Debo recordarle al lector que para proseguir con la lectura de este relato, debe haber leído las otras historias anteriores para poder continuar, la cuales son las siguientes:
Sin más que opinar, le agradezco que hayan continuado con mi historia y la hayan seguido desde el principio, yo estaré gozoso en el nuevo mundo que me guía y este nuevo camino que forjo.
Reinaldo.
Cada vez que vuelvo a relatar esta extraña historia, todo comienza con una ambiente nocturno, un cielo con estrellas y una luna transparente que no parece de este mundo. Solo aquellos dotados de poderosos dones pueden ver lo que hay más allá de nuestros ojos.
Reinaldo estaba vuelto un cumulo gigantesco de acción y de miedo esa noche, yo lo vi decidido y pude darle mis palabras de aliento, no quería que se involucrara del todo pero… ¡Válgame Dios! Al hombre no había manera de detenerlo, hubiera sido un desperdicio de mi saliva decirle o advertirle sobre el inmenso peligro que nos íbamos a encontrar.
Esa noche, con nuestros compañeros; el doctor Álvarez, Pedro y el joven Fabio, íbamos a expulsar el terrible mal que fue plantado en el mausoleo de la difunta esposa de Reinaldo, acabaríamos con todo lo que se interpusiera y estábamos preparados.
Desde mi perspectiva parecía que todo iría bien, yo era el único de entre mis colegas que no había enfrentado a ningún seguidor de Tatzú, pero sabía lo que tenía que hacer, yo Armando, sacerdote de profesión, y mi otro oficio, era más complicado de entender.
Esa noche nos colocamos en posición en los alrededores del mausoleo de Dafne, esperando la llegada de los miserables paganos que querían traer el mal sobre mi querido pueblo. Reinaldo me acompañó y los otros tres estaban dispersos. La noche era tan clara que podíamos vernos el uno al otro haciéndonos señas, avisándonos por si llegarían los malvados individuos.
Reinaldo junto a mi rezaba una plegaría con el rosario de Dafne en sus manos, yo lo veía y le puse mi mano en su hombro y le di una mirada de calma, y con una sonrisa él se calmó. Se acomodó en su posición y miró hacia todas partes, el haberle dado ese gesto había alivianado esa pesada roca de disparatados pensamientos.
La noche era silenciosa, podíamos escuchar cualquier cosa que estuviera hasta veinte metros de donde estábamos, esperábamos impacientes la señal. Miraba el reloj constantemente, ya casi era la hora, y desde la distancia que nuestra vista podía alcanzar y nuestros oídos podían escuchar, ellos venían.
Figuras como sombras con piernas, vestidas con capuchas de vinotinto, sin rostro, portando candelabros hechos a la medida del terror, extraños murmuradores, pareciera que no tuvieran voluntad propia, es más, ni vida. Se dirigieron directamente al mausoleo en sus pasos cortos, rodeándolo, realizando una especie de danza que era difícil de definir.
Todos nos hacíamos señas desde nuestras posiciones de no actuar todavía, Fabio se encontraba solo, se suponía que el daría el primer paso. El doctor Álvarez y Pedro se encontraban juntos, esperando a que Fabio tomara acción y yo y Reinaldo, estábamos en las mismas, pero no todo salió de acuerdo al plan.
Mientras estábamos vigilantes y atentos ante cualquier reacción fuera de lo común, alguien se abalanzó por detrás de nosotros y atacó a Reinaldo, yo avispado me di la vuelta y traté de levantarme rápidamente, y vi como Reinaldo forcejeaba con aquella persona. Era una mujer, como de cuarenta años, frenética, de cuerpo ancho y cabello negro, su rostro difícilmente lo pude divisar.
La loca mujer con solo unos cuantos tirones inmovilizó a Reinaldo con un cuchillo posado en su cuello y luego me miró, con ojos de amenaza, de que si intentaba hacer algo al respecto lo degollaría como a un cerdo. Yo estaba paralizado con las manos en mis espalda, estaba a punto de sacar el pequeño crucifico con proyectiles para detenerla pero no podía hacerlo, temí por la vida de Reinaldo.
No tuve otra opción que levantar mis manos en modo de rendición mientras que la mujer levantaba a Reinaldo sin quitar el cuchillo de su garganta. Nos pusimos frente a frente, Reinaldo me miraba asustado haciéndome señas con su boca y ojos para que no permitiera que la mujer se saliera con la suya, luego miraba el rostro de mi robusta enemiga y sus ojos encolerizados hablaban por si solos.
Mientras estaba ahí quieto pensando en que hacer, y a la espera de un posible ataque de los demás enemigos, la psicópata mujer soltó de repente varios quejidos de dolor y luego de un instante, cayó al suelo, con tres cuchillos clavados en su espalda. Reinaldo y yo miramos hacia el frente y vimos a Fabio, quien había liquidado a la mujer; yo me tragué los nervios y Reinaldo se sujetó el cuello suavemente y con alivio.
Ya habíamos sido detectados, y nuestro plan de ataque sorpresa había sido diluido, nos movimos rápidamente de allí y fuimos hasta el mausoleo, pero al llegar, los individuos ya no estaban y el doctor Álvarez y Pedro se encontraban allí palmando las paredes del mausoleo tratando de encontrar otra entrada.
Nos dijeron que los indeseables intrusos, atravesaron el mausoleo como si se tratara de una mera ilusión de los ojos, evaluaron el lugar para saber si habían creado una especie de umbral invisible, ya que por observación de Pedro, no pudieron vociferar un conjuro de traspaso tan rápidamente.
Miré a Reinaldo con ojos de preparación mientras que Pedro daba con la ubicación de la susodicha entrada. Reinaldo tenía los ojos ardidos en fuego, un fuego que más se elevó cuando Pedro dio certeza y afirmación de que ya había encontrado aquel intangible portal.
Nos encaminamos a entrar con las armas preparadas, Fabio el temerario entró primero para inspeccionar, luego entraron Pedro y detrás de él, el doctor Álvarez, luego yo entré junto a Reinaldo. Lo que vimos adentro no se parecía a nada al mausoleo de Dafne, era completamente distinto.
Estábamos sobre unas escaleras en forma de espiral, blancas, que parecía que no tuvieran fin, miramos hacia arriba donde las escaleras desaparecían en un aura negra al final, sin ningún atisbo de luz. La luz de las antorchas no llegaban a iluminar hasta arriba ya que aquella oscuridad las devoraba, así que, por intuición decidimos bajar, ya que una luz escarlata era más intensa hacia abajo, y por lógica, es allí donde encontraríamos al enemigo.
Bajamos las escaleras con prudencia, era como estar dentro de una torre, la siniestra magia evocada había transformado por completo el mausoleo, convirtiéndolo en una especie de catacumba ultraterrena.
Llegamos al final, donde una enorme entrada y de satánica arquitectura nos esperaba, miramos hacia el fondo y eran ellos. Estaban inclinados junto a un fuego enorme y más rojo que la sangre, palabras pronunciadas por ellos no tenían sentido para ninguno de nosotros. A un lado, estaba el ataúd de Dafne, colocado encima de una mesa de piedra y con grabados de invocación, todo parecía indicar, que el ataúd de Dafne iba a ser el portal donde Tatzú llegaría a nuestro mundo.
Todo estaba casi preparado, un ídolo de piedra era lo más notorio del lugar, enaltecido en todo aquel ambiente espacioso, de piedra caliza e inundado por poderosos y malignos conjuros.
Comenzamos a prepararnos para atacar, mientras estábamos escondidos, no podíamos permitir que el ritual se terminara. Esta vez fue Pedro quien comenzó el ataque usando unas cadenas especiales anti conjuro, no solo servían para detener toda magia o maleficio, sino que también, a toda aquella criatura que fuera creada por alguna de estas.
Los seguidores de Tatzú, al momento de realizar este ritual de invocación, se convertían en seres hechos de magia demoniaca, otorgada por los dioses del mal. Esto es necesario para que aquella empresa surta efecto.
Pedro lanzó su conjuro de encarcelamiento enlazado en aquellas cadenas, los seguidores de Tatzú no tuvieron tiempo ni de reaccionar, el efecto los neutralizaba pero no del todo, comenzaron a poner resistencia y fue en ese momento, cuando Fabio entró con sus cuchillas a trazar su filo sobre las gargantas de los infortunados.
Luego yo entré para ayudar, junto con el doctor Álvarez, quien desde la distancia lanzaba sus proyectiles sobre las cabezas enemigas. Reinaldo estaba detrás de la entrada, asombrado con los ojos abiertos hasta el límite, mientras acabamos con todos aquellos seres. El ataúd de Dafne ya había comenzado a tambalearse de un lado a otro, como si algo quisiera salir.
Comenzamos a temer de que aquello fue demasiado tarde y que Tatzú, resucitaría y se abalanzaría contra nosotros. Nos posicionamos de manera defensiva, esperando cualquier cosa que pudiera salir de ese ataúd, sabíamos que teníamos pocas probabilidades de enfrentarnos a una criatura del nivel de Tatzú, pero estábamos dispuestos a emplear todas nuestras fuerzas hasta caer.
De repente, aquella oscuridad que emanaba del techo, posando toda su enormidad hasta al final, comenzó a bajar rápidamente en un vapor negro que nos cubrió a todos por completo, al mismo tiempo, que el ataúd de Dafne no dejaba de balancearse de un lado a otro.
Aquello nos dejó ciegos a todos, no recuerdo haberme desmayado pero perdí totalmente el sentido de la vista, aquella oscuridad era intensa y daba demasiado terror estar rodeado por ella, ignoro cuanto tiempo estuvimos inconscientes; pero al despertar, estábamos dentro del mausoleo, tal y como es, sin escaleras en forma de espiral, sin antorchas, nada raro o fuera de lugar sobre su arquitectura.
Las puertas estaban abiertas; miré alrededor y estábamos todo el grupo, y Reinaldo, era el único que estaba diferente, tenía una sonrisa en el rostro que iluminaba aquel sepulcral lugar, como si hubiera sido visitado por los propios ángeles, y llevado por estos hacía el paraíso y luego traído de vuelta.
Acudí a él en su trance y comencé hacerle preguntas sobre su estado, estaba preocupado de que aquella aura negra y temible haya hecho algún estrago en su mente o en su razón. Pero solo me dijo que había soñado, que soñó con Dafne, su sueño fue tan impresionante como hermoso.
Soñó que estaba como en una especie de ambiente blanco, rodeado de nubes por doquier, no había suelo o alguna estructura conocida en el lugar, más un vacío, enorme y azulado que era la propia representación del cielo; junto a ese vacío se encontraba Dafne, su amada, hermosa y rodeada de luz digna de una deidad, quien empezó a hablarle tomando sus dos manos y besando sus labios al terminar.
Reinaldo no pudo decirme todo lo que ella le dijo en el sueño, puesto que la conversación fue bastante larga, solo pudo compartirme el hecho de que ella ya estaba a salvo y que Tatzú, quien hizo todos los esfuerzos malévolos y sobrenaturales para apoderarse de su cuerpo, había vuelto al olvidado abismo donde por otros siglos más estaría encerrado.
Tan cierto como la sonrisa que llevaba en el rostro era lo que nos dijo, y todos dimos un suspiro de alivio al escuchar esas palabras, Reinaldo ya estaba feliz, su ansiedad, su impotencia, su rabia, sus males todo había desaparecido, y miraba alrededor con nueva cara y nuevo brillo.
Ahora Reinaldo mira el mundo con otros ojos y se ha dispuesto a cambiar por completo, después de ser librado de aquél tormento. Conoció a un nuevo amor en su vida, Clío se llamaba; era la editora del periódico donde Reinaldo publicaba sus relatos y poemas, se conocieron y ligaron a la perfección. Ahora Reinaldo se encontraba más feliz, y la tristeza y la nostalgia fueron reemplazadas por el amor y la satisfacción.
Mientras que nosotros los del grupo, regresamos a nuestras labores habituales, purificamos el mausoleo y lo sellamos de pergaminos y manuscritos sagrados, para que ningún ser maligno pudiera apropiarse de él nuevamente.
Yo volví a mis deberes como sacerdote, escribiendo los últimos párrafos de lo que vivimos Reinaldo y yo, era su deseo plasmar esta historia, para nunca olvidar el mal latente y reptante que camina sobre nosotros.
Ahora Dafne descansa en paz, y más aún al saber que su amado Reinaldo ha encontrado el amor nuevamente, yo por mi parte dentro de una hora debo prepararme, debo bendecir una boda, de mi amigo y compañero de una las aventuras más insólitas y arduas que he vivido en mi vida.
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