Los carros y sus secretos
Primera parte
Estos son: los Hechos reales contados fantásticamente por uno de sus personajes “un carro” como victima y principal protagonista de eLos carros y sus secretos
Primera parte
Estos son: los Hechos reales contados fantásticamente por uno de sus personajes “un carro” como victima y principal protagonista de este relato.
Los hechos relatados en este cuento nos dejan ver sobre el abuso y maltrato a ese objeto a quien deberíamos considerar como el más útil y mejor amigo con que contamos, “el carro”
Los carros y sus secretos:
Hoy cumplí diez años de vida útil.
Para un carro que ha sido victima de manos tan destructivas, lo más natural es que me encuentre en el deplorable estado en que me ven o me imaginan.
Pero empecemos por el principio de mi trágica historia.
Para llegar a ser carro, un aproximado de diez mil personas participó en mi creación. Desde: diseñadores, ingenieros armadores, mecánicos, tapiceros, pintores, administradores, personal de vigilancia, y pare usted de contar.
Miles de fragmentos me conforman; desde pequeñísimos tornillos, hasta pesados motores, pasando por un complicadísimo sistema eléctrico de la mas alta tecnología: vidrios, puertas, asientos, llantas y un sin numero de piezas que para enumerarlas lo haremos con un: Etc…Etc…
Todo tipo de herramientas: manuales, eléctricas he hidráulicas pasaron sobre mí: martillos, sierras, llaves de todos calibres. Todas manejadas con gran maestría por los operarios y los modernos robots que componían el innovador arsenal.
En tiempo record, juntaron mis componentes y armaron una fuerte carrocería. Para ese momento mi apariencia no era muy atractiva y decidieron ponerme “bonito” me pasaron a unos túneles donde recibí toda clase de atenciones: me lavaron, me descontaminaron de posibles agentes químicos grasosos y sales oxidantes, luego me cubrieron con diferentes capas de pintura hasta que quedé “hermosísimo” en otro departamento me vistieron para luego colocarme un poderoso motor que me convirtió en un verdadero atleta, y… ¡listo!
El resultado de este intenso e industrial proceso, fui yo, un hermoso carro digno de las mas bellas calles y modernas autopistas; para ser conducido por una delicada dama o un cuidadoso señor, quienes acompañados de sus niños saldríamos a pasear, y yo, gustosamente agradecido los llevaría: al cine, o al parque, a los centros comerciales, a visitar a los amigos y familiares; los domingos para la iglesia, a la playa o al campo ─así yo pensaba, y le pedía a Dios, que me protegiera, para que mis sueños se hicieran realidad.
Luego de permanecer varios días en un gran patio, junto a cientos de mis hermanos, llegó el momento de partir. Me montaron en un largo camión junto con otros parientes míos.
Pude en mi “abstracta” mente, oír como mis compañeros de patio, sonaban sus melodiosas cornetas en señal de despedida a la vez que me deseaban:
¡Buena suerte compañero!
¡Adiós amigo! y que Dios te acompañe.
Después de varias horas de largo camino llegué al destino escogido para mí.
Un lujoso local, en una mediana ciudad me recibió.
Muy diligentemente y con mucho cuidado los empleados del luminoso local junto con mis compañeros de viaje, fui bajado del largo camión, luego me pasaron a una lujosa y amplia sala de exhibición.
Me tenían muy consentido; a diario se me acercaba un diligente señor con varios implementos de limpieza. Me aseaba todo el interior y me lavaba todo el exterior, así que yo siempre estaba limpiecito y reluciente. Otro señor con una impecable bata blanca y con unos sofisticados implementos electrónicos los conectaba en diferentes partes de mi cuerpo para luego encenderme el motor por espacio de un minuto. Una amplia sonrisa daba por terminada su labor. Eso me informaba que yo me encontraba en excelentes condiciones de salud.
Ahí, tranquilo y admirado por los visitantes, permanecí por espacio de tres semanas hasta que llegó el momento de partir.
Una familia compuesta por: una elegante señora, un señor y tres niños se acercaron a verme.
El mayor de los niños abrió una de mis puertas y sin pedirme permiso pasó dentro de mí, seguido por los otros bulliciosos muchachos que saltaban sobre mis asientos causándome molestias. Yo por la falta de respeto que estaban cometiendo conmigo, les gritaba:
¡Salgannn!… ¡Fueeraa! no ensucien mi traje, quítense esos “cochinos” zapatos.
Los padres de los mal educados críos. Entre: opiniones, conceptos y críticas por fin se pusieron de acuerdo y se dirigieron a las oficinas.
Una hora más tarde, luego de haber cubierto todos los tramites de la compra. Yo en cuerpo y alma les pertenecía. Los vi venir muy sonrientes y acompañados de uno de los vendedores.
La señora era la que venía con las llaves en la mano, lo que me indicaba que era ella la que me llevaría.
El vendedor se despidió de los señores.
Que lo disfrute señora Carmen ─fue la despedida del vendedor.
Con los ronquidos de mi motor, me despedí de mis compañeros, quienes muy tristes y silentes respondían a mis adioses.
Tranquilos les dije, ya nos veremos por esas calles. Adiós amigos deséenme buena suerte.
De todos los adioses que recibí, el que más me conmovió fue el de mi amiga, una camionetita que se encontraba entre nosotros, sentí que lloraba al decirme adiós, y me advertía celosamente: ¡Pórtate bien!
La señora Carmen, que me conducía aunque tenía experiencia como conductora, yo, era algo desconocido para ella y en diversas oportunidades debí cerrar los ojos ante la evidente ocasión de un posible choque, que por pura suerte no sucedió.
En varios momentos debí gritarle:
¿¡Que le pasa!?... ¿¡Está siega!? Porque ya habíamos caído en varios huecos, causándome unos horribles dolores en mis partes bajas; ya que los dolores dentro de mí me los causaban los endemoniados muchachos que creían que yo era una especie de juguete inflable o algo parecido.
¡Cállense! Les decía el papá. Pero la alcahueta mamá, le respondía con:
¡Déjalos que se diviertan! Al fin, “esto” también es para ellos.
¿¡Esto!?... Y esta abusadora señora, porque me llama “esto” Esto será tu abuela, mas “esto” es usted. Que ya voy cansado de cargar con todos los kilos de más que pesa. Espero mañana, llevarla a un gimnasio para que rebaje un poco, de lo contrario mis pobres amortiguadores no lo soportaran y se me van a dañar.
Había que festejar y se decidieron por la comida rápida. Lo peor fue que pidieron para llevar y comer dentro de mí.
¡No! ¡Por favor! les grité. Y me imaginé todo hediondo a: hamburguesa y sus componentes.
Este Post continuará en una parte II
Autor: @tomasflores
ste relato.
Los hechos relatados en este cuento nos dejan ver sobre el abuso y maltrato a ese objeto a quien deberíamos considerar como el más útil y mejor amigo con que contamos, “el carro”
Los carros y sus secretos:
Hoy cumplí diez años de vida útil.
Para un carro que ha sido victima de manos tan destructivas, lo más natural es que me encuentre en el deplorable estado en que me ven o me imaginan.
Pero empecemos por el principio de mi trágica historia.
Para llegar a ser carro, un aproximado de diez mil personas participó en mi creación. Desde: diseñadores, ingenieros armadores, mecánicos, tapiceros, pintores, administradores, personal de vigilancia, y pare usted de contar.
Miles de fragmentos me conforman; desde pequeñísimos tornillos, hasta pesados motores, pasando por un complicadísimo sistema eléctrico de la mas alta tecnología: vidrios, puertas, asientos, llantas y un sin numero de piezas que para enumerarlas lo haremos con un: Etc…Etc…
Todo tipo de herramientas: manuales, eléctricas he hidráulicas pasaron sobre mí: martillos, sierras, llaves de todos calibres. Todas manejadas con gran maestría por los operarios y los modernos robots que componían el innovador arsenal.
En tiempo record, juntaron mis componentes y armaron una fuerte carrocería. Para ese momento mi apariencia no era muy atractiva y decidieron ponerme “bonito” me pasaron a unos túneles donde recibí toda clase de atenciones: me lavaron, me descontaminaron de posibles agentes químicos grasosos y sales oxidantes, luego me cubrieron con diferentes capas de pintura hasta que quedé “hermosísimo” en otro departamento me vistieron para luego colocarme un poderoso motor que me convirtió en un verdadero atleta, y… ¡listo!
El resultado de este intenso e industrial proceso, fui yo, un hermoso carro digno de las mas bellas calles y modernas autopistas; para ser conducido por una delicada dama o un cuidadoso señor, quienes acompañados de sus niños saldríamos a pasear, y yo, gustosamente agradecido los llevaría: al cine, o al parque, a los centros comerciales, a visitar a los amigos y familiares; los domingos para la iglesia, a la playa o al campo ─así yo pensaba, y le pedía a Dios, que me protegiera, para que mis sueños se hicieran realidad.
Luego de permanecer varios días en un gran patio, junto a cientos de mis hermanos, llegó el momento de partir. Me montaron en un largo camión junto con otros parientes míos.
Pude en mi “abstracta” mente, oír como mis compañeros de patio, sonaban sus melodiosas cornetas en señal de despedida a la vez que me deseaban:
¡Buena suerte compañero!
¡Adiós amigo! y que Dios te acompañe.
Después de varias horas de largo camino llegué al destino escogido para mí.
Un lujoso local, en una mediana ciudad me recibió.
Muy diligentemente y con mucho cuidado los empleados del luminoso local junto con mis compañeros de viaje, fui bajado del largo camión, luego me pasaron a una lujosa y amplia sala de exhibición.
Me tenían muy consentido; a diario se me acercaba un diligente señor con varios implementos de limpieza. Me aseaba todo el interior y me lavaba todo el exterior, así que yo siempre estaba limpiecito y reluciente. Otro señor con una impecable bata blanca y con unos sofisticados implementos electrónicos los conectaba en diferentes partes de mi cuerpo para luego encenderme el motor por espacio de un minuto. Una amplia sonrisa daba por terminada su labor. Eso me informaba que yo me encontraba en excelentes condiciones de salud.
Ahí, tranquilo y admirado por los visitantes, permanecí por espacio de tres semanas hasta que llegó el momento de partir.
Una familia compuesta por: una elegante señora, un señor y tres niños se acercaron a verme.
El mayor de los niños abrió una de mis puertas y sin pedirme permiso pasó dentro de mí, seguido por los otros bulliciosos muchachos que saltaban sobre mis asientos causándome molestias. Yo por la falta de respeto que estaban cometiendo conmigo, les gritaba:
¡Salgannn!… ¡Fueeraa! no ensucien mi traje, quítense esos “cochinos” zapatos.
Los padres de los mal educados críos. Entre: opiniones, conceptos y críticas por fin se pusieron de acuerdo y se dirigieron a las oficinas.
Una hora más tarde, luego de haber cubierto todos los tramites de la compra. Yo en cuerpo y alma les pertenecía. Los vi venir muy sonrientes y acompañados de uno de los vendedores.
La señora era la que venía con las llaves en la mano, lo que me indicaba que era ella la que me llevaría.
El vendedor se despidió de los señores.
Que lo disfrute señora Carmen ─fue la despedida del vendedor.
Con los ronquidos de mi motor, me despedí de mis compañeros, quienes muy tristes y silentes respondían a mis adioses.
Tranquilos les dije, ya nos veremos por esas calles. Adiós amigos deséenme buena suerte.
De todos los adioses que recibí, el que más me conmovió fue el de mi amiga, una camionetita que se encontraba entre nosotros, sentí que lloraba al decirme adiós, y me advertía celosamente: ¡Pórtate bien!
La señora Carmen, que me conducía aunque tenía experiencia como conductora, yo, era algo desconocido para ella y en diversas oportunidades debí cerrar los ojos ante la evidente ocasión de un posible choque, que por pura suerte no sucedió.
En varios momentos debí gritarle:
¿¡Que le pasa!?... ¿¡Está siega!? Porque ya habíamos caído en varios huecos, causándome unos horribles dolores en mis partes bajas; ya que los dolores dentro de mí me los causaban los endemoniados muchachos que creían que yo era una especie de juguete inflable o algo parecido.
¡Cállense! Les decía el papá. Pero la alcahueta mamá, le respondía con:
¡Déjalos que se diviertan! Al fin, “esto” también es para ellos.
¿¡Esto!?... Y esta abusadora señora, porque me llama “esto” Esto será tu abuela, mas “esto” es usted. Que ya voy cansado de cargar con todos los kilos de más que pesa. Espero mañana, llevarla a un gimnasio para que rebaje un poco, de lo contrario mis pobres amortiguadores no lo soportaran y se me van a dañar.
Había que festejar y se decidieron por la comida rápida. Lo peor fue que pidieron para llevar y comer dentro de mí.
¡No! ¡Por favor! les grité. Y me imaginé todo hediondo a: hamburguesa y sus componentes.
Este Post continuará en una parte II
Autor: @tomasflores
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