Entre las putas de la Montera y el arte del Prado / Recuerdos de España

in spanish •  7 years ago  (edited)

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Seis de diciembre de 2004. Fue la fecha en que llegué por primera vez a España, precisamente cuando se celebraba el Día de La Constitución.

El recuerdo de la aventura, casi dormido por efecto del almanaque, despertó cuando encontré las fotografías que ya tienen 13 años y tres meses.

Aquel día, el 6-12-2004, la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna País Vasco y Libertad (ETA) activó siete explosivos de poca potencia en Ávila, Alicante, Ciudad Real, León, Málaga, Santillana del Mar y Valladolid que dejaron unos cinco lesionados leves.

De los detalles de tal hazaña me enteré luego por los medios de comunicación, pues yo había viajado como turista desde el Aeropuerto José Antonio Anzoátegui de Barcelona hasta el de Barajas en Madrid. La travesía la hice junto con mi comadre y colega Elba Mata. Nos instalamos en el hostal Luis XV en la céntrica calle Montera, en las adyacencias de La Gran Vía.

Desde el balcón de la habitación, vi a un grupo de meretrices que permanecía durante las noches en una esquina, a la caza de clientes, pese a que la temperatura estaba bajo cero.

Una mujer blanca abría a ratos su largo abrigo para que los interesados observaran su escote generoso y la minifalda. Otra morena, tal vez entumecida por el frío, no se animaba a exhibir sus atributos, aunque le tiraba besos sonoros a cuanto hombre pasara por la vía.

Me decía que ellas debían tener una necesidad apremiante de dinero para quedarse en la calle con semejante frialdad.

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La bella durmiente

El mismo día que llegamos a Madrid, tras dejar el equipaje en el hostal, Elba y yo caminamos unas cuadras para visitar un lugar muy diferente a la calle mundana: el Museo del Prado.
Por coincidencia, una maestra estaba con sus alumnos frente a la entrada de la pinacoteca. Uno de ellos expresó en voz alta lo que acababa de ver: “las palomas han cagado a Cervantes”.

Durante el recorrido por el museo, yo no salía de mi asombro porque nunca antes había visto tantas obras de arte antiguas y de tamaña envergadura. Lo que más me impresionó fueron las esculturas de mármol, algunas de autores anónimos, sobre todo la de Júpiter, el dios de la luz y el más grande del Olimpo, Venus la diosa del amor y Ariadna dormida.

Me sorprendí al observar el corazón que tenía grabado la sandalia que calzaba Ariadna, también el traje drapeado que dejaba ver fuera de la tela sus senos con los pezones bien definidos.

Al buscar información sobre esta fémina, en la web Wikipedia leí que fue abandonada por Teseo el rey de Atenas en la isla griega de Naxos. Ariadna no tuvo mucho tiempo para lamentar tal dejadez, pues Dionisio el dios del vino quedó prendado de su belleza y la tomó por esposa.

Esta bella durmiente tuvo la dicha de conseguir su príncipe azul, como se estila en los cuentos de hadas.

Difícilmente le tocará igual suerte a las putas que a diario van a cazar a su clientela en la calle Montera, en el centro madrileño.

Texto y fotos: Yraida Núñez

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