengo treinta años y ya no creo en ningún político”. “Mi hermana en Chile chica, dice que las cosas son difíciles pero se puede vivir”. “El dólar ya superó el salario mínimo y el ministro de economía sigue diciendo que el bolívar es más fuerte, no te digo yo”. ¿Hemos perdido la guerra? ¿Algún día supimos de verdad que estábamos en una guerra?. “Afuera no hay camioneta, es que fíjate que los cauchos están súper caros” “¿Qué no está caro señor”. ¿Tú lo sabias? ¿Cuándo viste a ese gentío sin armar enfrentarse al otro gentío con armas, tu sabías que íbamos a perder? ¿Por qué no lo dijiste? quizás no oímos. Estábamos ocupados dirigiendo nuestro odio contra nosotros mismos, dejándonos apagar en un vagón cerrado. Entonces oyes a los lejos que se vuelven a abrir las compuertas, alguien toca la alarma, hay una discusión política y todo vuelve a comenzar. La babel nos ha superado. Jaque mate. ¿Lo sabias?

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Hola @poesiempirica, excelente descripción, para los que usamos ése medio de transporte, entendemos claramente lo que describes, es un mundo el metro, en donde convergen situaciones, emociones generadas por sus usuarios, unas buenas, y unas no tan buenas. Saludos,

Saludos amigas. Asi es, el metro tiene su propio sistema y su propia moral. Gracias por estar presente. Un abrazo amiga

Gracias por compartir con la comunidad tus escritos, gracias por los contenidos de calidad @poesiaempirica éxitos!

Gracias a ustedes por fomar una comunidad que los apoye. Se valora muchísimo. Que sigan los éxitos, complacido de ser parte de su crecimiento.

Real!!!

Gracias amigo.

Y la historia se repite en capuchinos...

El metro es un horror. Pobre de nosotros que debmos usarlo a diario. Gracias por leer amiga

Hermoso, directo, duro y muy muy real.

Gracias. Si, trate de plasmar nuestra cotidianidad

Sin duda, me sentí identificado... Es el día a día, cada persona es un mundo dentro de esas estaciones pero juntas hacen esa jungla irreparable y por más que no haya gente en los andenes, siempre se escucha ruido y sosóbra.
Gracias por el post!

Gracias a ti por el comentario. Me alegra que hayas podido sentirte identificado ;)

Me parece curioso porque ya había olvidado un poco lo que se sentía usar el metro (tenía 3 años sin usarlo), justo hace unos días lo recordé porque me tocó usarlo y no me he adaptado, esperar el siguiente tren en Las Adjuntas, es en definitiva una tortura, muchos vagones no tienen aire acondicionado y ya por la estación la paz sientes que caerás desmayado por falta de aire. O por lo menos fue lo que me pasó a mí, supongo porque debo adaptarme de nuevo.

Pero en definitiva es una mezcla de culturas, donde todos convergen en correr de un lugar a otro viendo el reloj y pensando si llegará o no a tiempo.

Si es verdad, se ha convertido es una prueba a ver quien resiste más sin caer. Una cultura que deja ver como somos en realidad. Gracias por leer y el comentario. Ojalá te adaptes rápido de nuevo. Éxitos

Excelente escrito...Una triste realidad que se vive en el país plasmada de manera hermosa con palabras...

Es duro. Es duro ver reflejada la realidad que se vive en lo más común de cualquier sociedad: su transporte público. En Venezuela es un caos. Y más allá del caos del transporte propiamente, está ese caos de mentalidad. Es más difícil de combatir.

Me gusta mucho cómo profundizas el asunto y en tu redacción le das un aire sombrío... una narrativa difícil de lograr también. Felicidades por eso ;)
Conseguí tu post por uno de los concursos de curadores. Sigue así ;)

Te invito a pasar por un texto (no tan) similar que escribí yo sobre el transporte público en Maracaibo. Pero sobre todo, acerca de ese tema que mencioné: la mentalidad.
https://steemit.com/spanish/@srivero/una-experiencia-lamentable
Saludos ;)

Amigo. Se me erizó la piel con tu escrito.

Muchas gracias amiga. Me alegro que te haya gustado ;). Un abrazo