Movimiento Naranja, o por favor que alguien calle esa cosa infernal

Hace un par de días leí un artículo de una amiga mía en su blog Manos Libres sobre una de las canciones más pegajosas (e intolerables) de toda la historia política y electoral de México, Movimiento Naranja. 

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Cuando terminé de leer el artículo, le hice una observación que varios amigos míos de Perú, Colombia y Chile me hicieron a la vez: Esa canción ya es un hit en sus países, tanto que ya tiene su versión jazz, rock, cumbia y hasta piano. Digamos que, en cierto modo, está a un paso de superar a la otra cancioncilla pegajosa Despacito. Pero no solo en Latinoamérica ya es famosa la canción; mi amiga Eleinb señaló que ya está entre los números 2 y 3 del Top de Canciones Virales en España, y hasta en Spotify. Esto lo confirma el programa de televisión La Vida Moderna (los comentarios empiezan en el minuto 14:15):

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Fue tan sorprendente (y vergonzoso) ver cómo una propaganda política del pre-candidato a la presidencia de México Ricardo Anaya, con la voz de un niño indígena wirárika (huichol) como conductor principal en ese plan siniestro de atraer electores de ese sector tan olvidado de Dios y del gobierno, que con mayor razón termino haciendo intentos desesperados y absurdos de evadir esa canción, sea apagando la radio o bajándole el volumen en la computadora. 

La razón de mis evasiones es que para mí es una tortura china estar escuchando cada cinco minutos en la radio o viendo en la computadora los comerciales de las ratas gigantes (sin ofender a los animales) llenos de promesas vacías y sin propuestas que involucren el binomio pueblo-gobierno como un equipo para poner al país a flote. 

Quizás estoy esperando demasiado de mi propio pueblo, del cual ya empezaron a surgir candidatos independientes para nada involucrados con los partidos políticos (eso sin añadir a los que sí provienen de éstos), pero a como se están viendo las cosas en México, prefiero poner al país en manos de alguien preparado y bien asesorado que no pertenezca a ningún partido, que poner al país en manos de la vieja lagarta.

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