El lobo que aullaba a la luna equivocada.

in spanish •  6 years ago  (edited)

El lobo que aullaba a la luna equivocada

Una vez me construyó un altar. Fue hace tanto… lo recuerdo perfectamente: un jardín de hortensias lo rodeaba y, en el centro, un manto blanco reposaba. Allí era donde me invitaba a jugar y donde nuestras travesuras se concretaban. Allí nos conocimos. En la inocencia de la juventud. Allí la pureza se hizo carne. Quién iba a pensar que en ese lugar un lobo y una oveja se unirían como una sola especie. Nos amábamos. Me atrevo a decir que ambos estábamos saciados por el otro. Yo admiraba a ese lobo. Era más grande que yo y, sin duda, más audaz. Sus ojos tenían un frenético color azabache. En la profundidad de sus ojos me podía observar: tan pequeña, tan frágil. Y él, tan lleno de energía, tan deseoso de la vida. Aprendí de su perspicacia pero nunca la puse en práctica; nunca pensé que la necesitaría, un lobo tan fuerte como él era capaz de proteger de cualquier nimiedad a esta oveja. Así que me confié, pero sí hay algo que aprendí: aprendí a depender de él. Con esos ojos podía ver cómo quería devorarme, ¡y sí que lo hacía! Tan dulce y voraz, delicadamente degustaba cada parte de mí, recorriendo totalmente cada rincón de mi diminuto cuerpo hasta atiborrarse por completo. Al terminar, solía aullar, sus aullidos eran los cánticos más hermoso, esos cánticos que ninguna otra oveja podría disfrutar. Me sentía importante, nadie en este mundo podría ser tan dichosa como yo. Yo era todo lo que ese lobo querría… o eso solía creer.

Entre tantas de sus proezas, solía decirme que yo era la oveja con la tez más hermosa y perfecta. Así que, para demostrarme su compromiso, me prometió la unión eterna bajo la luz de la luna llena. Al culminar la ceremonia nupcial, señaló hacia la luna diciendo:

—¿la ves? Tú eres como ella, blanca y hermosa y, a la vez tan misteriosa. Tú me recuerdas a la luna llena—

Nuestros días posteriores a este pacto divino fueron los más hermosos, los más sublimes. El lobo sustituyó su apariencia despiadada por una dócil y protectora. Me sentía tan segura de la vida, tan afortunada. Sin embargo, qué efímeros son esos recuerdos ahora pero qué punzantes fueron en su momento. Es que mi confianza fue mi destrucción. Las noches siempre me atemorizaban, esas transiciones entre el día y la noche me ponían los nervios de punta, las odiaba; pero era la noche lo que más me horrorizaba. El lobo ya lo sabía, así que trataba de cazar de día y ya, en el atardecer, llegaba a resguardarse en nuestra morada. Él permanecía allí conmigo, me brindaba su calor y me miraba como diciendo:

—Yo estoy aquí, no tienes por qué temer—

Él apaciguaba mis miedos, me hacía sentir segura y protegida. ¡Qué remotos aquellos días! Un día, ya al finalizar la tarde, el lobo no regresó. Y allí todo lo que un día solía ser un paraíso se convirtió en un flameante infierno. El lobo llegaba de madrugaba, sin explicaciones, ni una sola palabra salía de su boca, solamente un suspiro lo acompañaba al llegar. También cambió su forma de ser conmigo; ya no era ese dulce, plácido y protector individuo que solía amarme apasionadamente y el cual me exaltaba como su mayor prioridad. Se veía, en sus expresiones, ya esta oveja le fastidiaba. Un día dejó de dormir a mi lado, así que, aparte de insegura, me sentía sola. El juramento que alguna vez hicimos bajo la luz tenue de una hermosa luna llena eran solo palabras que fueron echadas al vacío sin validez alguna. O al menos así fue para él. Los días se convirtieron en noches, ya todo para mí era tétrico y sombrío; la luz que tanto amaba vislumbrar ahora odiaba que irradiara en mis ojos. No salía de mi aposento. Me hundía en mis penas y amarguras.

El lobo aparte de quitarme mi seguridad se robó la tranquilidad. Su imagen cambió por completo, se convirtió en un ser más despiadado y codicioso. El color azabache de sus ojos a veces cambiaba a un color carmesí que muchas veces me hizo pensar que no eran la misma persona. Ya no había ternura en su mirada, todo lo que podía describir en ella era odio, eso era: odio. Él comenzó a odiarme. Pero todo esto tenía una razón, obviamente, tenía que haber una razón para un cambio tan radical, y creo que ya se lo imaginan: sí, una loba. Y ahora que lo pienso, qué tonta fue esta oveja enamorándose de un lobo encubierto, un lobo que de noche se vagaba probando otras carnes, un lobo ladrón de fantasías y vividor de soledades. Ese lobo, siempre tuvo una loba, una loba que me desgarró el alma. Es que el lobo nunca amó de verdad a esta oveja; me gusta creer que sí, pero sus infames actos demuestran lo contrario. Qué tonta fui al pensar que dos especies tan distintas podrían amarse tan fervientemente, obviamente todo fue un engaño.

¿Por qué duele más saber que la loba estuvo presente en su vida que saber todas las perversidades perpetuadas por el lobo?

¿Por qué culpar a quien quizá nunca fue culpable y seguir con el pecho abierto a aquellos que nos han satanizado el alma con sus actos?

El lobo se fue, la carne de esta oveja nunca fue lo suficiente para satisfacer su infortunada existencia. La loba era más sabia, más astuta; yendo de lobo en lobo, amando a uno, ligando a otro. La loba era una experta y fácilmente me lo arrebató de las manos. Y aquí sigo yo, llorándole su partida, porque esta oveja ya se acostumbró a sus heridas y no ha olvidado que, para ese lobo, nunca fue su luna favorita.

🦋 Suvasquez 🦋

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Me encantó como plasmaste de manera tan artística un tema y sentimientos tan reales. Excelente post y muy bonito el estilo que le das, exitos.

Así es. Un besote 😘

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Cuantas, pero cuantas hemos vivido tu historia @suvasquez, yo ya quedé con el cuerpo lleno de cicatrices, y cada una me recuerda lo vivido, ya no duelen, ni los recuerdos, pero le agradezco a aquel lobo despues de todo que me hizo fuerte, y ahora ya no soy una oveja inocente, ahora lucho como fiera y defiendo lo mío peor que hiena.

Lo importante es salir adelante, aprender de los errores y evitar que estos vuelvan a repetirse. Todas las cicatrices, por más duras que hayan sido, con el tiempo son sanadas y nos recuerdan los eventos del pasado, solo es cuestión de nosotros aprender lo vivido por seguir pecando. Gracias por tu comentario, ¡un abrazo grande!

Las cicatrices siempre quedan como un recordatorio para no volver a tropezar con la misma piedra.