Laura.

Hoy vi a Laura. Llevaba un vestido corto, a media rodilla, estampado con margaritas. Cuando me toco el hombro e inquirió mi nombre en voz baja, no le reconocí. Se ha cortado el cabello. No he podido recordad si desde que salimos del instituto lo tenia mas corto o mas largo. Me sonrió al comprobar quien era yo y recordé que sus flores favoritas eran las margaritas. Conversamos mucho tiempo con el trasfondo del zumbido del vagón. Trabaja en un ministerio de finanzas. Llena formularios desde las siete al mediodía. Y súbitamente recordé lo buena que era en dibujo técnico, los trazos elegantes que remarcaba con el lápiz. Y como se concentraba, con la lengua mordida, con una enajenación cómica y furiosa de los cinco años. Quise decírselo pero temí herirla. Quizás era destapar sin querer el frasco de sueños incumplidos. El metro freno. Su parada. Antes de bajar, se sostuvo de la puerta y me miro. Esta imagen me trajo un recuerdo que no pude precisar muy bien. Volvió a sonreír. ¿Que nos paso Luis?. ¿De verdad han pasado tres años?. Intento decir algo y se llevó las manos, de uñas rosadas, al pecho. Se alejó entre la multitud. Pero se que quiso decir, lo vi en aquellos ojos castaños. ¿Recuerdas aquellos poemas que solías escribir? ¿Que nos paso? ¿No es un sueño esto?. Me senté y quede pensando en lo que habíamos hablado. Recordar los viejos nombres fue algo doloroso. Parecía el recuento de los caídos tras un combate. No quisimos tocarlo directamente, como si fuera uno de esos misterios que nos repelen y atraen al mismo tiempo.
¿Has visto a Carlos? Aquel muchacho que gustaba de mi. ¿Y Erika? Ah ya, claro, Alfonso. Ahora vive en Panamá. Si, esta estudiando pero tengo tiempo sin hablar con el. No me acordaba de ella, hasta se me olvido su numero. ¿Que nos paso?. Hice un esfuerzo mental por pensar en la última vez que nos habíamos visto. Creo que fue en aquel paseo que hicimos a los bomberos. Uno de los últimos y educativos recorridos del instituto. Nos reunieron a todos bajo el asta de la bandera y cantamos el himno nacional. Nos dividieron en grupos para realizar ejercicios de entrenamiento. Laura estaba en mi grupo. Y yo me sentía muy orgulloso cuando subía las escaleras del camión rojo con habilidad y las otras chicas se tardaban en hacerlo. Volví a sentir, en un torrente convulso la atracción mezclada con timidez que tenia al verla. No se si ella supo siempre que me gustaba, pero a veces me dedicaba una mirada alegre, feliz, y me besaba. Un beso rápido y gentil. Era un amor sin apasionamiento, todavía lleno de la amistad de la niñez. Me hubiera gustado imaginarte tras una amplia mesa de dibujo, con muchos colores ¿sabes Laura? no estampando sellos, repleta de papeleo. Me hubiera gustado escribir otros cien poemas en clases de dibujo, mientras te veía, y que los guardaras en tu carpeta con la fecha subrayada con tu marcador rojo. ¿Dime, dime, esto es un sueño?. Fuimos unos Judas. Nos traicionamos a nosotros. Claro, lo recorde, tu cabello era mas largo. Llegabas con el en una coleta que lo sujetaba por las normas. Pero ya a la segunda hora había desaparecido. Lo se, porque me sentaba detrás de ti. Y recordé nuestra última buena conversación, nos prometimos nunca olvidarnos. Pero ya ves tu, como pasa el tiempo.

“Alguna vez, quizás. Solo quizás. Volveremos a los sitios de antes. Un auténtico lugar de descanso. Y las mañanas volverán a ser largas y frías, desalmadas e inciertas, pero tu voz vendrá. Llegara. Y no tendré que hablarte de la guerra, del tedio, ni de los muñecos tristes en que nos convirtieron. Podre creer de nuevo. Porque quiero creer de nuevo. En la infinita idea, en que perdido del tiempo, hay un lugar sin nombre al cual iré a parar, por la bendición del destino y nos encontraremos para hablarte de lo que sucedió, para desinflarme de la maldad, del odio. Y para volver a creer en lo que alguna vez fue y nos hizo.”