Este niño es Aylan, tiene 3 años y murió ahogado escapando de la guerra. Es extraño, porque está muerto pero nos grita en la cara. Y la foto está bien, porque no muestra su carita directamente. Tal vez si lo hiciera, me daría cuenta de que este niño soy yo, de que este niño somos todos. A la vez, a este niño lo maté yo, y lo matamos todos. Un gran poeta inglés, John Donne, escribió “La muerte de cada ser me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad. Por eso, no preguntes por quién doblan las campanas. Están doblando por ti”. Pero esta humanidad se está yendo a la mierda. Parecemos todos unos pequeños hijos de puta andando de aquí para allá a toda velocidad como hormigas rojas, una marabunta solo en busca del control remoto, la cerveza de los viernes y el cuerpo de turno para que nos satisfaga.
Apenas existieron dos hermanos en el mundo uno mató al otro. Desde entonces, todos somos Caín y todos somos Abel. ¿No lo crees? Mira la foto de nuevo.
No voy a entrar en discusiones inútiles adonde los agnósticos y ateos muchas veces me quieren llevar, preguntando dónde está Dios, etc. Yo no lo sé, eso me supera, solo soy una de las hormigas y no puedo de ninguna manera imaginarme que piensa Dios cuando me observa. Pero sin embargo, aun creo en esa chispa de bondad, de misericordia, que de alguna manera fue infundida y yace en lo más profundo del hombre. Porque Caín sabía que había hecho mal, y por eso escondió el cuerpo de su hermano. Esta foto es hoy para el hombre como encontrar el cuerpo de Abel. Nos desnuda y nos deja ver lo que somos. Chau, me voy a llorar al baño, porque tengo hijos de 30 años que siguen siendo bebés y tengo nietos que son bebés de verdad. Ojalá podamos salir de esta espiral descendente hacia los infiernos, para que no encontremos más bebés ahogados al borde del mar.