Hace dos años estuve realizando suplencias en una zona rural de Venezuela. Una zona devastada por la delincuencia, una zona que perfectamente podría ser productiva en agricultura era un lugar donde se albergaba la pobreza extrema y niveles de inseguridad tan altos que para los niños era normal escuchar detonaciones y atinar el nombre del arma que las generaba.

Era común ver a los niños desayunando un poco de yuca con mantequilla o mangos. Muchas veces se llegaron a desmayar por que no tenían ni eso para calmar su hambre. Sin embargo el personal de la escuelita se preocupaba por la situación y muchas maestras compartían sus alimentos con los niños.

En tercer grado me llamaba mucho la atención el comportamiento de un niño, era callado, disciplinado y aunque le costaba leer y escribir, hacia un gran esfuerzo y se dejaba ayudar. Se llamaba Jhorman.

Jhorman acudía diariamente a la escuela, hacía sus actividades y hasta colaboraba con la limpieza del aula, un día el niño llega a la escuela con unas cholas (chanclas) que aquí se les llama "petroleras" por ser un calzado muy tosco y de baja calidad. Jhorman tenia sus cholas remendadas con grapas y en muy mal estado... Esto provocó burlas entre sus compañeros, la maestra los hizo reflexionar y pararon de hacerle bullying.

Ese día en la tarde la maestra nos comenta al resto la situación, no sabia que hacer, pues ella no contaba con los recursos para financiar un par de zapatos para ese niño.

Yo me fui ese día a casa pensando que solución se le podía dar, de verdad me dolía cada vez que pensaba en esa situación y admiraba su valentía y determinación por ir a la escuela a aprender sin importar que no tuviera que calzar.

Se me ocurrió hacer una campaña vía instagram y conseguí el apoyo de muchas personas. Influencers del mundo deportivo se dedicaron a difundir mi publicación y no conseguimos un par de zapatos...