Vida, no te comprendo. A veces siento un mareo en el alma, cuchicheos y avisos y murmullos de que
me he extraviado. Lo he sentido hace un rato. Entonces he examinado el expediente de mi proceso:
las hojas de diario mediante las cuales interrogo mis dos voces interiores, la que quería y la que no quería.
Las he leído y releído, y no puedo menos de creer que la voz a la que finalmente obedecí era la que tenía razón,
y la otra la que sonaba a hueco. La otra voz era tal vez la más prudente, pero de escucharla habría perdido
todo respeto por mí mismo.
Y sin embargo... sin embargo...
Vida, no te comprendo. Pero no digo que sea culpa tuya. En que yo sea un hijo desnaturalizado me parece
más verosímil que el que tú seas una madre indigna.
Y al fin empieza a despuntar en mí cierto presentimiento: que lo planeado no era que el hombre
comprenda la vida. Todo ese frenesí de explicar y comprender, toda esa persecución de la verdad,
es tal vez un extravío. Bendecimos el sol porque nos separa de él la distancia precisa que nos lo hace útil.
Unos pocos millones de millas más cerca o más lejos, y nos asaríamos o helaríamos. ¿Y si con la verdad
pasara como con el sol?
THOMAS BERNHARD, de "Doktor Glas" (traducción Gabriel Ferrater)
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