En algún momento TODOS deberíamos haber sentido la felicidad, pero conceptualizarla es muy difícil, lo que es claro es que se trata de una “emoción”, la cual se ocasiona cuando se considera haber logrado una meta.
La filosofía, la psicología, la religión han querido definirla, la posible dificultad se encuentra en que está ligada a la subjetividad individual, al nivel de satisfacción y al grado de alegría producida o vivida.
A través de la psicología se ha intentado describir y establece los valores para la felicidad aplicando diferentes tests, de forma resumida se ha convenido en considerar diversos elementos, a saber:
- La felicidad se puede medir como un bienestar subjetivo, internamente apreciado.
- Depende de las actitudes y el comportamiento de los individuos.
- Obedecerá del grado del enfoque de positividad individual.
Se le confunde con el placer. Sin embargo; EL PLACER también es una emoción con la condición que es más fugaz y pasajera y no tiene correspondencia con la felicidad.
La felicidad, es considerada “un estado de ánimo positivo” que le consiente a la persona la obtención de una satisfacción que involucra el ambiente, el entorno y el disfrute.
El hecho de subjetividad ocasiona que la misma vivencia o hechos generará efectos diferentes según la persona, su positividad y su temperamento, puede entenderla como una situación de frustración, insatisfacción, o por el contrario de alegría. Eso implica que cada persona debería tener un concepto de felicidad, relacionado con sus propósitos, metas, ilusiones y observaciones que le generen emociones propias de la felicidad.
Un estado literalmente opuesto a la felicidad, se le considera “la depresión”, según los especialistas lo catalogan dentro del espectro de los trastornos psicológicos, incluso se le conceptualiza como “por una notoria falta de felicidad del individuo”, se debe a que no se detectan “situaciones objetivamente favorables”. La persona que posee percepción de ellos aun con carencia de éxito diversas tareas y lograr beneficios de sus realidades.
Una persona feliz, o que experimente repetidamente la felicidad tiene ventajas de los ambientes que ocupe cotidianamente o no, puesto que logra sacar mayor provecho de las llamadas por los psicólogos “las condiciones objetivas”, esto es debido a que su visión le acompaña una “actitud” que le capacita para desarrollar distintas ocupaciones o tareas con más herramientas. Los individuos frecuentemente felices están más capacitados para emprender y concluir una actividad rodeada de riesgos, dificultades o en su defecto en condiciones no estables y/o conocidas, se encuentran preparados para los cambios y con mayores ventajas para triunfar.
Una persona se considera feliz cuando logra concluir sus deseos, aunque tal goce es temporal. El tema del deseo es sumamente relevante, es el ingrediente primario para llegar a la consecución de la felicidad. Sin deseo, no hay felicidad.
Estudiar el deseo (anhelo, ansiedad, ambición), es otra tarea que remonta muchas causas, se presenta en todo ser humano; es el impulso que genera una ansiedad, tener un deseo y lograrlo no es garantía de encontrar la felicidad, cada persona interpreta lo sentido de forma distinta, aun deseando lo mismo y en caso de repetirse los resultados, no siempre le puede colmar su felicidad. El deseo genera angustia, la felicidad a su vez genera serenidad y satisfacción. Si una persona se encuentra en un estado de felicidad, está en armonía con sus deseos, preferencias, con su vida en general. Incluso con su sistema límbico, sus hormonas le indican que todo está bien. Lo que implica que hay una correlación en lo interno y lo externo del individuo.
Estar feliz, o sentirse feliz, implica sentir una satisfacción con el entorno y consigo mismo. El hombre se coloca en una diatriba de metas y propósitos que cree son exclusivos para conquistarlos. Puede creer encontrar la felicidad a través de los más diversos medios, desde un simple postre, vestido, dinero, poder, riqueza, incluso placeres, (confundidos creyendo que esa será la forma de lograr sus propósitos).
Aristóteles, San Agustín y muchos grandes pensadores, establecieron de la felicidad que es “el supremo bien del Hombre”, y la verdad resplandece cuando podemos ver algunos seres especiales, sencillos, simples, únicos que parecen ser felices por naturaleza.
“El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, ya no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir feliz”. Platón (427 a.C. - 347 a. C.)
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