Panorama:
Por fin Stranger Things hace explícito el verdadero gran monstruo de su historia. La primera secuencia de esta tercera temporada nos saluda con nada menos que el temido monstruo comunista. Por supuesto, una serie que sigue todos los clichés y lugares comunes, como la de los hermanos Duffer, no puede quedarse atrás en este sentido. Nos muestra un par de generales rusos fríos, violentos y despiadados que intentan tener contacto con la otra dimensión en un desesperado, tonto y poco ético intento de ganar la guerra fría. Ninguna sorpresa.
Desde las anteriores temporadas, estaba claro que la nostalgia a la década de los ochenta tendría que ir acompañada irremadiablemente por el terror a la Rusia comunista, uno de los posibles temores que eran representados en las monstruosidades de la serie. Está claro que son el enemigo de la libertad. Probablemente es mejor decir que son los enemigos del libre mercado y del consumismo patente en toda la temporada y que llega a grados penosos. Literalmente la conversación entre dos protagonistas llegó a parecer un comercial de refresco de cola. La generación actual de directores y productores tuvo su infancia o su juventud en los ochenta, y dejan ver lo que J.J. Abrams ya dejaba ver desde Super 8: Que son una bola de nostálgicos de su infancia, que aún necesitan el gran relato de la guerra fría y la idealización de aquella época.
En ese sentido, al igual que la política a nivel mundial (con especiales tintes en USA), el cine y el entretenimiento sufren un regreso al pasado. Es decir, esta serie desde el momento en que, al igual que muchas otras, apelan a la nostalgia, tiene toda la vena de ser conservadora.
Ya lo decía desde la primera temporada. Todo el discurso de ST trata de cómo los personajes intentan conservar el status quo. Es, en pocas palabras, una serie de propaganda Neo-con.
Descripción:
Desde el primer episodio nos muestran las diversas situaciones amorosas de la mayoría de los personajes. Pero el caso de Once y Mike es especial, pues nos muestra también los celos del padre por su hija a quien tiene que proteger todo el tiempo, incluso con medidas coercitivas contra Mike. Esto es un desarrollo muy natural en la relación de Once con su padre a partir de lo visto en la anterior temporada, en donde la sobre protección de la mujer por parte de la figura paterna ya daba lugar a tensiones concretas.
Los niños ahora son adolescentes y los adolescentes ahora son jóvenes adultos. Los primeros se encuentran con aquello que la misma serie de Netflix invita a ignorar: las cosas ya no pueden ser como antes. Los segundos se enfrentan con la falta de oportunidades entre el estudio y el empleo en un pequeño pueblo. Nancy, por su parte, se enfrenta a los estereotipos machistas que aún no terminaban de ser abolidos en algunos sectores laborales por aquellas épocas. También encontramos integraciones como el personaje de Robin, quien termina siendo, por cierto, uno de los pocos aciertos de la nueva temporada, así como otros personajes hechos al molde de los convencionalismos de villanos rusos ochenteros.
En general, todo el pequeño pueblo sufre las consecuencias de un monstruo interno que ha infectado las democracias occidentales en la década de los 80´s, pero que prefieren ignorar a razón del virtual peligro comunista. Un nuevo centro comercial presenta la agresiva competencia en el comercio interno, haciendo quebrar y cerrar los pequeños negocios de las familias locales. El crecimiento capitalista des-centra. El centro del pueblo tradicional se desmorona. Pero el monstruo en casa es el último en ser visto. Las monstruosidades de la otra dimensión, en cambio, regresan. O en otras palabras, estas últimas son producto de la incapacidad de hablar directamente de las crisis reales.
El dilema amoroso de Mike y Once con respecto a los celos de su padre, nos lleva a una situación que nos regala una de las escenas más ilustrativas de la temporada. Once, despechada, asiste con su nueva amiga por primera vez a un centro comercial y se maravilla con todas las posibilidades de consumo que son ofrecidas al individuo. Su amiga lo deja aún más claro cuando le explica que lo único que tiene que hacer es probarse ropa hasta que encuentre algo que vaya consigo misma. El descubrimiento individual adolescente toma forma en tanto que sujetos de consumo.
Pero ¿qué forma toma ahora la monstruosidad o, como ahora le llaman, el Desuellamentes? Una mezcla entre uno de los tópicos clásicos de lo siniestro que es el del doble y alguna especie de zoombies o, quizás, ocupantes. Estos cuerpos ocupados sacan sus pulsiones agresivas más elementales, pero de esta referencia a la agresiva naturaleza humana hablaré más adelante.
Desde la temporada anterior, nos habían mostrado como el Desuellamentes era el centro mental de una colmena. La monstruosidad ahora toma a los individuos de una manera más sutil que como lo hizo con Will en la temporada anterior. Ahora una sola conciencia controla a varios individuos para poder llevar a cabo sus planes. ¿Será que estamos hablando, en los tres últimos párrafos, de la contraposición entre el individualismo capitalista y el comunismo de los “rusos malos”?
Cuando hablé de la segunda entrega de esta serie, me refería a esa otra dimensión como aquél otro lado que mostraba el fondo del mundo, la realidad oscura detrás de la fachada. En esta tercera entrega al fin es bautizada por los protagonistas como: The Upside Down. Pero también hablé de cómo esa realidad oscura nos habitaba. Will, en la anterior temporada y desde este punto de vista, no era poseído por el Desuellamentes, sino que lo dejaba salir.
Esta hipótesis es ahora reafirmada en la escena más interesante de ST 3. Once logra establecer contacto con un poseído Billy. La consciencia de este último se encuentra atrapada, mientras que su cuerpo es dominado por la mente enjambre. ¿Cómo logra Once encontrar, desde la psique de Billy, el punto central en donde el Desuellamentes se está reorganizando y manipulando el enjambre? Primero ella encuentra un recuerdo de la infancia de Billy con su madre en una playa asoleada, parece un recuerdo feliz. Pronto el mar, en su bastedad sobrecogedora, deja ver una ominosa tormenta. Los recuerdos de Billy que tienen lugar en la playa que recorre Once, se tornan más y más oscuros hasta el punto de convertirse en claros traumas. Cuanto más devastador es el trauma, más se adentra a la tormenta con la que, desde la segunda temporada, es representado el siniestro Upside Down. El centro de esa oscuridad, el Desuellamentes, se encuentra en el centro de lo reprimido por Billy. A eso se debe su agresividad: a los asuntos no arreglados con su infancia.
Conclusión:
Salvo la buena integración de personajes como Robin, algunas escenas y el lógico desarrollo de la mitología de Stranger Things, no hay mucho más que rescatar. A lo mejor decir que, a diferencia de la tendencia actual, lo políticamente correcto no está puesto con calzador. La integración de grupos minoritarios es orgánica y el tema del empoderamiento femenino está bien fundamentado en el argumento principal y el contexto histórico.
Por desgracia, lo demás es una trama dividida y el enemigo de una de esas tramas es una risible e improbable conspiración rusa bajo el suelo de un pueblo norteamericano. Tiene que ser debajo del centro comercial, porque si eso está destruyendo la economía local, tiene que ser por culpa de los comunistas, claro. ¿Cómo llegaron todo ese equipamiento, militares y científicos sin que nadie se percatara? Una tomadura de pelo al igual que los diversos deus ex machina predecibles en los puntos de mayor tensión. La serie se enfrenta sin duda alguna a un declive. Esperemos que el éxito de la serie no deje ciegos a los que llevan las decisiones en Netflix y no la alarguen más de lo necesario. Deberían dejar a la “idílica” década de los 80’s en paz de una vez por todas.
Santiago Juárez
Lee mis otros dos artículos:
Stranger Things1: https://steemit.com/philosophy/@postabismos/stranger-things-el-monstruo-de-lo-
Stranger Things 2: https://steemit.com/philosophy/@postabismos/4swjbm-stranger-things-2-analisis-el-fondo-del-mundo
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