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Crónica de un brujo o de alguien que vivía de la brujería.

Nadie se acuerda cuando llegó al barrio, ya era viejo o así lo parecía,
puso su cartel donde explicaba cuales eran los males que curaba:
espirituales, de amor, celos, codicia y otros despistes emocionales.

Cuando la viuda Ramos decidió ir, fue, porque no aguantaba tantas pesadillas. Ese día vistió sus ropas mas oscuras, entró sin mirar para los lados; de regreso no se aguantó y le contó a su vecina Chepa lo que había hecho, no sin antes hacerle prometer que no dijera nada.

El brujo le había fumado el tabaco, aderezado con algunas gotas de licor y en el humo desprendido del tabaco, aparecieron sus males.

Cuando el humo desapareció, igual lo hicieron sus problemas. La viuda salió rozagante y ya no le importó cambiar sus trapos negros, ni el que dirán… de esta manera el brujo fue conocido por su soltura con la lengua y la promesa que su vecina Chepa no pudo cumplir.

Los vecinos empezaron a ir furtivos a su consulta, las mujeres cocinaban y le llevaban algo a ese pobre hombre solo, los hombres armaban sus fiestas y le brindaban cervecitas para el calor, para todos había solución.

Cuando llegaba la noche el brujo sacaba su silla y se sentaba al frente de su casa a mirar la luna o eso parecía. No hablaba con nadie, solo cruzaba algunos saludos.
Aquel día, uno de esos días sin eventos de importancia, encendió su tabaco, colocó su botellita de aguardiente a un lado, todo muy tranquilo. Luego solo había mucho humo, había poca visibilidad y mucho calor.

Llegó el viento muy suavemente y fue soplando, despejando la noche, el humo fue desapareciendo. Todos pudieron ver de nuevo la silla bajo la luna, pero no había tabaco, ni la botellita, tampoco estaba el brujo.

Desde ese día volvieron los males al barrio, dicen que la viuda llora todas las noches. Que las pesadillas no la dejan dormir.

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