Ya han pasado tres semanas desde que decidí emprender esta aventura. Llevaba tiempo sin comunicar nada ya que la última quincena de Agosto, fue tremendamente aburrida.
Apenas tuve cosas que hacer, limpiar el edificio, atender algún que otro vecino y estar atento de los chavalillos que se intentan colar por las noches en los portales para hacer el " botellón ". Bueno, cómo algo reseñable, las chícas del sexto, las escuché llegar el pasado jueves de fiesta ( para relajarse de los exámenes, supongo ) a grito pelado y con voces ebrias... Eso sería fantástico ( son unas zagalas joder, están en la edad ) si no fuese porque a la mañana siguiente, cuando me disponía a realizar mis labores matutinas, encontré una vomitona de dimensiones oceánicas en el ascensor.
A esas cosas, en tres semanas ya me he acostumbrado. La gente es bastante cochina, puerca, cerda, guarra o cómo lo queráis llamar. Me he dado cuenta ( aunque esto suponga lanzar un dardo hacia mi propia generación ) que las personas jóvenes son las más maleducadas. Me refiero en todos los aspectos, ya sea en educación ( dar los buenos días, sujetar la puerta ... ) o higiénicos ( fuman dentro del portal, tiran envoltorios de chícles por el suelo ... ).
Hoy 15 de Septiembre, he decidido desahogarme mediante este medio, ya que ha sido un día de lo más absurdo, grotesco y anécdotico. Sin duda, el día que tenga hijos ( Si es que Dios o los Aliens me ofrecen su bendición ) esta será una de las historias tipicas que contar. Os escribo ahora, las 24:00 horas, porque ahora soy capaz de argumentar, sintetizar y explicar lo que ocurrió.
Durante la última semana, entablé muchísima amistad con una sexagenaria, Doña Jimena. Es una mujer muy simpática y dicharachera, todos los días se queda hablando conmigo una media hora. Siempre me habla de su gatita Katy, de lo obediente que es, recordándole muchísimo a su perro de la infancia, Toby, un pekinés de raza pura ( como ella decía ).
Doña Jimena solía bajar todos los días a comprar " chucherías " a Katy. Por lo que me comentó, no la gustaba salir mucho de su casa ( delegaba la compra en su hijo, que la visitaba dos veces por semana ). Tenía la suerte de tener una tienda de animales a 15 metros de nuestro edificio, justo cruzando la acera.
Hoy me extrañó que no hubiese aparecido aún por la portería ( eran las 12 am y suele estar por aquí a las 11 ). Pero pronto mi intriga sería disipada, ya que unos grítos provenientes del ascensor hicieron eco por todo el portal:
- ¡ Julio ! ¡ He perdido a Katy ! - Mientras se secaba las lágrimas. - Temo que el perro de Don Marcos le haya hecho daño o lo haya devorado... - Mientras sollozaba.
Don Marcos era el vecino inmediato de Doña Jimena. Ambos vivían en el séptimo ( A y B ). Él era un jubilado de 72 años solitario. Al parecer, se dió a la bebida hacía unos 15 años, provocando la ruptura con su madre y el aislamiento total con su único hijo, que a sus 40 años no quería saber nada de su padre. Tampoco quise indagar en los pormenores de ello.
Según me contó Ismael tres días antes ( El hijo de Ángel, el dueño del Bar ),Don Marcos era una persona bastante problemática que había tenido distintos altercados ya no sólo en la comunidad, si no en el bar o en el Supermercado.
Destacaba una vez que se enfrentó contra su padre, ya que al no querer éste servirle un trago más ( por la cogorza quinceañera que debía llevar ), Don Marcos intento pegarle un puñetazo, pero sus reflejos de borrachuzo hicieron que golpease a un chico que estaba justo al lado. Todo quedaría ahí si no fuese porque ese " chico " era un conocido Neo-Nazi de la zona ( el tuercas ) que estaba de parranda con sus " compis ". Por lo que me contó Ismael, el " bueno " de Don Marcos se paso un mes en el Hospital con desprendimiento de rótula y rotura maxilar.
- No se preocupe Doña Jimena, ahora mismo subimos a hablar con él. - Respondí. - En caso de que no tenga nada que ver, le prometo ayudarle para buscar a Katy.
Mientras subíamos en el ascensor hasta el séptimo, en mi cabeza rondaba la idea de que la pobrecita gatita estuviese muerta de miedo en una esquina de la casa de Don Marcos, mientras su Doberman atacaba sin piedad a la delicada Katy. Intentaba calmar a Doña Jimena, diciéndola que todo iba a salir bien, cuando llegamos a la puerta de Don Marcos:
- ¡Din Don ! - presioné el timbre . - Hola Don Marcos, soy Julio, el conserje, estoy junto a Doña Jimena, ha perdido a su gatita Katy y no sabemos si puede haberse " colado " en su casa. - Mientras afinaba el oído intentando captar algún maullido o gruñido perruno.
Derrepente se abrió la puerta, Don Marcos se encontraba con una bata ( creo que semi-desnudo ) y con una copa de Whisky en la mano. Su perro se encontraba en la puerta, y qué cojones, parecía de lo más amaestrado del mundo. Era curioso, ver como el perro atendía a todas las órdenes del dueño sin pedir comida o caricias a cambio.
Su perro se ha comido a mi gatita, ¡ sinverguenza ! - gritó Doña Jimena. - Sea usted un hombre y al menos devuélvame el cadáver de mi pobre gatita, ¿ acaso el monstruo de su perro se la ha comido ? - mientras su huesudo y artrósico dedo señalaba al pobre perrito, que ante los gestos efusivos e intimidatorios de Doña Jimena, que arqueaba las orejas de forma sumisa y apenada.
Mire señora, su gato no ha estado en mí casa. - Mientras nos invitaba a entrar en su casa. - Es más, porfavor, revise todo mi piso para que se quede usted más tranquila.
Me sorprendió que alguien a quien definían como un ser uraño, irritable y mezquino, tuviese tanto temple y buenas maneras. ¿ Y si se había cargado el gato y no le importaba que entrasemos porque ya estaba escondido ?. En ese momento estaba demasiado influenciado y debo reconocer que era totalmente subjetivo. En mi trabajo no puedo " oficialmente " posicionarme a favor de un vecino u otro, siempre debo ceñirme a las normas comunitarias, pero interiormente creía que este señor era un " Dexter " de mininos, su frialdad cual roca a -30 grados no me pasaba inadvertida. ( El por qué de su frialdad, lo explicaré más adelante, en otros capítulos, ya que vale una mención exclusiva por ello ).
Estuvimos buscando al minino en la casa aproximadamente 20 minutos, revisamos los rincones, la terraza, la cocina... nada, ni rastro. Doña Jimena se encontraba aún tensa y rezaba en voz baja, casi a susurros palabras indescifrables. Me despedí de Don Marcos con un apretón de mano pidiéndole disculpas por la interrupción mientras acariciaba el lomo de su Doberman, Malky ( una dulcura de can ).
Doña Jimena no para de llorar y yo cada vez me sentía peor:
Tranquila Doña Jimena, usted vaya a casa tranquilamente, yo seguiré buscando a Katy por todo el edificio. - Mientras en una actitud familiar, casí como la de un nieto con su querida abuela, apoyaba mi mano en su espalda y la ayudaba a meterse en el ascensor.
Gracias hijo, no sé que haría sin tí. - Mientras sollozaba. - Pero sigo pensando que mi Katy ha caído presa del depravado de Don Marcos.
¡ No diga eso mujer ! - argumentaba intentando quitarle hierro al asunto. - Katy es una gatita, es muy común que se vayan a veces largas temporadas de casa, muchas veces es por el propio celo, buscan aparearse y para buscan zonas dónde haya muchos gatos, generalmente callejeros. - Mis cejas y mis gestos faciales, hacían denotar conocimiento del tema, pero no dejo de ser un Catedrático de barra de bar con aspiraciones frustadas.
Con estas últimas palabras, conseguí el efecto deseado y Doña Jimena se fué a su casa. Ahora empezaba mi tarea, encontrar a un jodido Pekinés en un edificio de 8 pisos a razón de dos pasillos por piso.
De ese día solo recuerdo el sudor que emanaban mis sobacos, no podía haberme duchado por la mañana por despertarme tarde y con el calor y mi entrega en la " Búsqueda del gatito perdido " empezó a oler a macho ibérico versión piménton picante. Pregunté apartamento por apartamento, rebusqué entre las bolsas de basura ( si amigos, entre la puta mierda ajena ), casí me mato bajando al sótano dónde se encuentra la instalación general del gas y examiné todos los bajos de los coches habidos en el garaje.
Con deciros que sin ni haber ido a comer, me habían dado ya las 7 de la tarde y seguía buscando a Katy. Para mí, había dos opciones:
⦁ Se había escapado y estaba echando casquetes gatunos.
⦁ Se encontraba escondida por algún lado de la comunidad, lo que era buscar una aguja en un pajar, si un gato se quiere esconder, no lo encuentras.
Subí a casa de Doña Jimena, sobre las 8 de la tarde, totalmente decepcionado y agotado física y mentalmente. Me daba mucha pena no poder llevarle a Katy, pensar que una pobre señora que vive sola pierda su única amiga, me hacía trizas a nivel interno. Llamé la puerta y esperé unos segundos, justo abrió un hombre de mediana edad ( rondando los cuarenta y pocos ), de buen aspeto y con corbata y traje.
Hola, buenas tardes. - mientras apretaba efusivamente mi mano. - Soy Mario, el hijo de Doña Jimena.
Hola, un placer conocerle Don Mario. - mientras miraba al interior para ver si estaba Doña Jimena. - Tengo malas noticias, no he podido encontrar aún a Katy, la gatita de su madre.
¿ Otra vez ?. - Dijo él mientras sonreía.
¿ Suele escaparse mucho ? - dije. - Es algo típico en los gatos.
Vas a tener que perdonar a mi madre, Julio. - Mientras movía de un lado a otro la cabeza. - Mi madre tiene un desordén mental el cual le provoca alucinaciones, está medicada y ahora mismo sólo tiene la alucinación de poseer una gatita llamada Katy. La dejamos que le compre " comida ", etc, así ella se mantiene entretenida y no hace daño a nadie.
Don Mario me invitó a pasar para saludar a su madre, la verdad, me había quedado muy pillado, había desperdiciado todo el día y encima tenía sentimiento de culpabilidad por un gatito que ni tan siquiera existía. Me acerque a ella sonrientemente:
- ¡ Hola Doña Jimena ! ¿ Qué tal se encuentra ?. - Mientras echaba un leve vistazo con la vista a la habitación.
Ella estaba con un ovillo de lana, cosiendo unos patucos o algo similar mientras veía " Sálvame " . Se la veía tranquila, cómo si no se acordase o no le importase lo ocurrido con su imaginaria " Katy ".
Por fin, se dio la vuelta y empezo a mirarme sonriendo.No se porqué miraba a la altura de mi cintura, por un momento pensé que estaba mirando de forma golosa mi paquete ( menudo guarrete estoy hecho ). Acto seguido, se levantó en un santiamén del sofá ( como si de una plusmarquista atlética se tratase ) abalanzándose contra mis brazos:
- ¡ Katy ! ¡ Katy ! ¿ Dónde la encontraste ? - a la vez que cogía " algo " de mis manos vacías y lo acariciaba.
Fue un momento de total desconcierto, miré a su hijo que se encogió de hombros cómo diciendo " Esto es lo que hay, macho ". Aún así, tengo experiencia con personas mayores aquejadas de problemas mentales parecidos, así sabía lo que tenía que hacer:
- Doña Jimena ¡ Que suerte hemos tenido ! La pobre katy había quedado atrapada en el hueco del ascensor, donde la " Sala de máquinas ". La escuché hace un ratito maullando a la pobre pidiendo ayuda desesperada. ¡ Aquí la tienes !
Doña jimena, mientras lloraba de alegría, empezó a abrazarme y a decirme que gracias a mí iba a ser la mujer más feliz del mundo.
Qué extraño es sentirse feliz por ayudar a una persona, aunque sepas que es en algo " ficticio " que jamás ha existido. Pienso que es algo que hemos perdido los jovenes actuales, no tenemos esa capacidad de " comunidad " de " respeto " que sin duda nuestros mayores mamaron desde la cuna.
La vuelta a mi piso ( ya eran las 9 ) fue impresionante. ¿ Os acordáis de cuando todo el mundo me aplaudió contra el mangante calipero ? Bueno, eso no fue ni la mitad de enorgullecedor y satisfactorio para mi cómo fue devolverle la sonrisa a Doña Jimena.
Aquí lo dejo por hoy, apenas dormí ayer y hoy ha sido un día precioso, extraño y que me ha servido para apreciar con más behemencia lo hermoso que es vivir cuando sabes hacer feliz a los que te rodean... También para no criticar a los demás por las apariencias o por los errores que hayan cometido en su vida ( cómo es el caso de Don Marcos )...