Europa y todo occidente han fracasado en contener a un virus. Europa ha tenido que cerrar fronteras para que nadie ingrese a la unión, y ha tenido también que promover cuarentenas y el uso de tapabocas que no ha sido una medida acatada del todo, a razón de que las mismas se meten con las libertades individuales de los ciudadanos, idea que es
también el corazón de los modelos filosóficos y políticos occidentales. Europa y no China ni ningún otro país asiático es el epicentro de la pandemia hoy en día. Italia y España se están llevando la peor parte, sumando entre ambos países más de cinco mil muertos de los quince mil en todo el planeta hasta el momento. Los gobiernos de la Unión Europa no se tomaron el virus de Wuhan en serio, en latinoamérica tampoco. Apenas el virus ingresó, Alemania y Francia
vetaron la venta de kits médicos a otros países. Estados Unidos y Reino Unido se encerraron por su lado, y hasta el gobierno de Trump ha querido hacerse con la vacuna para ellos. Por su lado, China y Rusia han mandado ayuda humanitaria Italia.
Cuba también hizo lo suyo: para continuar con la fantasiosa narrativa de que la isla tiene el mejor sistema de salud del mundo capaz de curar el cáncer, el lupus y cualquier otra enfermedad pusieron a disposición su medicina mágica: el interferón, del cual si se busca por Google se puede ver que es cierto que los cubanos lo utilizan
para todo; lo otro que apoya a esta narrativa es que siempre despachan a médicos cubanos por todo el mundo cuando ocurre alguna catástrofe, esperando a obtener créditos por ósmosis.
Las consecuencias del virus una vez pase la pandemia la seguirán padeciendo la economía mundial y la generación de jóvenes que apenas tenían tiempo en el mundo laboral o que apenas estaban ingresando en él, que a su vez son los que sufrieron las consecuencias económicas del 2008 y 2009.
He visto tuiteos intensos de jóvenes de esta generación sobre el coronavirus de formas tan irresponsables como carentes de cualquier atisbo de sensibilidad que esta generación de copitos de nieve exigen al arte, a la cultura de masas y a la sociedad: que si el virus este es un antibiótico natural contra el verdadero virus: la humanidad toda. Que gracias a este antibiótico, la naturaleza recupera sus espacios y la contaminación ha caído vertiginosamente en tan sólo este tiempo. Por supuesto, estos son pensamientos dignos de alguien que no se indigna ante ninguna tragedia colectiva salvo las personales, tales visiones seguramente serían otras de fallecer un ser amado por el virus. Sé que tampoco
este es un pensamiento de nicho y que muchas personas lo comparten. ¿Qué más popular que el desprecio a la raza humana y una misantropía poco reflexiva y superficial? El mundo está corrompido y sucio. Toda forma de vida genera eso. Es el costo de vivir, y por lo tanto, la vida es también posibilidad. ¿Por qué esa necesidad de refugiarse en tales pensamientos como si quien los origina no fuera humano y no significara un consumo per se para el planeta? Quizá sea por estos pensamientos que occidente no ha podido bajar la escala de la infección y de que los ciudadanos no hagan nada por el otro: la individualidad, el yo, ese daño sartreriano matizado por la ecología alemana que termina creando una ideología de jardineros y floristas marxistas que pontifican cosas. Un simple y sempiterno: «yo hago y haré lo que me dé la gana con mis derechos y mi libertad».
Por supuesto, en Asia la cosa pinta bastante diferente. Después de todo, espacios como la poderosa Hong Kong ha logrado evitar una gran cantidad de contagios gracias a su propia gente, la cual usan mascarillas, lavan sus manos y aceptan el distanciamiento social. Básicamente son sujetos completamente obedientes a las normas dictadas por el Estado.
Ya dijo el filósofo y ensayista, Byung-chul Han, autor de «La sociedad del cansancio», en un artículo sobre las ventajas de Asia ante
Europa:
En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado.
La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el
filósofo surcoreano que piensa desde Berlín
Diario, El País
Si la cultura asiática se define como una de obediencia, las telecomunicaciones y la tecnología juegan un papel fundamental en las vidas de los ciudadanos chinos, coreanos, japoneses y de los demás países; después de todo, fue en Corea del sur donde gracias a una aplicación gratuita el ciudadano podía registrarse y dejar su ubicación vía GPS no sólo para pedir que se hiciera una prueba para el virus sino también para monitorear a los infectados por parte del
Estado como también de los vecinos. Entre las cosas positivas de algo así dentro de una democracia en un país muy rico se destaca la facilidad de información, cosa de lo cual se carece en Venezuela, donde la información oficial es contradictoria con la de los infectados, además de eso de la enorme dificultad para el ciudadano de saber dónde se encuentran los focos de infección, y por otra parte del uso político del coronavirus por parte del régimen de Maduro para crear a un «enemigo invisible» al insistir en que «todos los casos de coronavirus son importados». Volviendo a Corea del sur, esa renuncia a la privacidad y por ende a algunas libertades es lo que ha permitido a los países asiáticos disminuir la curva de infectados. Además, Corea del sur podía realizar hasta 20 mil pruebas todos los días, y hoy en día han podido crear un kit de examen que sólo toma diez minutos en dar resultado. Por otra parte, las máscaras o tapabocas no son sólo tela sujeta a la cara sin más, son dispositivos con filtros que aíslan al virus; Byung-Chul Han afirma que si bien es cierto que los primeros días hubo colas en Corea del sur por las mascarillas, ya hoy es posible monitorear por los teléfonos celulares cuáles son las farmacias que tienen estas mascarillas disponibles en sus inventarios. Por su parte, en China ya existía un sistema de puntos de crédito que le son sumados a los chinos más que nada por su comportamiento moral de acuerdo a la visión del régimen, y que dichos puntos de ser positivos pueden darles beneficios a los ciudadanos como hacer compras y conseguir puestos de trabajo, y en caso de tener puntos en negativo se puede perder el empleo. Byung-Chul Han también habla sobre las pérdidas de privacidad en las calles de los países asiáticos, de la aparición de cámaras de vigilancias en todas partes; de sistemas en el metro que miden la temperatura de las personas al bajar y que de detectar algo extraño, envía un mensaje a los teléfonos de los usuarios para que queden advertidos y, como se sabe qué puesto ocupa cada quien en un tren, se puede localizar al enfermo.
Esta sociedad orweleana pero aparentemente perfeccionada y donde el acceso a información es lo que predomina, además tiene el apoyo de organizaciones como la ONU y la OMS, las cuales, pese a que la pandemia mundial es culpa de la china, no la condenan. Hace unos días, medios de comunicación estadounidense insistieron en llamar al coronavirus como virus chino luego de que fueran expulsados del país por órdenes de El Poder. Sabemos que China ocultó y manipuló información, silenció médicos que denunciaron los primeros casos a finales del 2019. La crisis de salud y la crisis económica es responsabilidad del país más grande y poderoso de toda Asia, pero para algunas personas tales criticas son a su vez un acto de xenofobia.
En este terreno, China sale ganadora pues, puede argumentar que su modelo ha sido superior para combatir al virus en comparación de occidente. Pero como opina Byung-Chul Han, esa victoria de China no significa que el virus en sí termine generando una revolución en las consciencias de las masas ni de la sociedad occidental; lo más probable es que sólo quede como algo simbólico, y como un argumento más para muchos apologetas occidentales del modelo de control del gigante asiático. Hay pensadores que dicen que el régimen chino podría haber caído o que podría caer gracias al coronavirus pero comparto la opinión de quienes afirman que nada más lejos de la verdad, ni por el virus ni tampoco en el hipotético caso de que China tuviera que pagarle al mundo los daños causados por una pandemia que se les fue de la mano luego de esconder información y datos durante meses; son más las instituciones y gobiernos dispuestos a lavarle la cara que aquellos dispuestos a mostrar la verdad..
En Hong Kong las comunidades de extranjeros se quejan de que son a los mismos ciudadanos extranjeros los que andan de descuidados en las calles como si nada les importase
en las últimas dos semanas el número de casos se duplicó, hasta 318, después de que hongkoneses y extranjeros llegaran al territorio huyendo de la pandemia en Europa y América del Norte. La mayoría de las nuevos infecciones fueron de estudiantes hongkoneses que huían de escuelas y universidades en el extranjero. Además la prensa local publicó fotos de bares y restaurantes llenos de clientes, especialmente en los barrios donde suelen ir los empleados de las grandes compañías internacionales.
« La comunidad extranjera en Hong Kong, dividida frente a la respuesta
al coronavirus»
AFPhttps://www.msn.com/es-mx/noticias/mundo/la-comunidad-extranjera-en-hong-kong-dividida-frente-a-la-respuesta-al-coronavirus/ar-BB11zBXR
Es fácil entender que el arma principal para vencer a una pandemia global como esta es el civismo y pensar en no sólo salvarnos a nosotros, ni mucho menos pensarnos que somos «invencibles», que ya la OMS dijo que los jóvenes tampoco lo son; debemos pensar en que tenemos seres amados que están dentro del rango de riesgo y que precisamente somos nosotros los que no debemos contagiarnos para no pasar el virus a ellos. Además que por protocolos de sanidad en caso de pandemias, los cuerpos de los fallecidos por el virus serán cremados, sin funeral ni oportunidad para despedirse de ellos. La vista y todos los demás sentidos pueden engañarnos, y de «invencibles» a «imbéciles» pueden haber confusiones a la hora de leer o al oír.
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