En el presente post retomo la tarea que me había propuesto en entregas pasadas de presentar, palabra por palabra, la presencia de deidades griegas, mayores y menores, en el lenguaje que utilizamos cotidianamente.
A pesar de haber estado un buen tiempo ausente, en vez de regresar con un nuevo tema prefiero postergarlo hasta culminar con esta serie de escritos dado que aún son numerosas las palabras que no he desarrollado y que podrían de resultar de sumo agrado o asombro para los amigos lectores que se tomen algunos minutos de su día para pasear su atención por estas líneas.
Sin más que agregar, solo me resta iniciar con el desarrollo de esta tercera entrega de * Deidades griegas en las palabras cotidianas*. Empecemos.
Los griegos y la mente humana
El rapto de Psique de William-Adolphe Bouguereau.
Fuente
Si por algo se ha caracterizado la antigua literatura griega, es por su constante exploración de la psique humana expresada a través de los mitos. De hecho, la propia palabra psique (que significa alma) es el nombre que lleva una divinidad latina, la cual comparte su mito con el dios griego del amor, Eros, conocido por los romanos como Cupido.
Eros y Psique, tuvieron una hija que fue conocida como Hedoné por los griegos y Voluptas por los romanos, nombres a partir de los cuales hoy tenemos las palabras hedonismo y voluptuoso, palabras ambas que hacen alusión al placer, siendo en efecto esta nueva divinidad la propia encarnación del mismo, así como del deleite.
No obstante, no es sobre estos dioses y su interesante historia de amor, asi como de su descendencia, de quienes se desea hablar en esta oportunidad, sino que se presentaran las historias de tres figuras características de la mitología griega de cuyos mitos se desprenden tres palabras relativamente cotidianas que designan emociones humanas: Furia, fobia y pánico.
Furia
Orestes perseguido por las Furias, cuadro de William-Adolphe Bouguereau
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Algunas personas en un momento de sus vidas han sentido una molestia incontenible, una rabia intensa que como versa la expresión popular, les hace perder los cabales. Vale redundar, que algunas personas a veces alcanzan tal grado de descontento que son capaces de perderse a sí mismos y de volverse casi totalmente incapaces de controlar su comportamiento.
Tal emocionalidad o quizás sea más apropiado decir, tal descontrol sobre las emociones, ha sido designado como furia. De ahí que existan expresiones tales como “Esa persona está hecha una furia” o “Es un luchador furioso”, tales expresiones son apropiadas para referirse hacia aquellos cuya agresividad parece bordear los límites de la locura.
Como ha ocurrido en las ya numerosas palabras que aquí se han presentado, el mito ha sido anterior al logos y por ello es de cuna mitológica de donde viene la palabra que designa aquel estado de incontrolable ira propio de los hombres y mujeres que pierden sus estribos. Tal “cuna mitológica” no alberga otras entidades que las llamadas Furias o Erinias.
A modo de resumen, las Furias nacieron de la sangre derramada por Urano después de que Crono, su hijo, le castrara con el fin de liberar a Gea del yugo al que este la sometía. Cuando la sangre de Urano se derramó sobre la tierra, nacieron inmediatamente, al menos, tres Furias (aún se discute si son más) Alecto, Megera y Tisífone, tres entidades divinas, del orden de los dioses ctónicos o telúricos (en contraposición con los dioses celestes) cuya principal característica fue desde aquel momento el hambre de venganza y destrucción.
Cada una de ellas nació con un objetivo a cumplir. Alecto, estuvo desde el inicio destinada a perseguir a quienes cometiesen crímenes morales, mientras que Megera a quienes fuesen infieles a sus parejas y finalmente Tisífone a aquellos que cometiesen delitos de sangre.
Su nombre original en griego es el de Erinias, nombre que tiene clara relación con la diosa Eris (Discordia) más como era tabú mencionar su nombre, los griegos preferían usar la antífrasis Euménides para referise a ellas, significando tal frase antónima las benévolas, cualidad muy diferente a sus verdaderas naturalezas.
Solo posteriormente, fueron conocidas en Roma como Las furias y de ahí en adelante la palabra se ha utilizado, hasta nuestros días, para referirse a quienes como las temibles erinias, son despiadados e incansables en su inagotable sed de destrucción. En efecto, cuando una persona está furiosa tiende, por lo incontrolable de sus emociones, a ejercer una fuerza destructiva con todo lo que encuentra a su alrededor.
Es digno de mención que las Erinias o Furias sean deidades anteriores a los dioses olímpicos y que por ello ni estas reconocían su poderío ni que por su parte estos les hayan tenido gran estima, así como tampoco los humanos les tuvieron alguna vez mayor consideración con excepción a cuando les imploraban por la persecución de quienes en vida habían obrado mal y no habían recibido castigo alguno.
Fobia
Deimos y Fobos, hijos de Ares y Afrodita
Fuente
Si por un lado la furia es la incapacidad de controlar la emoción exteriorizada, podemos afirmar lo contrario en el caso de la fobia. Respecto a las fobias, estas tratan sobre una emoción desbordada, sobre un temor hacia una cosa que al hacerse profundo se vuelve incontrolable internamente, haciéndonos vivir un verdadero infierno, un yugo constante e indeseable que tiene la capacidad de llevarnos hacia una parálisis total o hacia un modo de actuar peligroso y desenfrenado.
Si la furia nos hace sentir todopoderosos la fobia por su parte nos minimiza y reduce, nos hace sentir ínfimos contra aquello que nos causa temor, sentimiento que solo nos deja dos caminos posibles. O hacemos lo que sea para liberarnos o esperaríamos pasivamente a la desaparición del objeto que nos causa temor (cosa que por lo general no sucede, razón por la cual siempre es recomendable encarar a la fuente de nuestro estado).
No obstante, como habrán de esperarse, la palabra fobia es también una palabra que guarda cierta relación con el inagotable mundo mitológico griego. El dios Fobos, llamado por los romanos como Timor, nombre del cual claramente se deriva la palabra temor, fue el hijo de Ares (Marte) el dios de la guerra y de Afrodita (Venus) diosa del amor.
Fobos en conjunto con su hermano Deimos, siempre antecedían y acompañaban a su padre cuando los tres hacían acto de presencia durante las tan comunes guerras del pasado helénico. La relación entre tales deidades se puede inferir, la guerra siempre implica miedo, pero siempre resulta necesario agregar algunas palabras adicionales.
En efecto, sucede que como en toda situación de peligro, incluso en la guerra en las cuales las pasiones más fieras sean las que priman, como por ejemplo el entusiasmo por luchar, siempre está presente el miedo a perder la vida. Sin embargo, el mismo puede ser tanto parcial como absoluto, y a raíz de ello puede ser tanto efectivo como perjudicial, es decir, que una pequeña dosis de temor podría ayudar a salvar la vida mientras que una dosis muy elevada del mismo podría fácilmente causar parálisis, siendo más bien la causa de la tan temida muerte.
Esta dualidad de la utilidad del temor es, posiblemente, uno de los aspectos de la mente humana que la mitología griega quiso ilustrar recurriendo a Fobos y Deimos. Esto se debe a que el poder de ambos era mayor cuando se encontraban juntos y menor cuando se presentaban por separado, lo cual significaba que uno de los dos causaba un temor “tolerable” pero que los dos juntos generaban un temor mayor el cual había que afrontar para evitar el tránsito hacia el Hades.
Asimismo, Fobos solía ser ilustrado como quien ayudaba a los guerreros a conservar la vida dándole fuerza o sustento al dicho popular que versa: “mejor decir aquí corrió que aquí murió”.
Pánico
Pan enseña a Dafnis a tocar la siringa
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Habías mencionado anteriormente que existen al menos dos tipos o intensidades de miedo, así como también existen diversas formas de actuar una vez que este es sentido: huir, paralizarse o luchar.
En primer lugar, cando hablamos de la intensidad del miedo podemos decir que por una parte se encuentra el miedo moderado, es decir, el que nos permite cierto rango de acción, mientras que por otra parte se encuentra el miedo total o aquel que al invadirnos por completo nos hace totalmente inútiles, carentes de cualquier capacidad de respuesta.
Algunas personas llaman a este último estado pánico. Por lo tanto, el pánico puede entenderse como aquel estado en el cual estamos en shock, un estado en el que no podemos siquiera imaginar, pensar, movernos, defendernos o correr. Es un estado tétrico que tal vez solo pueda ser descrito como estar congelado, surgiendo de allí la clásica expresión “se me ha helado la sangre de miedo”.
Una vez que pasa el peligro y ¡Gracias al cielo! Logramos salvar el pellejo, puede que alguien nos pregunte porque no hemos dicho, hecho o en general intentado algo y posiblemente nuestra respuesta más sensata pueda ser: Es que he entrado en pánico.
Sin embargo, esta misma respuesta también la podríamos dar si en cambio, en vez de un estatismo mortal, nos ha sucedido que perdimos el control total sobre nuestras acciones.
Ciertamente, ante un inminente peligro también podemos correr sin saber hacia cuál lugar nos estamos dirigiendo y del mismo modo, podemos arrojar golpes al aire sin sentido o gritar sonidos inconexos que nada pueden significar. El pánico así entendido es, en consecuencia, un desenfreno hijo del temor profundo.
Para tales maneras de comprender el pánico, tanto el estatismo como el desenfreno, el mito del Fauno conocido en la Grecia antigua como Pan sirve para explicar el origen del uso de la palabra pánico.
Así como lo furico es lo relativo a Las Furias, lo pánico es lo relativo a Pan más propiamente ¿Quién fue Pan para los griegos? He allí el meollo del asunto con el cual podemos darle cierre a esta breve entrada.
El dios Pan o Fauno como se le denominó en Roma, es una entidad semidivinina al cual se le asocia con la figura de los pastores, y de hecho, es considerado como su protector. Pan también es asociado con lo salvaje, con los animales silvestres que habitan los bosques, y por ser el mismo una divinidad animal, se le considera habitante y protector de tales lugares.
Entre las muchas creencias y mitos que giran en torno a la figura de Pan, uno de estos era que su territorio no debía ser perturbado, dado que podríamos sufrir un ataque de Pan o un ataque pánico. Si usamos la imaginación ¿Qué sentimiento nos surgiría si nos perdiésemos en algún bosque y claramente no sabemos cómo sobrevivir? Sin duda alguna, una posible respuesta es que sufríamos un ataque de pánico, dado que al menos en principio no sabríamos que hacer.
Esto es una teoría de porque se asocia el pánico con la parálisis del temor infundado pero ¿Qué hay del pánico entendido como desenfreno?
Como mencionamos arriba, algo que no debía hacerse era perturbar el territorio de Pan, y esto se debe a que cuando Pan era molestado mientras descansaba, este tomaba una actitud hostil y desenfrenada, podemos decir incluso que no se debe a la furia propia de un dios, sino más bien al temor característico de los hombres y animales que se sienten en una situación de peligro.
En tal mismo orden de ideas, podemos imaginarnos a un Pan protector de los animales, que ante la caída inesperada de un relámpago en medio del bosque guía a las innumerables bestias, asustadas, hacia un lugar más seguro… sin embargo, tal movilización esta sofocada de desesperación, desenfreno y miedo… de allí que un movimiento de ese orden, también se considere como otro ataque de pánico.
Fuentes electrónicas
https://es.wikipedia.org/wiki/Psique_(mitología)
https://es.wikipedia.org/wiki/Erinias
http://etimologias.dechile.net/?furia
http://etimologias.dechile.net/?fobia
http://etimologias.dechile.net/?pa.nico
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