El lobo y la tentación

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El joven Ignacio barría sin cesar el suelo, no quería mirar en dirección oeste donde se encontraba ella. Podía olerlo y captar que Camila estaba en celo, sin que ella fuera consciente él podía saborear las feromonas que exudaba, pero siguió con su labor ignorándola. Aunque Camila estuviera viendo una serie en la TV, sabía que de vez en cuando le miraba.

Ignacio no podía dejar de temblar, ella lo estaba contaminando con su entusiasmo. Sin embargo, no sabía cómo proceder. Miro la hora en su reloj, eran las dos de la tarde. Tragó saliva asustado, ella debía marcharse o sería peligroso. Exactamente faltaba poco para la noche y el cómo licántropo debía ser cuidadoso.

Era licántropo desde hace unos pocos días y ya había asesinado a una persona, un total desconocido, pero igualmente repercutía en su consciencia y no quería que Camila sufriera lo mismo.

Otra cosa que llamó su atención por un momento fue a la habitación del frente, la oscuridad se condensaba más en ese lugar. También los objetos allí sabían las intenciones de Camila y se alborotaban. Pudo atisbar con sus maravillosos sentidos como dos cabezas de juguete sonreían diabólicamente, ya no le causaban miedo, pero no quería que vieran a su amiga.

Mientras se acercaba a la puerta, maldijo a Gerardo por a ver venido con su novia y que la dejara allí para él.

“-Vengo porque me voy a marchar un tiempo del país- recordó que le dijo Gerardo. -Dios que sucio esta este lugar-añadió.”

Por ese comentario es que había empezado la limpieza de su solitario hogar.

“-¿Has estado haciendo ejercicio? Tu cuerpo me parece distinto- había indicado Camila al verlo.”

Justo en ese momento Ignacio detecto como el cambio fisionómico había excitado a la novia de Gerardo. La respuesta de Ignacio fue ponerse a limpiar e ignorarla, mientras Gerardo le habló de sus planes, su amiga Camila se acostó simplemente a ver televisión.

Y allí llevaba desde hace una hora exactamente después de la marcha de Gerardo, ella había dicho que le ayudaría en la limpieza y se quedaría.

Cerro la puerta de la habitación oscura y luego miró a su capucha de lobo colgando de una silla. Tragó de nuevo saliva, porque sentía los ojos fijos de Camila en él.

-¿Terminaste?- formuló ella acercándose al borde de la cama.

Él se fue aproximando a la entrada de su casucha y cerró la puerta para que no entrará el aire frio, miraba el suelo al devolverse, pero vio por el rabillo del ojo como Camila se iba subiendo el top. Oyó chirriar la puerta de la habitación oscura e inevitablemente se arrojó con todas sus fuerzas contra la chica.

Ella gritaba de sorpresa y placer, pero él percibió las risas provenientes de la habitación diabólica. Toda la oscuridad se esparció hacia donde ellos se encontraban.

Ignacio intentaba tapar con todo su cuerpo a la figura seductora de Camila que se había quedado expectante de que hiciera algo. Los dos se quedaron mirando unos centímetros hasta que Ignacio no aguanto y la beso. El también la había deseado desde hace mucho tiempo, era muy bella y sensual. Poseía unas piernas sobrenaturales, unas caderas impresionantemente curvas, además de que su cabellera en sus manos era sumamente suave.

-Hace mucho frió, dame calor- pidió ronroneando Camila.

El frió, venia de la siniestra habitación que ya estaba sobre ellos observando el acto ilícito que llevaban a cabo.

Con algo de cuidado Ignacio le fue quitando la ropa a Camila, aunque su lado salvaje le decía que se lo arrancará todo. Mientras entre los dos se besaban alocadamente buscándose los cuellos para ver quien volvía loco al otro. Al quedar Camila en braguitas su instinto de lobo se despertó y como un animal le arrancó violentamente tanto las panties como los sujetadores.

El olor era embriagador para sus fosas nasales y ahora mordía con algo de cariño la piel ejercitada de su antigua amiga. Ella solo reía de placer dejándose llevar por los impulsos de Ignacio, sin saber el peligro que corría en esos momentos.