Camino por un bosque, un bosque tan oscuro que ni podría distinguir más allá de dos metros de distancia y tan tenebroso como el aullido de lobos hambrientos al sentir que su cena se aproxima, arropado por sonidos muy extraños que si bien sabía que era un bosque, tenía la libertad de identificarlos como sonidos de renacuajo, grillos, serpientes o algún animal que viviera en él, pero estos eran más extraño lo que ocasionaba que mi cuerpo se aterrara, y si esto no bastaba, la temperatura bajaba los menos quince grados.
Me encontraba en un lugar inexplorado, incluso los grandes exploradores de la historia tendrían la necesidad de irse inmediatamente de ese lugar. Había mucha maleza esparcida alrededor del camino y el suelo era muy inestable como si se filtrara agua de algún otro lugar por él.
El camino que se hacía más pequeño cada vez que continuaba, si bien me daba terror no podía dejar de caminar, tampoco tenía la opción de darme la vuelta y regresar porque no había otro lugar a donde ir, de haber una salida sería hacia adelante, así que continúe con las dificultades que tenía para caminar hasta llegar a un lago; el ambiente describía un olor tan putrefacto, como si por mil años se hayan lanzado cuerpos muertos todos los días, incluso ni época de la peste negra podría compararse con ese olor. Del agua salía humo lo cual me pareció muy extraño porque el ambiente era muy frio, así que me acerque para corroborar la temperatura de éste, pero cada vez que me acercaba olía peor. Con una bufanda color negra de esas que son tejidas a mano por las abuelas, colocada en mi boca y nariz para dispersar un poco el olor. Continué, pero igual no servía de mucho.
Al llegar a la orilla me incliné un poco para tocar el agua, el olor era tan fuerte que mis ojos lloraban, como consecuencia tenía dificultad para ver, al tocarla me llevé un sorpresa, el agua estaba muy helada, me hacía pensar que aquel humo era más que niebla, miré al otro lado del lago con mi visibilidad muy reducida y pude notar una figura en posición horizontal, no podía distinguir bien así que me levante muy despacio y llevé mis manos a los ojos para estrujarlos. Cuando al fin pude notar bien lo que era, algo en mi pecho creció y de un paso en falso, caí hacia atrás empapando con un poco de lodo del suelo mis jean y mis manos con el lodo.
¡Una niña! –dije en mi interior. Ella vestía una bata blanca de esas que se usan antes de dormir, muy larga que cubría todo su cuerpo, aunque no creo que bastaba para evitar la gran ausencia de calor que había en aquel lugar. Cuando me puse de pies pude notar que tenía una gran mancha de color roja en la parte izquierda de su pecho, como si la hubieran apuñalado, en su cabeza, una corona hecha con pasto seco y con pequeñas Tulipa turkestanica que las adornaban, cubría unos cabellos color castaño claro. No puede identificar bien su rostro, pero su piel era tan blanca como la nieve, podría inferir que tendría un metro treinta de estatura y tal vez unos nueves años de edad. Al cabo de unos segundo notaba como me miraba, sentía mi cuerpo pesado al punto de no poder moverlo, una fuerza que ejerce sobre tu cuerpo tan grande como la teoría de la parálisis del sueño, sólo que ésta vez estaba consiente.
Al cabo de unos minutos, de la nada apareció un hombre vestido totalmente de negro con una máscara que tenía una nariz puntiaguda de aproximadamente dieciséis centímetros, con pequeños orificios en sus ojos que emitían una intensidad tan abominable, como si te quitara el alma cuando te miraba, el color era de un tono bronce desgastado como si los años acabaron con el color, en la parte de la boca un cierre como los de mi jean, una placa de cuero en la parte posterior para cubrir su cabello y justo en la mitad de la máscara una costura hecha de forma muy irregular. Mientras seguía con mi parálisis del sueño él sacó un cuchillo de la parte de cuerpo, continuación se acercó a la niña de posibles nuevas años de edad, se lo colocó en su garganta; ella levanto su mano derecha y coloca la palma de su mano hacia arriba como si me pidiera algo -AYUDAME- con una voz tan suave pero a la vez tan tranquila que me traía una inquietud. Sin previo aviso el hombre misterioso cortó su yugular, una gran cantidad de sangre salió del cuello de la niña manchando su vestido blanco y las manos y el cuchillo que sostenía aquel hombre extraño con la máscara.
Mientras que agonizando ella sólo decía –AYÚDAME- pero de forma muy tranquila, como si esperara la muerte, como el sueño de cualquier suicida, hasta desangrar y caer al lago esparciendo el líquido rojizo en aquel lago. Estaba petrificado, no podía moverme aunque quisiera, empecé a sentir impotencia por no haber podido salvar a la niña, pero no podía hacer nada, mi cuerpo estaba inmóvil. El hombre me miró por un momento, con esos ojos tan llenos de nada absoluta, de vacío, con aquella mirada tan fría como el ambiente y tan intenso como el ojo de un huracán. Jamás en mi vida había visto algo que me hubiese acobardada como esos ojos, aferrado al cuchillo manchado con la sangre de la niña, se lo coloca en su cuello, y con total seguridad que nadie nunca tendría y dijo –Ahora te toca a ti- y cayó cortando su cuello con un precisión quirúrgica que ni los mejores cirujanos pudiesen superarlo.
Fuente: Mi blog. https://polemica-eterea.blogspot.com/2016/01/capitulo-l.html
Muchos tenemos proyectos inconclusos, y este es uno de ellos.
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