Sam y El Libro Legendario - Capítulo 2 - [Ciencia Ficción]

in spanish •  7 years ago  (edited)

En aquella gran plaza llena de gente emocionada y un ambiente lleno de energía gracias al sol radiante y el cielo azul se hallaba todavía preocupado un joven. El joven que en aquel momento no podía evitar tener el corazón acelerado y los pensamientos volando en su cabeza, tratando de deducir la razón por la cual, a lo lejos del inmenso escenario que estaba frente a él, podía ver contrastando con el cielo azul, tal como la luna contrasta con el cielo cuando aparece de día, una inmensa bestia roja, cuya apariencia era sin dudas como la de un dragón.

Nadie, excepto él, parecía prestar atención a este hecho tan impresionante. Esto le causaba mucha frustración y empezaba a digerir una realidad un tanto escalofriante del mundo a su alrededor; la gente estaba completamente absorta en su mundo de fantasía, completamente inmersas en sus ídolos, y se rehusaban a salir.

Repentinamente, fuerte música empezó a sonar desde el escenario. Los espectadores empezaron a aplaudir y los más jóvenes a gritar con fuerza y algunos hasta llorar. Neblina empezó a cubrir el suelo de toda la plaza, saliendo aparentemente de la nada.

El cielo empezó a desaparecer frente a los ojos de aquel joven, comenzó a verse paulatinamente más y más gris hasta que no se podían ver el cielo, las nubes o la bestia que se hallaba afuera, y aparentes paredes empezaron a manifestarse de la nada, reemplazando la vista del cielo. “Qué… ¿Qué es esto…?... ¿un holograma?” dijo el joven, alterado. “¿Nunca has estado en un acto de estos o qué?” preguntó una chica a su lado y, antes de que él pudiera responder, le dijo: “Estas son proyecciones que nos dejan ver lo que Pitón Tóxica ve en estos desafíos”.

“Desafíos… proyecciones… entonces sí son hologramas, ¿Y todo esto son es sólo un estúpido juego?” pensó el chico, y preguntó: “Y… ¿en qué consisten estos desafíos? ¿Cuáles son los riesgos?”. “¿Vienes de la luna o qué?” replicó la chica y le dijo: “Cada desafío es distinto, a veces debes pelear contra horribles monstruos, otras, debes salvar a la hija de alguien del fuego… si no lo consigues… puedes quedar traumado de por vida, por las cosas horribles que tendrías que experimentar… Pitón Tóxica ha tenido que enfrentar muchas cosas de estas… como ver cómo secuestran a una pequeña niña a la que le tenía mucho cariño…”.

El chico la miraba sin ningún entusiasmo. “En pocas palabras, el tipo no corre ningún riesgo de nada y todo lo que hace es jugar jueguitos en realidades virtuales que los demás no están dispuestos a jugar solos… qué lindo. Y eso a la vista de todos lo hace un… `héroe valiente’…”pensó. “No voy a perderme aquello por esto” concluyó.

Con eso, pidió permiso para retirarse y comenzó a avanzar hacia una de las aparentes paredes, moviéndose entre la multitud con rapidez y un poco de torpeza. Algunos le gritaron cuando fueron tropezados por él.

“Vaya… qué histeria” pensó, “No me importa… no puedo perderme lo que está pasando afuera porque un montón de zombis no pueden ni siquiera apartar la mirada del escenario”.

Avanzó hasta finalmente llegar a la pared. Al estar frente a ella, se detuvo. La miró con bastante rechazo. Entonces, puso una mano sobre ella, y ésta se movió un poco más allá de donde aparentemente estaba, ya que no era un objeto sólido.

El chico extendió el brazo hasta que éste parecía estar “dentro” de la pared. Él admiró esto durante unos segundos. “Bueno, tengo que admitir que eso se ve muy bien” pensó. Luego de ella, empezó a caminar cuidadosamente, ya que no podía usar el otro lado.

Para su alegría, no había ningún árbol o persona frente a él, sólo el resto de la abierta y preciosa calle que rodeaba la plaza.
Entonces, pudo ver lo más importante para él en ese momento; aquella enorme bestia que agitaba sus imponentes alas mientras se mantenía flotando sobre los árboles del bosque a lo lejos. Él empezó a caminar en esa dirección.

Sin embargo, en ese momento sintió que alguien lo tomó del brazo y detuvo repentinamente, deteniendo repentinamente su paso. “Hey, ¿A dónde se dirige usted, jovencito?” escuchó el chico, aquella era una voz muy grave y desgastada. Él giró la mirada para ver quién era; se trataba de nada menos que un policía.

“Voy a resolver un asunto al otro lado del pueblo… no puedo quedarme” respondió. “¿Cómo te llamas?” preguntó el policía. “Jason” respondió él. “Jason, una vez empezado el show, no vas a poder entrar, sabes eso… ¿verdad?” preguntó el hombre.

“Sí, lo sé” respondió él. “Muy bien… en ese caso, puede irse” contestó el policía, soltándole el brazo. Él simplemente le agradeció al policía y giró la mirada de nuevo en dirección al bosque. “Qué raro… primer chico que no le gusta el show… debe ser extranjero. Eso explicaría el aspecto que tiene. Ojos grices y ropa moderna… con esa pinta no va a encontrar nada bueno yendo en aquella dirección” pensó el policía.

De modo que, con mucha determinación, Jason empezó a caminar en dirección al bosque.

Mientras tanto, la situación en aquel bosque no era en lo absoluto feliz. Sam se hallaba inclinada en el suelo, llorando. Su enorme sweater blanco se manchaba con el suelo lleno de tierra oscura y las lágrimas ya habían humedecido sus brazos.

El enorme libro seguía a su lado, y el gran dragón seguía elevado a la cima del bosque, justo sobre ella. “No puede ser… esto no puede ser…” decía con la voz temblorosa. Su suave voz era lo único que se escuchaba en el absoluto silencio del bosque.

Empezó a repasar y repasar todo lo que había sucedido; no le hallaba explicación. Empezó a culparse por lo sucedido. “Al ver que leía mis pensamientos debí haber tratado de suprimirlos…” pensó. “Pero… no es justo… no es justo” seguía pensando.

Entonces, para su sorpresa, empezó a escuchar las hojas del suelo moviéndose a lo lejos. Un ruido tras otro, su ritmo era como la de los pasos de una persona acercándose. Sam se asustó e inmediatamente tomó el libro y se puso de pie, con la cara enrojecida y llena de lágrimas y con la mirada seria, tratando de no mostrar debilidad.

Nuevamente Sam se sorprendió al ver acercándose a la ladera a un hombre mayor, haciendo bastante ruido, pues lo golpeaba su bastón contra las hojas y arrastraba los pies al caminar. Sam sólo lo miró con asombro mientras éste caminaba con lentitud. “¿¡Qué rayos hace un viejo en el medio del bosque!?” pensó.

El señor se detuvo en el borde de la ladera y, con una voz suave y cansada, dijo: “Sam… ¿puedes venir aquí, por favor?” preguntó. Sam se asustó y dio dos pasos hacia atrás. “… Disculpe… no sé quién es usted… ¿Cómo sabe mi nombre?” preguntó Sam, mirándolo con la cabeza inclinada hacia abajo y el libro sobre su pecho, en posición defensiva.

“Te escuché decir tu nombre ahora, desde mi casa” contestó el señor, moviendo su brazo tembloroso con lentitud para señalar una enorme casa que se veía a lo lejos. “Pero… ¿Cómo es posible?... si yo no hablé lo suficientemente alto al decir mi nombre…” dijo Sam.

“Eso no es necesario, yo oigo todo en este bosque… ” Contestó el señor, y añadió “También sé lo que has escrito en ese libro... ‘Erick tiene un gran dragón de mascota como el príncipe de Morior’… tu hermanito tiene una gran imaginación”.

Sam, anonadada, le dijo: “¿Y cómo ha sabido usted eso?”. Hubo un breve silencio, y, entonces, el señor dijo: “Porque yo soy el creador de ese libro”.

“¡No puede ser!” exclamó Sam. Entonces, luego de hacer una breve pausa, le dijo: “Pues, en ese caso… supongo que… podría acercarme…”.

Sam caminó con algo de apuro hacia el final de la ladera y empezó a subir, con algo de dificultad, hacia donde estaba él. Terminó de subir y se puso de pie un tanto lejos del señor, que era más bajo que ella.

El señor extendió la mano libre que tenía en dirección al libro y éste se salió con fuerza de entre los brazos de Sam y se movió por sí solo, abriéndose al mismo tiempo, hasta posarse en la mano de él, aun sosteniéndose aparentemente por sus propias fuerzas pues estaba sobre la débil, y pequeña en comparación, mano de aquel señor. Sam se hallaba sin encontrar palabras para todo lo que sucedía.

“Pareces ser una buena chica… así que voy a ayudarte, pero debes prestar atención” dijo el señor. Sam, sin palabras qué decir, simplemente asintió. “Lo primero que debes saber es que nada de lo que escribes se queda en el libro una vez cumplido, debes, por lo tanto, deshacerte de lo que no quieras con una nueva escritura” dijo el señor.

Entonces, sacó un bolígrafo muy hermoso, de aspecto antiguo de su bolsillo y empezó a escribir algo en el libro. Luego de eso, lo leyó en voz alta: “El dragón que hubo salido del libro retornó tranquilamente a él de inmediato”.

Inmediatamente, una fuerte ráfaga de viento que parecía venir de arriba de ellos golpeó justo donde estaban. Sam se inclinó asustada. Sin embargo, después de unos segundos miró hacia arriba. Lo que pudo ver la dejó pasmada.

El enorme dragón, con perfecta harmonía se alzó con rapidez hacia arriba y luego se inclinó hasta empezar a caer en picada en dirección a ellos, cubriendo justo donde estaba el sol por unos instantes.

Con brusquedad e imponente fuerza el dragón aterrizó en el libro, creando viento tan fuerte que empujó a Sam hacia atrás mientras ella se hallaba agachada y con su brazo cubriendo su cabeza en reflejo de lo que veía.

A la vez que el dragón llegó al libro, éste lo absorbió como si de un agujero negro se tratara. Con rapidez y violencia, el dragón se sumergió dentro de aquel libro y desapareció.

Al volver la mirada hacia el frente y ver bien lo que había sucedido, pudo ver que se hallaban todos los árboles de alrededor de ellos completamente pegados al suelo, quebrados. Sólo quedaba a su vista el suelo lleno de árboles y el señor mayor, que no se había movido ni un centímetro, aun sosteniendo el libro en sus manos.

Sam se puso de pie. Miraba la situación boquiabierta. El señor, entonces, le dijo: “Ven, acércate”. Sam se acercó de inmediato hasta él. “Me imagino que tienes muchas preguntas… puedes hacerme la que quieras” dijo él.

Sam estuvo en silencio por unos momentos, tratando de procesar la situación. Luego de pensar bien, le preguntó “¿Quién es usted?”. “Yo soy el ingeniero de esos dos seres que viste… soy el ingeniero de todos ellos de hecho, y por mi profesión se me conoce, pues nosotros no nos manejamos por nombre. Y esa chica es mi mejor cliente…” respondió el señor.

“¿Esa chica?... ella es ¿Una bruja?” preguntó Sam. El señor, al escuchar aquello, empezó a reír. “¿Bruja? Ustedes los humanos… tienen unas invenciones muy interesantes…” dijo él. Sam, sorprendida y un tanto apenada, preguntó: “Entonces… ¿Qué son?”.

“En palabras de ustedes… somos seres de otro universo. Sé que su especie tiende a darle misterio a las cosas que hacemos… pero no es más que simple tecnología” dijo el señor. Sam estaba pasmada con lo que él decía, “Todo esto es… ¿Tecnología?” exclamó. “¡Por supuesto!... ¿Qué esperabas?” respondió el señor. Sam pensó en lo que le decía por unos momentos más.

Sin embargo, en esos momentos retornó al centro de su atención lo que más le importaba en aquel momento; su hermano, entonces, con una mirada rogativa preguntó: “Señor… ¿me puede ayudar a recuperar a mi hermano?”.

El señor estuvo en silencio durante unos momentos, y entonces respondió: “Puedo ayudarte guiándote a través de todo el proceso… sólo si prestas suma atención y haces lo que te diga”. “¡Lo haré! ¡Lo haré!” exclamó Sam.

“En ese caso… lo conseguirás más rápido de lo que piensas” dijo el señor. “¡Muchísimas gracias!” dijo Sam. “Está bien… esto ya ha pasado muchas veces así que ya es tiempo de que alguien empiece a hacer algo” respondió él. “… ¿Otras veces?... ¿A qué se refiere?” preguntó Sam.

“Esa chica que viste… se ha hecho llamar Eveleste… ella no está satisfecha hasta ver a alguna criatura, de la forma que sea, sufrir en sus manos”, dijo él. “¿Eveleste?... pero… ¿No dijo que los de su especie no tienen nombre?” preguntó Sam.

“Así es… ella se ha hecho llamar de esa manera por todos los demás, usando el poder que le ha concedido el líder… en nuestro universo sabemos que ella se ha corrompido con la compañía de seres inmundos y violentos… y se ha querido hacer un nombre, como todos ellos” dijo él.

“Qué horrible… no puedo creer que mi hermano haya caído en sus manos… por culpa mía…” dijo Sam. “Recuerda, ella deseaba que esto sucediera, simplemente has estado en un mal momento” respondió él.

Ella lo miró conmovida, “Muchas gracias… le agradezco que me ayude, de verdad” dijo. El señor la miró con una muy leve sonrisa y entonces extendió muy lentamente la mano con la que sostenía el libro hacia ella. “Ten, tómalo, te diré por dónde debes empezar” dijo él.

Sam tomó el libro, lo miró, y luego regresó su mirada al señor. “Muy bien… la clave para cumplir con la comisión que se te ha dado, que es la de hacer que éste libro llegue a ser algo tan grande para su especie que llegue a ser una leyenda, es aprender de las personas de la actualidad que ya van avanzadas en ese camino… ¿Sabes a quienes me refiero?” dijo él.

Sam lo miró con confusión durante unos segundos, y le dijo “Uh… no”. “Es fácil, me refiero a aquellos hombres que ustedes conocen como ‘Héroes’” dijo él. Sam cambió su expresión de confusión a una de completo rechazo. “Oh no… no no no…” dijo ella.

“Es interesante tu manera de pensar. Dime, ¿Por qué a ti no te gustan?” preguntó él. “Porque todo el mundo los idolatra y creen que son la gran cosa y hasta se creen historias de ellos que no son ciertas… y ellos no hacen nada” dijo Sam.

“Y… ¿No te parece que eso es justo lo que necesitas?” preguntó él. Sam se quedó sin palabras por unos momentos. “Pues… supongo que no es mala idea…” dijo ella. “Ellos han podido lograrlo sin tener talento de verdad… tú, en cambio, tienes un libro con tecnología completamente desconocida para ellos… ¿no crees que, entonces, tienes una gran oportunidad de conseguirlo?” dijo él.

Sam estuvo pensando por unos momentos… “Tiene razón” dijo. Entonces, en ese momento, empezaron a escuchar a lo lejos la música proveniente del centro del pueblo, donde se hallaba el espectáculo que estaba a punto de comenzar.

El señor la miró con ánimo y le dijo: “En ese caso, ¡ve ya! Aprovecha la oportunidad, pues en el momento en que empiece definitivamente el acto, no podrás entrar”. Sam, pensando en lo que decía empezó a agitarse, “Sí, tiene razón… debo irme” dijo. “Cuando hayas terminado, regresa, yo estaré aquí” dijo él. “Lo haré” le dijo ella.

Entonces, Sam se giró en dirección al pueblo y empezó a correr para salir del bosque.

Después de un par de minutos, Sam salió del bosque y llegó a la entrada del pueblo, donde podía ver mejor el escenario. Cerca de ella, pero en dirección contraria, pasó con la misma velocidad Jason, quien se dirigía al bosque de donde ella provenía.

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Imágenes cortesía de: www.pixabay.com

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