Sé que nos destruí en variadas ocasiones, causándote un dolor que probablemente yo no llegue a perdonarme.
Y el gran amor que sentías por mí en aquel momento fue el responsable de que todavía sigas aquí. Eras y sigues siendo mi mundo, eres todo aquello que siempre necesitaba para seguir.
Te volviste lo más preciado para mí, lo más hermoso ante mis ojos, mi única razón de ser.
Y a pesar que me jurabas tu eterno amor y tu compañía fiel, acepto que el miedo que sentía nunca desapareció.
Ya tenía en cuenta de los muchos riesgos que tomaba al adentrarme cada vez más a un amor en donde la distancia era el mayor obstáculo, pero no me importó para nada, yo quería tu amor, yo necesitaba de ti, no podía separarme de ti. Y tenía miedo porque llegó ese momento temido para mí, ese donde tu atención no era la misma; y no porque no quisieras, sino porque no podías.
No quería perderte ante alguien más, ese era mi mayor temor.
Era algo tan arriesgado y precioso a la vez.
Tú me cambiaste, me has convertido en todo lo que ahora soy y todo eso con solo ser tú.
Y aunque me dolía pensar que no iba a verte pronto, tú amor seguía llenándome mientras trataba que las esperanzas no desaparecieran en mí. Fue cuestión de tiempo y madurez para darme cuenta que quería mi vida junto a ti, que deseaba compartir el resto de mis días a tu lado, que deseaba encontrarte y abrazarte, que deseaba sentir tu cariño.
Quería y aún quiero saber que se siente estar entre tus brazos. Fue cuestión de madurez y de tiempo para darme cuenta que nuestros mundos se habían convertido en uno sólo y que era nuestra responsabilidad mantenerlos así.
Y quizá solo fue una casualidad que llegaras a mi vida como un simple desconocido, alguien con quien no tenía ni el más mínimo interés en mantener una relación.
Una simple y alejada amistad fue lo primero que se cruzó por mi mente al momento de conocerte.
Pero el destino jugó sus cartas una vez más, juntando nuestros almas y corazones, haciendo que se funcionaran en uno solo. Entonces, ¿puedes quedarte conmigo?