Minuto 26

in spanish •  7 years ago  (edited)

Una mañana mientras el sol estaba en su máximo esplendor Santiago decide ir a la playa, mientras transcurre el desayuno pide a su familia que se aliste y se dirige a prender el auto.

Este maneja unos 45 minutos hasta la zona costera y ya estando allí se dispone a disfrutar el día. Santiago ve como sus 2 hijos juegan en la arena mientras él y su esposa disfrutan de unos cocteles para refrescarse, luego de esto se dirigieron todos a la playa y allí la pasaron deliciosamente jugando a las luchas y nadando.


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El día avanzaba maravillosamente, los niños se divertían mucho, Santiago y su esposa comparten una buena charla y ya entrando la tarde este escucha el grito ensordecedor de una mujer que decía !mi hijo, mi hijo! mientras señalaba a él mar con mucha angustia, en eso saltan dos socorrista para buscar al niño de siete años, mientras los dos hombres nadan rápidamente una ola envuelve al niño haciéndolo desaparecer de la vista de todos, los gritos de la mujer se tornaron desgarradores, su desesperación la transmitía a todos los turistas que veían con cautela todos los cambios del mar.

La mujer ya no tenía voz, esta fue apagada por las innumerables lágrimas que se desprendían de sus ojos, era un llanto agobiante tanto que se seguían escuchando en el viento. La gente conmocionada sigue en la espera de que encuentren al niño en las profundidades del mar, muchos recogen sus cosas y buscan rápidamente a sus niños para evitar presenciar aquella escena desgarradora.


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El niño aun consiente arrastrados por las olas, poco a poco siente inmensas ganas de desistir, su pequeño cuerpo siente él agotamiento, sus pulmones comienzan a llenarse de agua, su ritmo cardíaco se acelera y su cuerpo baja la temperatura. El sistema nervioso pierde funcionalidad, ya el cuerpo del niño se está apagando y poco a poco este es llevado a las profundidades en la espera de morir ahogado.

Los socorrista por su parte siguen nadando vigorosamente para llegar al niño, ellos se sumergen y después de 12 minutos, uno de los socorristas saca la mano del agua en compañía del niño inconsciente, este nada lo más rápido posible a la orilla, inmediatamente al llegar allí salen los rescatista a ayudarlo.


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Santiago por ser paramédico se acerca de inmediato, ve que el niño aún sigue inconsciente, sus labios son de color azul, no respira, su pulso es muy débil y no responde a estímulos, este inmediatamente comienza ayudar e inicia la reanimación cardiopulmonar antes de que llegue la ambulancia.

Los minutos siguen corriendo y Santiago sigue fervientemente la resucitación, el apegado a su fe no se rinde y pide a Dios poder salvar la vida al pequeño, tras diez minutos él niño no muestra signos de vida.

Santiago aún no se detiene, su fe lo mantiene firme en su loable labor, al minuto 26 el niño comienza a toser y sale dentro de sí muchísima agua, poco a poco el niño da bocanadas de aire, aun con dificultad respiratoria comienza a recuperar la conciencia, su ritmo cardíaco se normaliza y las tonalidades azules de su piel se comienzan a desvanecer, los socorristas abrigan al niño para que este no sufra de hipotermia y le colocan oxígeno, su madre que aún sigue aterrada con la situación recobra un poco de fortaleza y le dice a su pequeño hijo que todo estará bien, mientras esto ocurre a lo lejos se escuchan las maravillosas notas de una ambulancia, velozmente suben al niño y lo llevan al hospital.

La multitud aplaude y se muestran sollozos al presenciar esta gran hazaña, muchas sonrisas de alegría se aproximan a felicitar a Santiago, su heroísmo y perseverancia son los protagonistas del momento, salvar la vida del pequeño no fue una elección fue un hecho, eso era lo que debía pasar en ese preciso instante donde el mar, el niño y Santiago dieran un paso más hacia la vida.

Luego de marcharse la ambulancia Santiago se dispone a recoger sus cosas y llevar a su familia a casa, aun con las manos temblorosas y con los nervios de punta este agradece a Dios y dice en voz alta; gracias Dios mío, gracias por darme el poder de salvar la vida de aquel niño, gracias porque no fue uno de los míos y sobre todo gracias por darme la oportunidad de ir a mi hogar con este sentimiento enorme de satisfacción.

Santiago nunca olvidara aquellos 26 minutos que en un día tan inesperado se convirtieron en la experiencia más gratificante de su vida y nunca olvidara como la decisión tan repentina de ir a la playa cambio por completo el curso de los hechos de ese día.


A veces sentimos que lo que hacemos es una gota en el mar, pero el mar seria menos si le faltara esa gota.

                                                               Madre Teresa de Calcuta
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