Mientras reinaba Artajerjes en Persia, yo, Esdras, del linaje sacerdotal de la tribu de Leví y escriba de profesión me encontraba trabajando para el Rey. Aunque mi posición me tenía en una situación cómoda podía sentir un peso grande por la situación de mi pueblo. El día llego cuando por fin pude hacer el viaje de regreso a la tierra de mis padres donde podría hacer algo en beneficio de mi pueblo.

Este texto relata cómo fue mi viaje y por qué fui a Israel, además de cómo la bondadosa mano de Dios estuvo conmigo. Mi conocimiento de la Palabra de Yahveh me será de gran utilidad pues mi intención es que mi pueblo se vuelva a la Ley y obedezca los mandamientos y decretos del Señor nuestro Dios. En cierto sentido me siento como un pastor recién llegado a una congregación que, por mucho tiempo, ha estado sin uno.

Los viajes en esta época no son sencillos pues hay muchos peligros, no solamente de bestias salvajes sino también de contrabandistas, ladrones y otros peligros más, existe la posibilidad de perder la vida durante un viaje. Además, conmigo viaja una gran cantidad de personas incluyendo algunos sacerdotes, músicos, trabajadores del templo etc. Nuestro pueblo ha estuvo por mucho tiempo sin Templo, recientemente se reconstruyó el que los Babilonios destruyeron antes de deportarnos.

El viaje duró aproximadamente 4 meses, salimos el día primero del mes primero y llegamos el día primero del mes quinto. ¡Jerusalén! La ciudad de Dios, la ciudad donde adoramos a Dios llegar aquí me hace sentir en casa, entre paisanos. Pero estos hermanos míos que aquí viven necesitan escuchar, aprender y obedecer la Ley. Debido a que anteriormente no obedecimos la Ley fue que Dios nos envió al exilio, ya que estamos de vuelta no podemos caer nuevamente en este error.

Yo no vine aquí de vacaciones, no vine tampoco a gobernar o a empezar un negocio para eso pude quedarme en Babilonia, viene a cumplir con una labor, con un ministerio, con un llamamiento. Pero ¿cómo?, ¿Cómo hago yo para pastorear a este pueblo?, ¿Qué tengo yo que no hayan tenido los anteriores?, ¿Cuál es la forma, el método y las herramientas para ser un buen pastor? Por supuesto, la Ley, el estudio y el ejemplo.

Lo que quiero hacer, lo que realmente debo hacer es que mi corazón esté preparado para profundizar en la Ley de Dios, no es simplemente conocerla superficialmente, ni siquiera a un nivel medio, es conocerla a profundidad, inquirir en ella. Además debo cumplirá, nadie me creerá ni quiera obedecer la Ley si yo mismo no lo hago. Eso pudo haber sido lo que sucedió en el pasado, se hacía lectura de la Ley públicamente y la gente escuchaba pero si los sacerdotes y reyes la desobedecían constantemente ¿Quién del pueblo querría obedecer?

El ejemplo es importante así que, tengo que demostrar con mi vida lo que creo. Pero eso no se puede quedar allí, el conocimiento de Dios y de sus mandatos no es un patrimonio privado, debe ser compartido. Como tarea final debo enseñar al pueblo estos mandatos y debo hacerlo de forma clara y contundente de este modo el pueblo conocerá a Dios y obedecerá y lo que sucedió, el exilio, no volverá a pasar.

Yo Esdras durante este viaje a este lugar de ministerio he propuesto en mi corazón inquirir en la Ley de Yahveh mi Dios, vivirlos día a día y enseñarlos a mis hermanos para que juntos experimentes las abundantes riquezas que en ellas se encuentran.

Estar en los zapatos o más bien sandalias de Esdras hace sentir temor, pero al tener conmigo la Palabra de Dios y disposición que él tuvo creo que sería reconfortante y fortalecedor pues, pasara lo que pasara, sería fiel al Dios que me llamó.

Hoy, en el siglo 21, los pastores nos encontramos con la misma responsabilidad, el mismo peso pero también con el mismo método, las mismas herramientas y el mismo Dios. Nuestro deber es principalmente profundizar en las Escrituras de modo de conocer cada día más a Dios y su voluntad. Unido a esto está el ser un ejemplo a la comunidad, nuestra vida debe reflejar a Cristo y ser un modelo a seguir.