Éste árbol grande que nació pequeño
echó raíces en la tierra dura,
y desde el fondo de su oscuro sueño
sacó el oro terrestre hacia la altura.
Sacó la claridad con dulce empeño
de la tierra y del agua la frescura
del aire ahora rumoroso dueño
a los vientos despliega su estructura.
Alamo del camino, mástil de oro,
navío de las olas forestales,
alta columna de esplendor sonoro,
dame una rama de tu fuerza alada,
un gramo de tus íntimos metales,
y nacerá la luz en mí enterrada.
Homero Arce (Iquique, 1900-Santiago de Chile, 1977)