La joven de la sangre de oro (XXXVIII)

Ivar

Llorente fue franco y directo con nosotros apenas nos sentábamos en el sofá de la suntuosa sala: Si hacíamos el trato con Sigricc y Hvitserk, teníamos que estar preparados para entrar a un nuevo nivel dentro de la guerra entre ambas facciones. Y cuando dijo estar preparados, incluía saber pelear y conocer a nuestro enemigo. Nosotros teníamos la parte del conocimiento, y por nosotros es que Cristina y Gil poco a poco empezaron a aprender sobre sí mismos, sobre su familia, sobre nuestras razas. La parte del combate lo implementarían Llorente y Hae Ziyi, su esposa, aunque solo fuera en el aspecto físico.

Según la abuela de Cristina nos dijo antes de irnos, Gil pronto "despertaría", por no decir que sus habilidades ged pronto surgirían. Cuando le pregunté si Cristina pasaría por lo mismo, su respuesta fue directa: Cristina heredó su fuerza del alma, mas no la habilidad de los ged. Aquello me dejó consternado; se suponía que las Tres Sangres debían ser lo suficientemente poderosas para derrotar a Cronos. Eso fue lo que le comenté a Teresa al momento, pero la anciana respondió con estas palabras:  Los ángeles y los dragones han olvidado una cosa:  Las Tres Sangres ya tienen la parte primordial. Y esa parte es la fuerza del alma. 

-¿En qué piensas que estás tan distante, hermano? -me preguntó Febe con curiosidad.

Enfoqué mi mirada hacia el Bósforo. Febe, percibiendo en mi silencio la respuesta, añadió:

-Ella no tendrá lo que Gil, pero si de algo estoy segura es que su fuerza es igual o mucho más de lo que piensas. Tú lo sabes mejor que nadie, Ivar. Lo has percibido, lo has visto en París. Y si a eso se le añade el hecho de que a partir de mañana tú  serás el encargado de entrenarla en el arte de lucha drakae, estoy segura que no necesitará la habilidad de los ged cuando llegue la hora de la verdad.  

-Mi mayor temor no es en cuanto a si tiene o no la habilidad de un ged, Febe. Mi mayor temor es que Aesir intente hacerle daño de nuevo, y que esa vez ese daño sea irreversible.

-¿Aesir hacerle daño? ¡Pffft! Si en París no pudo con ella...

-Hablo sobre lo sentimental, hermana. Me temo que la profecía de su abuela se vuelva realidad más pronto de lo pensado.

-¿Profecía?

-Sí. Teresa le vaticinó a Cristina hace un par de años que se casaría y amaría a aquél que le haría daño. Y adivina quién es el único que cae en esa descripción.

-Ivar, no creo que ella se case con él, menos cuando la intentó matar con la ayuda de esa perra de Ondskap. 

-Por voluntad propia no, pero por la fuerza... Por la fuerza sí lo haría.

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