Los vehículos eléctricos conforman una industria global emergente y en rápido crecimiento. Este medio de transporte trae consigo tres ventajas superadoras: la eficiencia energética, la diversificación de las fuentes de energía y la flexibilidad que el transporte masivo de pasajeros no siempre puede ofrecer. Los vehículos eléctricos (VE) tienen un altísimo potencial para complementar y potenciar la movilidad sustentable en las ciudades, pero para ello debería ser incluida en un plan a mediano y largo plazo que permita aprovechar esta nueva ola que ya está llegando a nuestro país.
En pocas palabras, un VE es un vehículo de carga o de transporte de pasajeros, cuyo motor utiliza energía eléctrica para transformarla en trabajo (y por tanto no necesita de la quema directa de un combustible). Este tipo de transporte puede variar desde un carrito de golf a un camión, y tienen la ventaja de ser más eficientes que los de combustión interna y el potencial de producir cero emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Más de la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades y se espera que ese porcentaje llegue al 75% para 2050. Esto conlleva beneficios económicos derivados de la aglomeración, pero tiene enormes implicaciones para el diseño de políticas efectivas de transporte, de prevención de accidentes y contaminación. Los desafíos de los próximos 35 años serán los cambios demográficos, la urbanización, la infraestructura del transporte, el crecimiento de la demanda de combustibles y la necesidad de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En simultáneo con éstos, las mayores incertidumbres serán la regulación gubernamental, la cooperación regional y global, la inestabilidad económica mundial y los avances tecnológicos.
El transporte
En todo el mundo, ha aumentado el interés por mejorar el transporte urbano de pasajeros, con énfasis en la modernización, la incorporación de nuevas tecnologías en transporte público, y la promoción del transporte no-motorizado. Para ello, se promueve el concepto A.S.I. (por sus siglas en inglés: Avoid, Shift, Improve). Esto apunta a incentivar a los usuarios a evitar movilizarse en auto innecesariamente los viajes, reducir la necesidad de trasladarse para trabajar, cambiar a modos de transporte público o no motorizados y mejorar el desempeño de los vehículos individuales y del transporte público.
Siguiendo ésta corriente, los gobiernos de América Latina generalmente han dado prioridad al desarrollo de sistemas de transporte masivo, y han optado por complementar las redes existentes de trenes, colectivos y metro con sistemas de Bus Rapid Transit (“BRT”, similares al Metrobus de Buenos Aires). Los mejores ejemplos de estos desarrollos son los de las ciudades de Bogotá, Lima y Santiago de Chile, con varias ciudades de Brasil siguiendo el ejemplo e intentando replicar esos modelos de mejora de la movilidad.
A pesar de estos avances, las ciudades latinoamericanas todavía tienen mucho por resolver, ya que actualmente el 30% del transporte motorizado de pasajeros se realiza por automóvil, el 35% por buses y el 20% por minibuses, generando problemas de tránsito, medio ambiente y costos crecientes de combustible. Considerando esta alta penetración de los automóviles y buses en la matriz de transporte, los vehículos eléctricos pueden ser parte de una estrategia integral para encarar los desafíos de agregar eficiencia al transporte automotor, mejorar la calidad de vida de las ciudades, reducir las emisiones de contaminantes y reducir la contaminación sonora. Sin embargo, esta tecnología (que tiene más de 100 años) tiene la dificultad de penetrar en el mercado por el alto costo, la dificultad de carga de combustible (por inexistentes o limitadas redes de distribución), la baja autonomía y el desconocimiento (y desconfianza) que generan en el usuario.
A pesar de sus limitaciones, las principales automotrices del mundo (Toyota, Nissan, Renault, Ford y General Motors) ya comenzaron a desarrollar y comercializar vehículos eléctricos, estimando que en el 2020, el 10 por ciento del mercado mundial será de autos cero emisiones. En este contexto, la empresa Tesla Motors es por ahora el fabricante líder de VE en Estados Unidos; comercializando un auto eléctrico de alta gama y con planes de lanzar una versión más accesible. En EEUU, los vehículos eléctricos podrían ser una las pocas alternativas de transporte “limpio” en un país donde la baja densidad poblacional de las ciudades y la cultura del vehículo propio (muy difícil de cambiar) hace difícil la implementación de sistemas de transporte masivo y genera una dependencia casi exclusiva del automóvil en la mayor parte de las ciudades. Como alternativa intermedia, ha avanzado muy rápidamente la venta de vehículos híbridos, (impulsada principalmente por Toyota), que combinan las tecnologías de combustión interna y de vehículos eléctricos, con distintas modalidades dependiendo del fabricante.
En Europa, en cambio, los vehículos eléctricos e híbridos son parte integral y complementaria de un sistema que ya considera la sostenibilidad urbana en general y la movilidad sustentable en particular como un objetivo prioritario, integrando a los VE con otros medios de movilidad, dentro de sistemas integrados de transporte multimodal. Estos van desde los sistemas de transporte masivo, como los trenes o los BRT hasta el transporte individual a pie, en bicicleta, con vehículos híbridos, vehículos a hidrógeno y vehículos eléctricos. En el caso europeo, la alta densidad poblacional en las ciudades y la corta distancia entre centros urbanos facilita la implementación y la costo-eficiencia de los sistemas de transporte masivo, el transporte a pie y en bicicleta y el transporte en VE. Allí, las ventas de vehículos eléctricos e híbridos continúan acelerándose, con los gobiernos impulsando estándares de emisiones de carbono más exigentes en todas las industrias, proveyendo incentivos fiscales y fomentando la adaptación de la red eléctrica para poder acomodar lo que se espera sea un uso masivo de este tipo de vehículos. Se está planeando incluso que los VE, unidos a medidores y redes eléctricas inteligentes, pueden ayudar a balancear la red eléctrica de los países, absorbiendo energía cuando la demanda es baja y liberándola cuando es alta.
Argentina
En el caso de la Argentina, hay una enorme variedad de desarrollos que podrían implementarse para mejorar la eficiencia global del transporte de pasajeros. Por un lado, se podría accionar sobre la oferta, impulsando cambios de modos de transporte individuales a masivos (de automóvil a transporte público, de camión o bus de larga distancia a ferrocarril) y mejoras de eficiencia (de automóvil funcionando con nafta, a automóvil híbrido o a vehículos eléctrico). Por otro lado, también se podría afectar la demanda, con acciones que van desde las de corto plazo (como cobrar un extra por utilizar automóviles en las horas pico) hasta las de largo plazo como rediseño de las políticas de uso de suelos y de educación para impulsar la eficiencia en los patrones de consumo y movimiento de las personas.
Dentro de esa amplia variedad de opciones, los VE se presentan como una opción para aumentar la eficiencia del transporte automotor y reducir las emisiones de Carbono. A modo de ejemplo, varios estudios comparativos entre dos vehículos idénticos, uno eléctrico y otro funcionando a GNC, estiman que (usando la misma cantidad de gas) es un 50% más eficiente quemarlo en una central eléctrica e insertar la electricidad en un VE que quemar directamente el gas en un vehículo a GNC. Dado que parte de la electricidad utilizada en Argentina ya proviene de fuentes renovables, cada auto a GNC que se cambiara por un VE reduciría en un 56% el consumo de gas natural por vehículo. Esto no implica que todos los vehículos a GNC deberían ser cambiados por eléctricos, pero sirve para ejemplificar las potenciales ganancias de eficiencia que las VE traerían al parque automotor Argentino. De hecho, si se aumentara el porcentaje de energías renovables en la Argentina, esto automáticamente se trasladaría en un menor consumo de combustibles fósiles en los VE. Para quienes todavía dicen que esto es ciencia ficción o que no es aplicable en nuestro país, es útil recordar que ya en 2014 Renault presentó en Argentina la versión eléctrica del modelo Kangoo y ya hay prototipos de autos eléctricos de diseño Argentino, en La Matanza y Córdoba.
A pesar de estos resultados, los vehículos eléctricos nos son en la actualidad competitivos para el usuario individual, ya que el precio de un VE en Argentina es considerablemente mayor que el de un vehículo standard. Esto se debe en parte a que los subsidios distorsionan los incentivos económicos, y los VE no proveen el mismo nivel de flexibilidad que los vehículos funcionando con hidrocarburos. Esto último se da porque no existe actualmente una infraestructura de estaciones de carga de VE que permita a los dueños de los VE realizar viajes de largas distancias, por lo cual una expansión del uso de los VE requeriría también una inversión en su infraestructura de recarga. De igual manera, a pesar de que en estos momentos la legislación vigente hace muy difícil la homologación de lo VE, ya hay señales de que ello está cambiando, abriendo el mercado argentino a este nuevo modo de transporte.
Por último, no debe despreciarse el potencial que esta industria naciente tiene para el desarrollo industrial de la Argentina. El hecho de que Argentina tiene una industria automotriz desarrollada, recursos humanos capacitados, el tercer mayor depósito de sales de Litio del mundo y una empresa público-privada que ya está fabricando baterías de Litio en el país invita a aprovechar la oportunidad de producir vehículos eléctricos nacionales. Esto daría un fuerte impulso a la industria nacional y permitiría al país exportar automóviles eléctricos con un altísimo valor agregado.
Los vehículos eléctricos no son la panacea del sistema de transporte argentino, pero sí podrían ser parte de una solución integrada que no solamente tome en cuenta la eficiencia y la reducción de contaminantes, sino también el desarrollo de la industria nacional. Si Argentina toma la decisión estratégica de promover el uso de VE, esto requerirá generar políticas amplias y consistentes que abarquen desde las barreras culturales a las económicas, tecnológicas y de infraestructura. Por ejemplo, sería necesario contar con un marco regulatorio que permita el uso de VEs en las calles, impulsar la educación de los consumidores, implementar políticas de promoción de inversiones (nacionales y/o extranjeras) y formar clusters tecnológicos para desarrollar una industria nacional competitiva. Esto se podría complementar con estrategias de impulso a los sistemas de transporte masivo (tanto en el transporte intra como inter-urbano) y en implementación de estándares más exigentes de consumo de combustible para los nuevos vehículos.
Para tener éxito, y para alcanzar los beneficios de eficiencia económica y mejoras medioambientales que prometen, los VE deben formar parte de una estrategia global coherente, y no ser tratados como una tecnología aislada. Tanto los sistemas de transporte masivo, como los modos de generación de energía, como las redes eléctricas, deben ser tenidos en cuenta e incluidos dentro de la planificación integral a largo plazo. Si logramos hacer esto, entonces sí podremos decir que estamos trabajando para alcanzar nuestro potencial como país, en el uso eficiente de nuestros recursos y en la provisión de bienes públicos.
Escrito en Diciembre 2015