Suave y melodioso, estaba regresando de un pesado viaje con las manos en el volante, mis dedos jugueteaban en el volante de camino a casa, mientras miraba el paisaje era la primera que sentía paz en mi interior porque al fin había logrado callar sus voces, esas que todos los días me prometían cosas insignificantes: Lo prometo hoy si te veré, lo prometo me voy a esforzar por quererte más, lo prometo voy a mejorar; ya no significaban nada, estaban en el pasado con la brisa que traspasaba mis oídos a medida que avanzaba.

Esta vez me aseguraría que no sospecharían de una chica de 16 años, de pelo azul y con un vestido amarillo ni tan fosforescente, ni tan mostaza; la cual jovialmente conducía un viejo auto. Todos estos rasgos definían algún tipo de inocencia de sonrisas instantáneas, por ello, si me detenían subiría un hombro coquetamente para luego sacarles la lengua. Solo me quedaba recorrerlo, no era un camino tan largo de regreso a casa.

Me zambullí de todos los observadores de la ciudad, quizás estaba eufórica porque los tenía a ellos, no entre mis manos, pero si había jugueteado con sus vidas dejándolos abandonados en aquel río, era su merecido por haberme roto el corazón, a esos conocidos y a mi amado los dejé atados, mientras sacudían sus cuerpos en el agua, ver sus ojos arder en un agua agitada fue algo realmente lindo, finalmente dejé sus cuerpos decorados con una soga como si tuvieran puesto un adorable collar, creo que los vestí apropiadamente para la ocasión, de un amarillo asfixiante.

¿Quién no haría lo mismo?, ahora ya tenía mi venganza lista ya no habría más soles sin atardeceres, ni girasoles fingiendo felicidad; en cambio lo había suplantado por un sedoso silencio, espero nadie lo rasgué muy pronto con un cuchillo porque si me preguntan solo una vez, confesaría con una sonrisa mi delito, hasta les mostraría las salpicaduras de auxilios en mi vestido amarillo.

Sin embargo, en este presente tan lineal tengo su dinero y ambiciones guardadas en un bolsillo, justo en el derecho y así puedo contar cada billete de mentiras, ese era la existencia superflua. Cuando yo sólo quería un poco del fuego de su amor, todos incendiados en el buen sentido, pero, ellos prendieron los fósforos a mis espaldas.

Espero no miren raro mi repentina felicidad, cantando, bailando y sacudiéndome en las aceras alrededor de todos, mientras nunca fui alegre con los que se suponían ser mis queridos.

A todos los voy a teñir en un amarillo, si me vuelven a tocar.

Espero que les haya gustado este post :)