La verdad es que este tema puede resultar controversial para muchas personas sujetas a su propia moral, no sé si lo entienda a estas alturas de mi vida en este desastre de país, pero yo personalmente me alegro mucho cada vez que un desgraciado pierde la vida. Lo malo es que la muerte suele ser un castigo demasiado dulce para muchísimos monstruos a lo largo de la historia. El ejemplo más reciente vendría siendo la muerte del dictador cubano, Fidel Castro. Sujeto romántico para muy buena parte de la izquierda militante y política del mundo. Responsable de torturas, de muertes y de la destrucción de su país como también de las vidas de incontables familias cubanas, cuyo proyecto pasaría a extenderse como un virus por toda la tierra, y perfeccionando su sistema criminal en Venezuela, tuvo un deceso tranquilo en una profunda senectud, sin jamás haber pisado la justicia y convertido en un ídolo.

Al menos Hugo Chávez se murió con un cáncer en el culo que cuando menos debió haberle hecho sufrir muchísimo.

Hace unos días supimos que #ViejoMarico, también conocido como Henry Ramos Allup, alias el dictador de su propio partido político: acción democrática, mejor conocido como el partido que originó al chavismo, sufrió de un «accidente» que le produjo una ACV, y que estaba hospitalizado y le estarían drenando un hematoma en el cerebro. Vemos en Twitter cómo existe un sector de la población venezolana que desean que el viejo se recupere, mayormente son doñas y gente implicada en casos de corrupción. Pero la mayor parte de la población le deseamos ya sea una pronta muerte, o que quede inválido, sin la posibilidad de tan siquiera poder cagar solo mientras que algún otro hombre se goza a su corrupta mujer. Son todos deseos válidos si entendemos que el personaje político y humano ha sido uno de los causales directos de que la dictadura venezolana aún siga en el poder; también de que en 2017 hayan muerto más de 200 jóvenes en las protestas, y todo eso concatenado a los desastres antes y después de esa fecha en donde la narrativa de una falsa oposición en donde Ramos Allup era una de las caras políticas.

No nos caigamos a coba: el odio y la venganza son emociones humanas tan naturales como el amor y la compasión. Odiar no es pecado y amar tampoco. Y si fuera por entender a las emociones desde un punto de vista escatológico cristiano, el pecado, cual sea no es la acción en sí misma si no la pérdida de la razón ante el sentimiento. Amar se transforma en lujuria y por ello es pecado porque se ama sin razón; odiar es pecado cuando perdiendo la razón se asesina a otro. ¿Y quién de nosotros a través del odio podría asesinar a sujetos metidos dentro del poder de Venezuela? Sólo somos una población famélica y sin esperanzas dañada hasta el último día de nuestras vidas. Tenemos derecho a amar a las pocas personas y cosas que nos mantienen cuerdos, y tenemos el derecho de odiar a quienes nos han hecho daño. Cada dólar robado por el poder es un dólar que se pudo haber invertido en medicinas.

Todo aquel que es chavista de forma directa es un criminal. El chavismo es una ideología criminal y asesina. Esto es un axioma y no vale la pena discutirlo.

Tampoco se trata de «perdonar y de olvidar» a los criminales. Ambos conceptos son contradictorios si se aplican en un mismo contexto. Desde un punto de vista derridiano, el perdón es incompatible con el olvido porque el per-don es que la víctima quite la culpa al verdugo, sin embargo siempre teniendo presente sus crímenes, es decir, la memoria histórica. El nazismo fue perdonado en Alemania, pero si el gobierno descubre que fuiste nazi, así tengas 100 años de edad vas a pagar por tus crímenes. ¿Es posible perdonar en ese sentido al chavismo? No en un principio pero quizá con los años. Ahora es el momento para destruirlos a través del verbo y de la acción.

 

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