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No uses a tus niños como una forma de mantener contigo a esa persona que ya ha decido irse en busca de otros caminos amorosos, porque terminarás haciendo que se distancie más y al final, cuando definitivamente hayas superado ese duelo amoroso, te arrepentirás por haberle provocado un daño de tan gran magnitud a ese pequeñito ser que no tuvo la culpa del fracaso de tu relación con el padre. Los hijos son el fruto de lo lindo que un día fue estar con esa persona, entonces no debemos ser inmaduro a la hora de una ruptura de pareja, tenemos que permitir que pueda continuar una relación armónica paterna con quien más lo necesita, que son nuestros pequeños.

Cuando quedan niños después de una relación terminada, pensamos que se nos hará más difícil desapegarnos de esa otra persona, pero la verdad es que no, no necesariamente tiene que ser así.

Si el que se ha ido ha sido él (padre), de igual manera tiene absolutamente todo el derecho y deber de ver a sus hijos y de compartir tiempo y momentos con ellos tal cual como si aun existiera la relación de pareja. No debemos cometer el gran error de que nuestros hijos sufran por las acciones de los adultos, hay que asumir cada una de las consecuencias de nuestros actos, castigar al niño con la falta de un padre es hacerlo el culpable de nuestros errores; como si queriéndole hacer un daño al que decidió marcharse, no le hiciéramos un daño más grave al que está apenas está conociendo la vida.

Asume tu rol materno/paterno, si la relación ha concluido, no te refugies en tus hijos para quedarte o no dejar ir a esa persona, si sabes que ya no hay posibilidad de una reconciliación y que la realidad es que ambos deben seguir apostando y luchando por brindarle a esos niños un buen ejemplo y educación entonces más bien se responsable y da el ejemplo de dos buenos padres que tomaron la decisión de separarse pero no con eso dejaron de ser padres ejemplares.