Dentro de los muchos personajes fantásticos que inician el Viaje del Héroe, los desarraigados ocupan un papel especial, puesto que no se espera de ellos ninguna virtud o fe en una causa noble.

Los desarraigados, en apariencia, carecen de la probidad necesaria que los acredite como héroes en un sentido estricto. No obstante, algunos logran cambiar sus creencias, para lograr transformarse en individuos excepcionales.

La producción The Mandalorian (Jon Favreau, 2019) nos presenta a Din Djarin, un cazarrecompenzas solitario, perteneciente a un clan de guerreros (los mandalorianos) al borde de la extinción. Su único objetivo es el combate, por influencia de las creencias de su clan y porque toda su vida está marcada por la batalla.

Es un guerrero descollante, pero cansado de la falta de un propósito trascendente, sus acciones no rompen el ciclo de una tediosa rutina de búsqueda y captura de criminales.

Recibe la Llamada del guerrero, la llamada que le invita a participar en una batalla que le conducirá a la gloria y le dará sentido a su existencia. El guerrero proscrito, deja una vida de supervivencia, de preocuparse de sus intereses personales, aventurándose a lo desconocido.

La llamada del guerrero, se materializa en la figura de Grogu, un misterioso infante con quien, a pesar de su resistencia inicial, empatiza y le obliga a confrontar con su consciencia. Al aceptar obrar según su corazón, los hechos se precipitan en su contra, símbolo del cambio que sufre para comprender el nuevo camino emprendido.

Dichos cambios no están exentos de pérdidas, algunas dolorosas, tributo que debe pagar para avanzar libre de arraigos. Din Djarin deja atrás los hábitos de su vida anterior, aceptando obrar a favor de otros, oprimidos o víctimas del mal, coopera con otros desarraigados y se preocupa por su suerte, deja la frialdad se su carácter, volviéndose más comprensivo.

Al llegar al final, es puesta a prueba su evolución, debe decidir entre la rigidez de sus creencias, que le han permitido sobrevivir o confiar en su corazón, decantándose por la segunda opción, consagrándose así, como un guerrero honorable.