Si hay algo que indudablemente aporta un valor incalculable al desarrollo de la humanidad, se puede decir que es la diversidad cultural.
Desde tiempos inmemorables los seres humanos han venido acumulando un conjunto de costumbres y tradiciones que reflejan los principales rasgos intrínsecos de la cultura de cada región en diferentes partes del mundo. Estos rasgos varían de un lugar a otro ya que son determinados por muchos factores que no siempre están presentes en todas las sociedades por igual, como, por ejemplo, el clima, el medioambiente, las creencias, sus rituales y los valores, entre otros. De hecho, justamente esas diferencias que presentan las sociedades son las que han originado muchos conflictos a lo largo de la historia debido a que, en ocasiones, no han sido bien recibidas o aceptadas por otras o por grupos dominantes dentro de estas; y ese es precisamente uno de los objetivos que busca alcanzar la diversidad cultural: la aceptación, el reconocimiento y la preservación de las diferentes manifestaciones culturales para transmitirlas a generaciones posteriores que puedan reconocer en sí mismas sus raíces, su identidad, la evolución que han tenido, pero sin perder su esencia característica.
Todos los conocimientos, las tradiciones, costumbres, ideas, que le son propias a un grupo o clase social, son los que definen su cultura y esta surge por la identidad de su gente, las características particulares de los individuos que conforman la sociedad y las actividades que desarrollan en su entorno, y en relación con las otras personas que conforman su grupo. Así se puede ver entonces cómo la cultura es algo muy propio de cada época y región, y así mismo llega a ser tan diversa que aporta diferentes conocimientos a otros lugares y sociedades que, por sus particularidades, no son semejantes, pero de igual modo enriquecen la multiculturalidad en el mundo, sobre todo en nuestros días y a medida que avanzan los desarrollos tecnológicos, ya que nos permiten el acceso, que antes no era posible, a lugares incluso inimaginables alrededor de la tierra.
El desarrollo tecnológico que hoy nos permite el acceso al conocimiento de otros estilos de vida fue el que, en su momento, y aplicado a otros fines, hizo que en épocas muy remotas los grandes conquistadores que se desplazaban por el mundo con la ambición de explorar y ocupar nuevos espacios, fueran sometiendo a culturas que consideraban inferiores por no ser tan avanzadas en la elaboración y creación de mejores armas que permitieran el sometimiento de los pueblos o su defensa. Es así como con el paso del tiempo comenzaron a surgir pactos, principios y normas en las civilizaciones, que permitieran el reconocimiento, respeto, existencia y aceptación de otras culturas por la necesidad de defenderlas de otras que se creían superiores. Creo que es algo que aún sigue sucediendo pero quizás con menos riesgo de conflictos atroces.
Por su parte, y para evitar la continuidad de problemas y guerras, se crearon organismos encargados de controlar los deseos de dominación de algunas sociedades. De igual manera surgieron otras instituciones u organismos como la UNESCO, con el fin de promover la paz, educación, ciencia y cultura, resguardando la memoria histórica de los pueblos e incentivando el conocimiento y desarrollo de las naciones del mundo, transmitiendo sus valores y creando así una multiculturalidad amplia que permitiera el respeto, la tolerancia, la interculturalidad en muchos casos y el reconocimiento de cada sociedad como una parte importante de la humanidad donde todos somos uno y uno somos todos.
Hoy en día la globalización ha abierto más espacios para el intercambio cultural a través de sus medios y avances tecnológicos, lo que ha llevado a plantearse en ocasiones si con ello existe la posibilidad de una uniformidad cultural donde sean eliminados ciertos rasgos característicos de algunas regiones. En ese sentido es importante tener clara y bien establecida la prioridad que debe darse a la coexistencia de las diversas culturas que se expresan a través de los medios de comunicación y de nosotros mismos para crear marcos de convivencia que, así como la UNESCO declara y preserva lugares y espacios importantes para el conocimiento de nuestras próximas generaciones, de igual manera seamos actores principales en la conservación de esos valores intangibles que pertenecen a nuestras raíces, que nos explican de dónde venimos y que algunas veces suelen ser más vulnerables al olvido.
La transmisión de la herencia cultural que hemos recibido de nuestros ancestros ha adquirido una mayor relevancia en los últimos tiempos, ya que no solo remite al cuidado de monumentos, obras u objetos milenarios que han resistido a los embates del tiempo, pasando de generación en generación, sino que también incluye a esas formas vivas de expresión que nos legaron y que en algunos países han sido solapadas por otras culturas que vienen a sobreponer sus formas, siendo a veces las comunidades indígenas las más débiles a los foráneos.
Cada pueblo, región, país, grupo o sociedad debería aprender a respetar y convivir en un mundo cada vez más multicultural, pero sin permitir que le sea arrebatado su pasado, su origen, sus raíces, la memoria ancestral que hizo de sí una representación importante de la civilización en la historia de la humanidad. Y para conseguirlo es necesario que tenga la voluntad y la fuerza de luchar con la mejor arma: la cultura.
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