Allí pasaron unos días de pasión y entrega. Su más linda experiencia fue fusionar sus cuerpos dentro del mar con un éxtasis glorioso.
Ambos se fundieron con armonía perfecta, se juraron amor para siempre, disfrutaron no sólo de su satisfacción de unión en pareja sino que se enriquecieron con de energía con la vibra de la madre naturaleza.
Los días pasaron y María que vivía en un pueblo lejano, debió despedirse de José que se quedaba en su costa natal.
Cuando María iba en busca de la lancha que la pasaría al lado de Choroní y de allí montar su transporte, caminó por la orilla del mar, con los pies descalzos, sus huellas quedaban en la arena, y el mar las iba borrando a medida que las olas del mar bañaban la playa.
La despedida fue muy dulce, tierna y llena de besos y abrazos acalorados.
Días después a Chuao llegó una turista, que algo así como el amor a primera vista, cautivara a José, haciendo olvidar de un solo impulso el amor compartido con María.
La chica logró llevarse a José de su tierra natal, se lo llevó a la ciudad capitalina, se casaron y formaron una linda familia.
María lo llamaba por teléfono y no tenía respuesta, se decidió y regresó al lugar donde había compartido los momentos más lindos de su vida, José ya no estaba se había borrado como se borraron las huellas que dejó en la arena el día de su despedida.