380 km por Venezuela | Mi Experiencia (parte 2)

El primer día sentí una emoción tan grande que mis ganas de participar en esa caminata no aguantaron más, se lo comenté a mi familia y les dije que al día siguiente debía volver, y debí hacerlo sonar muy emocionante, porque mis hermanas y mi mamá quisieron ir conmigo. Le dije también a los organizadores de este movimiento y me volvieron parte del equipo de redes (@380kmxVzla), y al entrar al grupo, resulta que yo era la única que había caminado, y aunque todos intentaban relatar lo que había sucedido ese día, nadie lo sabía ni lo expresaba como yo, así que me volví la redactora oficial de la cuenta. Casi todas las publicaciones que contaran cualquier cosa que sucedió durante la caminata fueron redactadas por mí.

Al día siguiente, como lo deseaba y como era ahora mi deber, desperté temprano, arreglé mis cosas y volví a la carretera con Fabiola y mi familia, y manejamos hasta más allá de Chivacoa (edo. Yaracuy), que fue donde los caminantes pasaron la primera noche, hasta que los encontramos, nos bajamos del carro (menos mi madre, quien nos seguía junto a los demás carros en la caravana al lado de los caminantes), y caminamos con ellos. Ese día llegamos hasta Cocorote (San Felipe, edo. Yaracuy ), y a pesar de que la experiencia dejó a mi familia tan enamorada como a mí y con ganas de sólo seguir adelante, mi mamá insistía en volver a casa, y aunque no era mi primera opción, mientras al día siguiente pudiera regresar, por mí estaba bien.

Mi equipo

Cada noche, durante esos 10 días que caminé, regresaba a casa entre las 8 y las 10pm, me duchaba y me sentaba a redactar todo lo vivido, para compartirlo con el equipo mientras ellos buscaban las fotos más ideales, publicábamos, respondíamos a todos los que nos escribían ofreciendo todo tipo de ayuda, dándonos las gracias y mandando miles de bendiciones a todos, y por fin satisfecha, me acostaba a dormir. Al día siguiente despertaba temprano, arreglaba mis cosas, buscaba junto a Fabiola lo que fuera que mi equipo necesitara, y agarrábamos la carretera otra vez hasta encontrarlos en medio del camino.

Quizás se preguntarán ¿pero qué hay de emocionante en todo esto?, hasta ahora sólo suena a mucho cansancio y poco descanso. Pues la emoción de esta aventura estaba dentro de cada persona. De mi mamá que despertaba temprano y nos hacía desayuno y merienda para salir otra vez a la carretera, de mis hermanas y mía cuando los alcanzábamos y nos emocionaba salir del carro para comenzar a caminar, de los 33 (y cada vez más) caminantes que no perdíamos las fuerzas a pesar de desgastarnos tanto físicamente, que todo entre nosotros –como buenos venezolanos- era pura echadera de broma para mantenernos siempre felices y animados, que formamos grandes y fuertes amistades, y que sentíamos con cada paso que dábamos que quizás estábamos más cerca de la libertad de nuestro país…

Aunque, sobre todo, la emoción más grande que sentíamos era cuando atravesábamos cada estado, ciudad, pueblo, caserío o simplemente cada carro que nos pasaba por un lado, y ver como cada persona nos apoyaba, nos regalaban todo tipo de comidas, bebidas, ropa, zapatos, medicinas, rosarios, regalos o cualquier cosa que tuvieran a la mano, sólo para colaborar con nosotros, porque les nacía hacerlo, porque eso nos hacía felices a todos, tanto a ellos como a nosotros, e incluso nos acompañaban en partes del camino, organizaban grandes recibimientos en los pueblos, ¡y hasta nos invitaban a dormir en sus casas!..