En un momento que pareció ir en cámara lenta los vi. Ella lo miró con esos ojos grandes y profundos que a él le daban sosiego y alegría. El niño siempre veía en esas dos perlas un mar tranquilo. Sin embargo, en ese momento notó que el mar estaba oscuro, turbulento, rebosando en ambos lados. Volteó lentamente con la intención, supongo, de que ella, su madre, no se diera cuenta que él también estremecía.
Luego, bajamos la carga y rellenamos el espacio. Al Jardín del Edén la calma llegó, como en toda tormenta, al final. En casa, entendí aquella frase que leí en una revista: “las urnas más pequeñas, son las más pesadas”.
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Imagen 1: del Libro "El Principito" de Antoine Saint- Exupéry