"... y a veces lloro sin querer." [Recordando a Ruben Darío en sus 151 años]

in spanish •  7 years ago  (edited)

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

[Fragmento de "Canción de otoño en primavera", de Rubén Darío]


Fuente de la Imagen

La buena poesía hace eso, hacerte llorar sin querer, de felicidad, miedo o tristeza. También gritar, temblar, en fin, experimentar sensaciones intensas e involuntarias. ¿Quién que se considere amante de la poesía, que tal vez haya comenzado a incursionar en ella, no conoce a Rubén Darío? O por lo menos escuchado sobre su vida, o alguna de sus famosas poesías. Yo me arriesgo a suponer que pocos. Si no es así, te animo a revisar en la web su biografía y sus obras .

Un 18 de enero en el año 1867 nace Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, y HOY, a 151 años de su natalicio, quiero hacer un muy sencillo homenaje recordando mi historia con él.

Mi padre, amante de la literatura y en especial de la poesía, recibió de parte de mi mamá, una antología poética como regalo de cumpleaños, hace más de una década, ya ni recuerdo cuándo. Y yo, quien ya tenía mucho con la poesía que escribía y nos recitaba mi papá, no me interesé en ojear este libro por mucho tiempo, pero mi curiosidad le ganó a la absurda rebeldía y terminé por revisarlo.

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Foto de la portada del libro, tomada con el blu dash 5.0 de mi madre, y envíada a mí, vía Whatsapp.

De los tantos Poemas (y autores) que trae la antología, me interesé por pocos y entre ellos estaban algunos de Rubén Darío, quien me atrajo por sus rimas sutiles y su lenguaje culto, además de la bonita reflexión que deja en “Los motivos del lobo”-recomendado-.

Es breve el asunto con respecto al libro: aun con los pocos textos que tenía esta antología (de cada autor), resumí que las letras de Rubén Darío son fáciles de admirar. Pero no termina ahí eso que llamo mi “conexión” con él. Cierto día, compartiendo con amigos, sin planificarlo me quedé a solas con uno de ellos, quien me dejó ‘helada’ en ese momento con una espontánea sorpresa; pues comienza a recitar, de memoria, una poesía… ¡de Rubén Darío! claro está. Hoy, para finalizar este blog, la compartiré con ustedes:

A Margarita Debayle


Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:

Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».

Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

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