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Capítulo 43 índice

Epílogo


44

Arranque en frío

Principado de Madrid, 13 de Marzo del 2060

"Lo siento, su alteza. Por mucho que pueda ser la urgencia que sintamos con la situación de los refugiados, el mandato del concejo, su justificación de existencia, es la protección del supercúmulo de Virgo contra otra incursión Jötnar. No podemos arriesgar a perder el mandato que se nos dio por la Unión Tierra/Marciana de Conurbaciones Soberanas y Estados Nación involucrándonos en los asuntos de los refugiados del norte de Europa. Me temo que nuestro actual mandato nos prohíbe volver el asunto una moción, mi Príncipe."

Aquella no había sido la primera vez que los oficiales del Principado habían tratado de presionar al concejo en tomar cartas en temas locales, o más precisamente, en usar las fuerzas militares del concejo para obligar a algunas conurbaciones Africanas a recibir a los refugiados que habían acordado recibir hacía cuatro años y así aliviar la tensa situación local de los refugiados. Era la primera vez, aun así, en que el Príncipe había solicitado una audiencia con el concejo para acatar su caso. Robert miraba al Príncipe tratando de medir sus expectativas. El Príncipe sabía lo que implicaban los mandatos del concejo y que su solicitud no sería escuchada, ¿Pero su mirada? Era la mirada de un hombre desesperado

"Por favor, Señor Presidente, mi Principado se ha vuelto una olla de presión. ¡Veinte millones de refugiados! Tres norteños por cada Madrileño y difícilmente cada uno de ellos habla más de dos palabras en español. Mi gente se está sintiendo como extranjeros en su propia conurbación. Sinceramente no sé cuánto tiempo más pueda mantener la paz, pero estoy seguro que no serán muchos meses, a menos que el concejo forcé a los africanos occidentales que tomen a los refugiados que habían prometido en el cincuenta y seis en el acuerdo de Casablanca, ¡Podría estallar una guerra civil en pocas semanas!"

"Si me permite interrumpir" —dijo Bjarne. El anciano era uno de los tres miembros originales restantes de lo que solía ser la Sociedad Ragnarok que se había vuelto el gobierno UTMACSEN— "Los patrones climatológicos se han vuelto menos extremos."

"Por favor, continúe, Profesor Fjelstald"—respondió Robert.

"Este invierno ha sido menos extremo que el del año pasado, que a su vez había sido menos extremo que el del anterior. Las proyecciones indican que los glaciares alcanzarán su punto más al sur dentro de los próximos cinco años. Podría no ser suficiente para poder salvar Munich, no, pero confiamos en que dentro de dos años una buena parte de Francia, al norte como en Clermont Ferrand, pueda ser habitable."

"Con todo el respeto que merece el profesor, Señor Presidente, pero ¿Cómo se supone que Clermont Ferrand va a ayudar? Tenemos menos de un millón de refugiados franceses, El resto de los veinte millones son de Escandinavia, las Islas Británicas, de Benelux, pero mayormente de Alemania. El reinstalarlos, a parte del hecho de que probablemente no ocurra este verano, es mucho más probable que permita que los refugiados franceses vuelvan a que salga si quiera uno de mis alemanes. Pero apartando eso, realmente no hay tiempo, señor Presidente. Un borracho alemán liándose a golpes con el madrileño incorrecto podría encender la chispa que se necesita para hacer volar mi Principado."

"Hablaré por usted, mi Príncipe" —Una suave y amigable voz femenina habló con un tono que, a pesar de humilde, no se comparaba a la majestad de quien la portaba. Se trataba de Imelda, la hermosa viuda del ex líder de la Unión Suratlántica, el Almirante Kotu, o como Robert le conocía, Dakila el hechicero. No sólo era la viuda del casi legendario Almirante Kotu, sino también la madre de la nueva hermandad.

Todos voltearon a ver a Imelda con sorpresa. A pesar de la influencia política de la antigua Unión Suratlántica, que incluía buena parte de la región del subsahara y Suramérica, que había heredado de su antiguo esposo, Imelda nunca había parecido querer usar esas influencias en algo más que arreglos de presentación o para invitar a las personas a las fiestas correctas.

El Príncipe cerró los ojos y suspiró profundamente con alivio.

"No sé cómo expresar mi gratitud, mi señora. Tengo un favor más que pedir a este concejo, Señor Presidente. Se supone que debo atender a una reunión de madrileños enojados, ayudaría a bajar la tensión si un representante del concejo me acompañase e hiciera un anuncio público que sustente la generosa oferta de mediación de mi señora."

Robert miraba al Príncipe con la más seria de las miradas. Aunque simpatizaba con él por dentro, el concejo no tenía mucho margen de maniobra. Hacer un anuncio público en una reunión como aquella era algo imposible y ambos lo sabían.

"Je viens avec lui" —Fue Dominique quien hablo, una de las hermanas, una de las Guías. A pesar de ser una pieza clave en el concejo y las fuerzas militares que comandaban, las hermanas no sabían regirse bien por las reglas dictadas por la UTMACSEN. ¿Qué travesura podían esperar esta vez? El Príncipe se veía algo contento en principio, pero al notar la expresión en el rostro de Robert, la duda comenzó a brotar en él. Robert sabía que debía hacer que pareciese, por forma y apariencia, una decisión democrática del concejo. También sabía que si el concejo votaba en contra, Dominique le acompañaría aun así. Debía pensar rápido. Miró a Dominique por medio segundo sin pensar en ello. Sus ojos eran profundos, no había malicia en ellos ni intención de ir en contra de los mandatos del concejo. Robert se dio cuenta de que quería ir sólo como observador.

"No creo que haya alguna objeción sobre que vayas con el Príncipe, Dominique."

"¿¡Señor Presidente!?" —dijo Bjarne furioso mientras se levantaba y daba una palmada a Robert tras la cabeza— "Ella es un espejo, ¿Recuerda?"

Al romper el contacto visual, Robert volvió a caer en sí. No debió haber permitido que hiciera contacto visual con él. A pesar de los años de entrenamiento y la experiencia con Guías Hylobo, las Guías humanas, estas hermanas, tenían algo más. A pesar de que sus poderes telepáticos no eran tan poderosos como los de los Hylobo, eran mucho más sutiles. Un espejo, ciertamente. Lo que Robert vio en sus ojos, o creyó haber visto, no era más que un espejo. Le había hecho pensar lo que él mismo haría en sus zapatos y entonces le hizo pensar que eso era lo que ella quería hacer.

"Dominique, ¿Te importaría que votáramos al respecto, o aceptarías el ir con el Príncipe como observadora y reportarnos sobre todo?"

Robert se aseguró esta vez de no verla a los ojos.

"Je ne parlerai pas" —contestó Dominique con suavidad. Ella no hablaría. Robert sabía bien a lo que se refería con eso. Con sus poderes persuasivos, ella no necesitaba hablar para calmar a la multitud para evitar que se volvieran violentos. Dominique le estaba dando una salida, una manera de evitar que una situación volátil se volviera algo explosiva sin arriesgar que el mandato del concejo como resultado de que el concejo sobrepasara sus límites.

"Entonces no veo razón para llevar este asunto a votación. Por favor, acompañe al Príncipe a la reunión luego de acabada esta" —Robert entonces volteó hacia el Príncipe—. "Espero verlo de nuevo en la reunión de la próxima semana, su alteza. El próximo asunto en nuestra agenda resulta ser algo confidencial, mi Príncipe. Por lo que me temo que debo pedirle a la delegación del Principado que se retire."

Al levantarse, el Príncipe le concedió una mirada nada amigable a Robert. El Príncipe no tenía idea de la tamaña concesión que había hecho el concejo al permitir que una de las cinco hermanas le acompañase. Podría no disolver la situación, no, pero evitaría que explotase por al menos una o dos semanas más. Y si los esfuerzos de Imelda resultaban fructíferos, esas semanas serían suficientes para negociar una solución permanente.

Bjarne susurró:

"Espero que no nos salga el tiro por la culata" —Luego observó a Robert con angustia—. "Estas hermanas, Robert, estas hermanas" —Robert le miró, le había entendido.

Las hermanas seguro eran útiles a pesar de sus edades avanzadas, ya que eran la primera línea defensiva contra los Jötnar. Tanto Robert como Bjarne habían sido pilotos Aesir, pero las hermanas podían pilotar naves Aesir sin la necesidad de un Guía Hylobo como intermediario ya que podían conectarse con la nave por su cuenta. Y sus habilidades de espejo telepáticas funcionaban de maravilla para evitar cualquier choque cultural con las, usualmente, impulsivas naves.

"Último asunto. Discutir la ligadura de trompas de las nuevas hermanas."

Dominique comenzó a murmurar de una manera que dejaba ver lo descontenta que estaba con el tema. Robert sabía que estaban patinando en hielo quebradizo al traer a discusión aquel tema ahora, pero también sabía que debía ser discutido.

"Dominique, en español, por favor."

"Gracias, Monsieur Presidente" —dijo Dominique con una voz agitada—. "Como todos aquí saben, los predecesores de este concejo nos ultrajaron a mí y a mis hermanas del mismo modo que ustedes harán con estas jóvenes chicas. A pesar de que ahora entiendo el porqué de sus preocupaciones, nos están quitando la oportunidad de ser madres, abuelas, y sin nuestro consentimiento. Si nos hubieran advertido antes sobre los riesgos de tener niños hubiéramos tomados las prevenciones necesarias. No hubiera sido necesario ultrajarnos del mismo modo en que este concejo está considerando hacer con la nueva hermandad. Podríamos hablarlo con las chicas. Sé que son jóvenes aún, pero hemos trabajado y entrenado con ellas; son capaces de decidir por su cuenta."

"Con el debido respeto, Señor Presidente" —interrumpió Ian— "Hemos presenciado repetidas veces cuán incontrolables estas hermanas pueden ser. Son ancianas de noventa años, por todos los cielos. Tan sólo imagine chicos caprichosos con esos poderes, ¡No! No lo imagine, léalo. Lo tenemos documentado en los archivos Loki."

"Connard, quatre-vingt-neuf!" —replicó Dominique.

"Sí, hemos leído los archivos Loki, Ian" —dijo Bjarne—. "Somos todos conscientes de los riesgos de un chico adolescente con esos poderes. Pero para ser honestos, el incidente Loki ocurrió hace más de doce mil años y Loki no era un chico normal de quince años. Sabemos que Loki tenía una personalidad narcisista y maquiavélica debido a un desorden o algún componente psicopático. Loki se conectó con los Aesir a una edad temprana. Incluso si alguna de las chicas quedara embarazada de un niño, tenemos la seguridad de poder evitar otro incidente Loki."

"¡Caballeros, orden, por favor!" —dijo Robert firmemente— "A menos de que Dominique tenga algo más que añadir, me gustaría darle a la madre de las chicas la oportunidad de dirigirse al concejo."

"D’accord" —respondió Dominique.

"¿Imelda?"

"Gracias, Señor Presidente, por darme la oportunidad de hablar ante el concejo por mis hijas. Puedo hablar por ellas cuando digo que ninguna está especialmente emocionada por la idea de la ligadura, excepto por una que está preparada a arriesgarse para evitar una crisis política. Dado a ue ninguna de mis chicas es sexualmente activa aún y dados los avances en medicina autoinmune, tengo una moción que me gustaría traer ante el concejo en nombre de mis hijas y yo misma, Señor Presidente."

Robert miró alrededor. Ian sacudía la cabeza, preocupado. Bjarne, en contraste, estaba asintiendo. Robert observó al anciano. «Tú, estúpido anciano» las hermanas al restaurar su memoria definitivamente habían dejado marca en él. El resto del concejo parecía responder estoicamente ante una moción imprevista.

"Dadas las extraordinarias circunstancias, permitiré que traigas una moción ante el concejo. Normalmente, todas la mociones son enviadas por escrito en una forma una semana antes de ser traídas ante nosotros, así que, por favor, observe que cumpla las mismas normas de forma que aquellas que son escritas" —Robert volteó la cabeza y miró a Bjarne intensamente—. "Aun así, supongo que ya tuviste algo de ayuda con eso" —Bjarne evitaba la mirada de Robert. Ahora estaba seguro. Lo que sea que Imelda estaba a punto de presentarles estaría en palabras de Bjarne, con sus ideas.

"Gracias, Señor Presidente. Me gustaría presentar la siguiente moción ante el concejo: Científicos de Marte Uno han trabajado con doctores de Singapur con tecnología autoinmune. Me han asegurado que una vacuna de cromosoma Y podría ser posible en dos años con la financiación necesaria. Yo misma puedo proveer esta financiación si fuese necesario y si el concejo acepta esperar estos dos años usando métodos anticonceptivos reversibles de larga duración en lugar de la ligadura."

"Si el concejo aprueba la moción, la financiación no será un problema" —dijo entonces Robert con un tono amistoso. Imelda parecía nerviosa. Obviamente, aquello significaba mucho para ella y Robert sabía que significaba mucho para la hermandad también. Si el concejo votaba en contra, las hermanas se volverían algo más que un problema. Pero la moción parecía bien fundamentada— "Sobre la moción número… "—Robert se dio cuenta de que no tenía un número oficial—. "Sobre la moción para permitir a las hermanas usar métodos anticonceptivos reversibles de larga duración hasta que se desarrolle la vacuna de cromosomas Y. Si están a favor, levanten su mano con la seña de costumbre."


Capítulo 42 índice
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Gracias por tan genial novela, la verdad me gusta mucho, aquí te dejo mi apoyo ☮️💖😆

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