Caminando por la calle, Bianca y Tomas van tomados de la mano intentando comprar. “Tom, mi madre dice que ya llevamos mucho tiempo de novios. Que deberíamos casarnos. ¿Tú que crees?” le dice Bianca en el cruce de una calle. Su relación empezó en Octubre de hace dos años, y aun no se han enseriado. Su entrecejo con aire de molestia le dice que no le gusta para nada esa pregunta. “Yo opino que así estamos bien, ¿No? Te amo y tú me amas. Salimos juntos siempre, estamos juntos siempre. Compartimos todo. ¿Qué más hay con un matrimonio?” le dice Tomas. Su comentario le a mostrado parte de lo que hay en su corazón, pues él no cree en el matrimonio. Piensa que solo es un pedazo inútil de papel. Bianca sueña con una boda y un hermoso vestido blanco. “Sí, es cierto. Compartimos todo. Pero es que si nos casamos podremos vivir juntos.” Dice Bianca guardando un nudo en su garganta. “Ah… Quieres que vivamos juntos, si es eso, pues dalo por hecho mi amor. ¿Cuándo nos mudamos?” sonríe Tomas mientras besa su mano. “No. Yo no quiero solo mudarme contigo y ya. Quiero una boda, un vestido y compartir con nuestros parientes ese momento especial.” Bianca está algo incómoda. “Dale tú con el matrimonio. No me casaré ¿oíste? Ni ahora, ni nunca.” Soltando la mano de Bianca Tomas da un giro y se va.
¿Les parece una historia corriente? Quizás, pues lo normal es que cada pareja toma las cosas como mejor les conviene. Pero deberíamos tomar en cuenta los sentimientos del otro. Las alegrías se comparten y las tristezas se dividen. Quizás el destino de vueltas y nos arrepintamos de las decisiones que tomemos.
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