Eran las 3 a.m. El auge de la tristeza marcaba mis venas, venas que buscaban con locura pertenecer a su tierna mirada. Escuchaba el reverb de su voz dentro de mí, como un loop incansable que se intensificaba a medida que las lágrimas salían. Y ahora, comprendía a la gente con sus poesías, sus obsesiones y sus manías de tener a alguien que no debía ser.
Y el loop seguía latente.
Entonaban en mi mente los susurros guardados eternamente en una noche de pasión, una noche como ninguna otra; donde mis rodillas temblaron hasta el final de los eventos y donde mi cuerpo se sucumbió en la dulce derrota del orgasmo.
Y ahí seguía el reverb alterno de su voz, confesando con sigilo lo mucho que me amaba mientras entonaba un relicario de besos y un amor en las miradas.
Quizás el éxtasis nos disparó los sentidos de tal manera que fue fácil inundarnos de felicidad y caer juntos, entre los brazos del otro, soñando con la realidad que nunca terminaría... por ahora.
Pero si de algo soy consciente es de que el brillo de sus ojos es inaudito en mi compañía, y que junto a su brillo, las canciones, las risas y los besos parecen una tarea fácil en un un día a su lado, despertando juntos y no pensando en nada más.
¿Cuándo se acabará?
Qué difícil apaciguar el constante loop de la ansiedad.