¿SÓLO AMIGOS? Capítulo II: ¿A dónde te llevo?

in spanish •  6 years ago  (edited)

Hoy me levanté temprano con grandes planes para mi vida. Vi a mi hija durmiendo y le agradecí a Dios por darme un ser tan espectacular y compartir mi vida. Salté de la cama y comencé a tararear una canción. Es extraño, pero sentía una gran alegría, que no sabía identificar, me miré al espejo y vi que mi semblante era otro, mi tez relucía había algo diferente en mí. La verdad no tenía mucho tiempo para analizar esta inexplicable felicidad que sentía.

Corrí a ducharme. Suena el teléfono y atiende mi hija a medio despertar. Tocó la puerta del baño y me dijo:

  • Mamá es un señor Ricardo, quiere hablar contigo.

Asombrada salí de la ducha y atendí:

  • ¡Buen día Sr. Ricardo! Dígame, ¿alguna emergencia?
  • ¡Hola, Buen día! Sólo quería saber si puedo pasarte buscando

Sin salir de mi asombro contesté:

  • Bueno lo que pasa es que en la mañana tengo programado otro cliente que visito en la mañana, del cual me desocupo al mediodía. Para usted tengo pautada su cita a las 2:00 pm, tal como acordamos ayer.

Mientras hablaba con Ricardo, sonreía, pues me daba cuenta del grado de ansiedad que se notaba en las palabras de Ricardo. Me lo estaba imaginando, o me estaba dando cuenta de que mi nuevo cliente estaba teniendo demasiadas atenciones para conmigo. Él contestó, con un tono de niño entusiasmado y descubierto en alguna travesura:

  • ¡No recordaba! Pensé que podría hacerte una atención e irte a buscar. Como vendiste tu carro.

  • Bueno si es tu preferencia, no puedo hacerle un desaire, pero voy hacia la zona industrial a una fábrica de camas.

  • Tranquila yo en las mañanas subo hasta allá también, porque tengo otra de mis empresas en la zona. Dime si estás lista para pasarte buscando.

  • Son las 6:00 am, dame media hora para terminar de arreglarme y te llamo. ¿Te paso mi dirección por mensaje de texto?

  • Tranquila, ya la tengo.

Un escalofrío recorrió mi espalda y de una vez reaccioné, al mismo tiempo sentía intriga y algo de curiosidad. Luego bajé un poco la guardia porque al entregar mi propuesta, recordé también que coloqué mis datos personales. Lo que me intrigó fue que el dueño de esta fábrica, se tomara la molestia de ver mis datos personales, eso lo hace el departamento de recursos humanos. Ya estaba desayunando y hablando con mi hija. Había pasado media hora cuando sonó el celular:

  • Estoy abajo. ¿Estás lista? ¿Subo para conocer a tu familia?

  • Tranquilo yo bajo, puedes conocer un momento a mi hija que la llevo al colegio.

  • Ah! ¿Y tendremos que desviarnos algo?

  • No, sólo es a una cuadra de acá.

Mientras bajaba con mi hija y subimos al auto, se esbozó en él una gran sonrisa:

  • Tan bella la hija como la madre. Mucho gusto, Ricardo. Soy un cliente de tu mami. ¿Dónde queda tu colegio?

Mi hija con una mirada desconfiada le contestó:

  • Allí, no es muy lejos.

Al instante llegamos y mi hija se despidió, pero se quedó mirándome de una manera extraña. Tocó mis mejillas, me besó y me dijo:

  • Mamá, no me gusta cómo te mira ese Señor.

  • ¿Cómo me mira hija?

  • ¡Como si él fuera el lobo feroz y tu caperucita! ¡Ten cuidado mami!

Sonreí, porque confirmé lo que había sospechado. Ricardo me tenía anotada para su lista de conquistas. Me sonrojé y al mismo tiempo tranquilicé a mi intuitiva e inteligente hija:

  • No te preocupes hija, que tu mami no es una caperucita. Tu mami es una leona que se come a los lobos feroces. Jajajaja.

Así dejé feliz y tranquila en el colegio al ser que más amo en el mundo y seguí mi camino con mi lobo feroz, que pensaba comerse a una caperucita, pero en realidad tenía era a una leona muy difícil de digerir. Entré su carro con una gran sonrisa. Él también sonrió y me comentó:

  • Son bellos los momentos que pasas con tus hijos. Acabas de darme una gran lección, debo compartir más con mis hijos y aprovechar estos momentos.

  • Si, son el legado que dejamos sobre la Tierra. Ella es lo que más quiero en esta vida.

  • Sí, eso se nota a leguas. Bien tú dime:¿A dónde te llevo?

¿A dónde te llevo? Esa iba a ser la frase favorita de Ricardo cada vez que este agradable cliente, se ofreciera a “llevarme” a donde “yo quisiera”.

  • A esta dirección, pero si tienes que desviarte mucho, tranquilo, yo llamo a un taxi y desde acá puedo trasladarme.

  • ¿No te habían dicho que eres demasiado independiente?

  • Perdón, es que no estoy acostumbrada a este tipo de atenciones. La jungla de concreto me hace estar a la defensiva.

Recuerda, me decía en mis pensamientos, es un excelente cliente, trátalo con guantes de seda. No me dí cuenta pero, él ya estaba deteniendo el auto y con sus dos manos en el volante, como tratando de abrazarlo fuertemente, se volteó y me dijo:

  • Ya llegó mi reina a donde quería. ¡Recuerda que siempre te voy a llevar a donde tú quieras! ¿Te paso buscando para almorzar juntos?

Me pareció demasiada personal y absorbente esta atención. Pero siempre he manejado a este tipo de hombres y salir aireada sin dañar la relación laboral. Puse mi mejor sonrisa y contesté.

  • Gracias Ricardo, será otro día, porque hoy tengo mi agenda copada. Nos vemos a las 2:00 pm en la fábrica del centro si te parece. Si quieres podemos almorzar mañana.

Vi cómo en segundos cambiaba la expresión de su cara. Y hasta este momento fue que detallé en realidad su físico, que no era nada desalentador. Era un hombre de tez blanca, con cabello y ojos negros, de rasgos finos, mentón cuadrado, con tipo europeo. De verdad era un hombre bello, pero no soy de la que se deja deslumbrar ni por la belleza exterior, ni por el derroche de lujos.

A decir verdad, lo estaba tratando con guantes de seda porque para mí era un excelente cliente. En su expresión pude ver cómo pasó por la expectativa, por la decepción de ser rechazado y por la esperanza de poder seguir en su modo cazador. Moví mi cabeza de sólo ver cómo este hombre era tan transparente.

  • Está bien. Nos vemos esta tarde, para trabajar. Pero sigue en pie lo del almuerzo Sra. Independiente.

  • Jajajaja. Gracias por todo. Nos vemos.

Lo dejé en el portal de la fábrica mirándome y confirmando a ver cómo entraba a mi otro compromiso.

En ese momento él estaba pensando cómo absorber todo mi tiempo.

Yo ya estaba en modo empresario: ¡Lista para atender a mi próximo cliente!

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