Este es el nombre de mi segundo libro favorito. La rueda de la vida fue escrito por la doctora Elisabeth Kübler-Ross en el año 1997. Es un libro autobiográfico que relata la vida de esta incansable mujer. Ella fue médico psiquiatra, filántropa innata y escritora. Dedicó su vida al estudio de la muerte, los moribundos y los cuidados que se les debía brindar.
Elisabeth era Suiza, pero gran parte de su vida la vivió en Estados Unidos después de casarse con un norteamericano que conoció en la facultad de medicina. Es en su país adoptivo donde la vida de Elisabeth tomó significado, donde ella comprendió que de algún modo su misión en la vida era servir a otros.
Este libro se ha vuelto una gran excepción en mi vida, porque a pesar de ser autobiográfico al leerlo no puedes evitar sentir que es un libro de autoayuda que te da lecciones con los conocimientos que la doctora relata que fue adquiriendo por determinadas circunstancias. Y yo desde antes de leerlo y hasta ahora odio por completo los libros de auto ayuda.
En la vida hay libros que leemos porque nosotros los buscamos, los perseguimos por las librerías o exploramos el infinito mundo hasta encontrar los PDF, mientras existen otros que leemos porque ellos nos encuentran a nosotros. Sí, ellos. Leí este libro hace 4 años y después de terminarlo comprendí que debía leerlo. No fue una casualidad, era parte de mi destino devorarme ese libro en pocos días.
Lo leí las últimas vacaciones que pasé con mi papá. Para esa fecha él estaba diagnosticado con un 22% de leucemia y estaba en tratamiento de quimioterapia. Por alguna razón se estaba quedando en casa de una prima que tenía una enorme biblioteca donde él encontró la rueda de la vida, él lo leía mientras pasábamos las tardes en la clínica haciéndole transfusiones sanguíneas o sesiones de quimio o en cualquier rato libre, realmente desde que lo empezó no paró hasta terminarlo.
Cuando lo hizo me pidió que lo leyera, y yo como “que aburrido” “pero mira ese nombre” yo creía que tan solo por el nombre el libro era una tortura. Resulta que no. No solo estaba yo empezando la facultad de medicina y aprendí las mejores lecciones sobre como respetar, amar y cuidar un paciente sino que también me preparé para ver la muerte como un proceso vital y celestial.
El libro comienza contando como fue la niñez de Elisabeth, quien nació siendo trilliza, luego como fue formando su carácter en la escuela y finalmente como decidió emprender un enorme viaje en el camino del servicio que culminó casi 60 años más tarde. Fue una mujer luchadora, imparable, autosuficiente e independiente. Una mujer que no descansó hasta ver materializado sus sueños. Y lo más bonito de todo es que sus sueños incluían a un montón de personas que necesitaban ayuda y amor. Y ella cumplió. Dio tanto amor y ayuda como le fue posible.
Después el libro va poco a poco abriéndose hacia el estudio de la muerte realizado por la Dra. Kübler-Ross, quien recopiló el testimonio de muchos moribundos y de personas que tuvieron por algunos minutos muerte clínica. Estas personas cuentan como se sintieron, que experimentaron, que vieron y escucharon, en fin ellos contaron que es la muerte. Cada uno tenía su propio concepto.
De algún modo Elisabeth nos dice que hay que dejar los apegos hacia el mundo material, el miedo hacia lo desconocido, también escribe que hay que cumplir nuestra misión de vida porque todos tenemos una, que no debemos dejar tareas pendientes y solo cuando sintamos que hemos hecho todo lo que debíamos no tendremos miedo a la muerte. Algo súper curioso es que estudió la muerte en los niños, que es una incógnita y un reclamo mudo que siempre le hacemos a Dios.
Ella no era una mujer religiosa, su religión como se lo dijo un rabino (si no me equivoco, bien pudo ser un sacerdote o un pastor) se materializaba ahí al pie de la cama de los pacientes que ella asiduamente atendía, ahí cuando les tomaba la mano y se disponía a escucharlos y comprenderlos. Que su amor, era su Dios.
La rueda de la vida encierra mucho sobre el mundo y sobre las personas, habla de la maldad que puede surgir a raíz de la ignorancia, habla de los grandes miedos que podemos tener los adultos, habla incluso de cómo a la mujer se le infravalora, habla sobre como los pacientes llegan a verse como objetos, problemas o simplemente como camas.
Ella y Patch Adams (creador de la risoterapia) son mis dos grandes maestros sobre la medicina paliativa.
Lo cierto es que terminé la rueda de la vida siendo más sabia, más fuerte y preparada. Preparada para tomar la mano de mi papá y que él supiese que yo estaba segura que iba ganando en esa transición que sufría. Pude notar el gran impacto que tuvo el libro en él, pues mi papá se enfocó en saldar cuentas, dar amor, encontrar paz, reir y vivir la vida, quizás con miedo pero más tranquilo. 4 meses más tarde mi papá murió. Yo no estaba con él porque estaba en la universidad, pero ese día antes pasó algo increíble que incluso la Dra. Elisabeth lo relata en el libro.
Ella dice que hay que hacerle caso a los moribundos y asistir cuando ellos lo piden,que debemos hacer lo que el corazón nos pide, de modo que no se deben postergar las cosas porque quizás mañana es demasiado tarde. Yo ese día antes me moría de ganas de hablar con mi papá y saber cómo se sentía porque había tenido una recaída y lo habían internado, pero se me fue el día diciendo “más tarde llamo” no lo hice, me di cuenta que se habían hecho las 11 de la noche y pensé que sería muy grosero de mi parte llamar tan tarde, no quería despertarlo o que pensara que lo había dejado de ultimo aunque así me sentí luego.
Al día siguiente me despertaría una llamada donde me dijeron que había muerto en la madrugada. Entonces con todas esas pequeñas cosas comprendí que ese libro no llegó a mi vida por casualidad, que yo debía leerlo y sin duda prestarle más atención a las señales, no solo leerlo, practicarlo. Es profundamente personal la razón por la cual me encanta este libro, tiene una carga emocional enorme en mi vida, quizás otras personas que lo leyeron no piensen lo mismo. Pero igual siempre será un libro que recomiende, no solo a personas afines con la salud sino a todos, pues la muerte es una buena amiga que debemos acompañar algún día. Y deberíamos saber por qué y cómo verla con buenos ojos.
PD: Elisabeth amaba la cultura de las etnias estadounidenses, por eso le encantaban las decoraciones tribales y bohemias. También era una mujer que incursionó en el espiritismo, tenía contacto con algunas almas que eran "sus guías espirituales". Ella consideraba que la mejor religión era la naturaleza y su bondad. Era una mujer de mucho carácter, era terca y jocosa. Todo un personaje.
Aquí les dejaré un link donde conseguir el libro en PDF
Con amor Wreck of dreams.