Con “L” de… (Cuento corto)

in spanish •  5 years ago  (edited)

Alexa tuvo dificultad para encontrar la llave de la suite de su hotel. Estaba tan cansada y trastornada que ni siquiera tenía alma para esa pequeña y sencilla tarea. Fue Laura, su gran amiga, quien tomó gentilmente el pequeño bolso de sus manos y accediendo a la llave se apresuró a abrir la puerta y a entrar para acondicionar el lugar como si fuera ella misma el botones que recibía a su huésped.

La imagen de Alexa emergió de sí misma frente al espejo del recibidor y pudo ver su rostro por primera vez en toda la madrugada. Con las manchas del rímel y el polvo ya casi borradas de tanta lágrima. Con el gesto desencantado, frunciendo la boca y llevando el pulgar e índice hacia su frente en forma de “L”, se dijo de forma lenta y casi susurrando: “Loser”. Al llegar al sillón de la sala, alternando entre la tristeza y la ira, se tiró vencida de espaldas, para gritar con los puños apretados frente a su cara: “¡Es un estúpido!”

Laura, estoica, tierna y compasiva le dijo: “¡Sí, es un tarado!... Todavía tienes chance de cancelar todo”. “¡No we!”, contestó Alexa. “Saqué fotos”, continuó Laura con malicia. “¡Enséñamelas¡, ¡bórralas ya!, ¡no… deja las veo!”, dijo Alexa curiosa. Observó la primera foto, y llevó de inmediato ambas manos a su boca con asombro y vergüenza: allí estaba ella, sentada en el piso rugoso de concreto, de un cuarto sucio y maloliente, tomando a Roberto de la mano y besando su rostro lastimado a través de las rejas oxidadas del cuarto VIP de los separos de policía de San Martín del Dengue. Para ella, éste había dejado de ser el Pueblo Mágico de los panfletos turísticos y se había convertido en el “Pueblo Rascuache”. En otra foto, limpiaba el rostro de Roberto, con su propio pañuelo ya humedecido y moqueado. Recordaba cómo se rehusó a dejarlo solo y, logró convencer a la encargada del Torito que, pese a todas las normas del protocolo, accediera a sus ruegos y le permitiera acompañarlo. Incluso, les facilitó el ahora recinto nupcial, argumentando antes sus colegas, para justificarse, que ella sabía lo que se sentía. Después de esa eterna velada, al despuntar el alba, los padres de Alexa, que habían pasado la noche esperándola afuera, lograron convencerla de irse a descansar.

Al ver la última foto, Alexa pudo reflexionar, no había sido la primera vez que Roberto hacía algo parecido, ni habían sido pocas. Sin embargo, la ocasión era emblemática, significativa, decisiva. Se incorporó, y dirigiéndose, ahora con aire digno, a la alcoba principal. Dispuso de una helada botella de Champagne de la hielera, removió el sello de alambre con gran habilidad, aflojó el corcho y la dejó explotar, proyectándose al aire, en sintonía con un alegre grito de Laura y cómplices carcajadas. Sirvió un par copas y brindo con ella: “¡Si lo voy a cancelar!”, dijo. “¡Qué bueno que no alcanzó a llegar el wey!, ¡me lo quitó Diosito!”. Y exclamó levantando su copa con una sonrisa: “¡Por la libertad!”, lo hizo, y repitió la seña formando la "L" sobre su frente. Laura exaltada, imitó el gesto y agregó: “¡Siii! ¡Por la libre!”. “Ayúdame a quitarme esta cosa”, ordenó Alexa gentilmente. Y con actitud gallarda, frente al espejo de cuerpo entero, observó cómo, broche por broche, su compañera del alma desarticulaba el largo velo de tul, la discreta tiara de perlas y olivos, el otrora elegante vestido en nácar blanco. En hermoso y silencioso ritual, pasó al corsé, y así… hasta que nada recordara la fallida ceremonia. Cada prenda caída le permitía flotar un poco más. Cada lágrima fugada purificó su dolor.

Ahora fluía en su nueva decisión.

Por: Fiacro Hernández Alaffita-Tito 19/08/2019

Fuente de la fotografía:

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