Alimentando el alma: El inicio

¿Podrías ver la miseria de las calles desde una perspectiva diferente? ¿intentar ayudar al prójimo sin recibir nada a cambio?

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Todo comenzó un frió domingo por la mañana cuando la señora Josefa se dirigía caminando a la iglesia, las calles estaban un tanto vacías y la neblina se hacia notar a pocos metros del suelo volviendo todo de un tono grisáceo, la vista era deplorable e incluso deprimente. Pero nada que alguien con su experiencia no halla visto ya. A sus 77 años de edad era común contemplar este tipo de clima, sobre todo en el invierno. Las personas andaban a un paso acelerado sin prestar demasiada atención a su alrededor, ignorando todo excepto el suelo bajo sus pies, como si eso pudiese aplacar el frío. Mientras se acercaba a su destino Josefa divisó a lo lejos un grupo de figuras moviéndose y acurrucándose unas con otras, era un poco difícil identificarlas, pero mientras ella mas se aproximaba más clara era la imagen,los diez cachorros que conformaban esta masa no dejaban de moverse intentando encontrar el lugar más tibio entre ellos y los pocos harapos que parecían envolver algo mas grande. Al pasar junto a ellos algo más llamo su atención, de entre los harapos una mano temblorosa se alzo mostrando la palma hacia arriba tomándola por sorpresa y haciendo que se detuviera frente a la persona que acompañaba a los cachorros. Tenía un aspecto descuidado, su piel estaba oscura por la suciedad acumulada del vivir en las calles, su cabello era largo enredado al igual que su barba, dando paso a una apariencia que muchos encontrarían repulsiva, pero su mirada tenía algo diferente que hacia su aspecto pasar desapercibido, sus ojos reflejaban desesperación como pidiendo a gritos ayuda, pero a su vez se observaba la bondad y humildad de un ser abandonado e ignorado por una sociedad de nómadas programados a una rutina infeliz.

-Tengo hambre- Dijo el sin miramientos.

-No llevo nada para darte...- Respondió ella sin el más mínimo tono de arrogancia. El resto de lo que quería decir quedó atrapado en sus labios, y no supo si fue por ganas de ayudarlo o por la mirada de él, pero su mano simplemente se extendió para ayudar a levantarlo.

Él la observó un tanto confundido, pues lo único que esperaba era una simple limosna sin embargo tomó la mano ofrecida para así levantarse del húmedo pavimento.

-Puede darme dinero, sino lleva comida- Dijo él una vez de pie con un tono suplicante.

-Vamos a mi casa tengo comida y ropa para darte-

El asombrado por la respuesta contestó -¿Está muy lejos?, no creo que pueda caminar mucho- Reflejando algo de duda.

-Está a un par de cuadras, te ayudo a caminar-

Tras la increíble propuesta hecha por ella nunca antes ofrecida por nadie, el hombre embosó una forzada sonrisa que apenas pudo sostener unos segundos. Aún cuando algo dentro de él le hacía preguntarse si podía confiar en un desconocido, ¿pero qué podía ser peor de lo que ya estaba viviendo?

Josefa intuyó que este gastado y triste intento de gratitud se debía a su notable cansancio por el maltrato de la vida, sin embargo al verlo dar los primeros pasos tambaleantes, supo que algo más pasaba. No quiso preguntar para no volver la escena más incómoda, simplemente lo tomó sobre su hombro y le pidió que se apoyase en ella para dar inicio al andar que lo llevaría a un lugar mejor.

De manera inmediata las colas de sus fieles compañeros comenzaron a bailar de un lado a otro intuyendo que algo bueno pasaría, pues eso era lo que reflejaba el aura de la señora que caminaba junto a él. Rápidamente el paso de los cachorros se unió al de la pareja insinuando que estrían allí para protegerlos.