En la cuna del viento nace el lamento,
un susurro que muere antes de nacer.
El tiempo, cansado, se detiene lento,
y el mundo se apaga al no saber qué hacer.
Un rostro olvidado, sin nombre ni casa,
con ojos que miran pero no ven más.
La vida se escapa, como arena escasa,
y el eco del hambre no encuentra jamás.
El árbol sin hojas, la flor marchitada,
el río en silencio que no vuelve a hablar.
La risa del niño, en sombra apagada,
se quiebra en la noche, no vuelve a sonar.
¿De qué sirve el cielo si nadie lo alcanza?
¿De qué sirve el sol si no quiere brillar?
La tristeza es reina, su reino no cansa,
y en su frío abrazo no hay más que llorar.