Sube a mi lomo pues,
que mi espalda es del sol mismo predilecta,
y sabes que las aves gustan de vigilar el planeo nuestro,
que errante se desliza como cálido sueño,
entre los campos amarillos de espigas
y el silencio de este pueblo...
Ven que te llevo lento
sobre los tejados de tus ilusiones
y las cornisas de mis sueños.
Ven, cariño, que mi pecho hoy late
y quiero que aspires suave,
de los cielos tersos el color añil.