Viana

-¿Cómo te sientes?

Me vuelvo hacia mi visitante inesperado. Ignoro si mis mejillas se sonrojaron; el cansancio por las visiones de la mañana empezó a privar mis sentidos.

Un hombre sobrenaturalmente atractivo estaba de pie en el umbral; apoyado en la pared, me observaba con una suerte de curiosidad que me produjo escalofríos. Poseedor de un porte y una elegancia imponentes, unos ojos azules grisáceos, cabellera rubia, nariz perfilada y piel tan blanca como la nieve, el hombre atravesó la pieza en una fracción de segundo.

Nuestros ojos se encontraron.

Por segunda vez.

A solas.

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Uncas

Ahí estaban otra vez esos ojos castaños ciegos de toda existencia. Inquietantes, fascinantes... Como si fueran de una época ajena a la actual.

Mis compañeros más antiguos me lo dijeron hace poco: Ella se parecía mucho a la vieja Morgaine Le Fey cuando era joven, excepto que sus ojos eran castaños mientras que los de la más antigua de la Hibríada eran azules, y su misma naturaleza.

Quizás aún no lo sepa, pero ella no es la típica chica clarividente de esos que aparecen en televisión. Sus habilidades no tenían nada que ver con esa gentuza que enciende veladoras y emite sonidos extraños, fingiendo estar poseídos por espíritus: podía ver el pasado más lejano, el presente más cercano y el futuro más lejano. Morgaine lo había notado de inmediato tan pronto como la chica había entrado en trance, e incluso se impresionó por el inmenso autocontrol que ella había demostrado a lo largo de su vida ante una situación violenta.

Viana Montesinos era, sin duda, una híbrida que me intrigaba.

Era mi nordekai.

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