Los ataques de pánico o crisis de ansiedad (también ataques de ansiedad o crisis de pánico) son períodos en los que se padece, de una manera súbita, temporal y aislada, un intenso miedo o temor o malestar intensos, con una duración variable: de minutos a horas. Generalmente aparecen de manera inesperada, y pueden alcanzar su máxima intensidad en unos 10 minutos. No obstante, pueden continuar durante más tiempo, si se desencadenan debido a una situación de la que la persona no es o no se siente capaz de escapar, lo que puede generar desesperación.
La persona que sufre episodios de pánico se siente súbitamente aterrorizada sin una razón evidente para sí misma o para los demás. Durante el ataque de pánico se producen síntomas físicos muy intensos: taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación pulmonar, temblores o mareos. Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento o lugar sin previo aviso.
Meditar. Analizar el propio estilo de vida y qué acciones podrían realizarse para mejorarlo. Atender a la dieta, al descanso, a la recreación, al ejercicio, incorporar hábitos saludables, son medidas de primer orden.
Vida normal. La persona que padece ataques de pánico, no debe considerarse enferma. Puede desarrollar cualquier actividad igual que las demás personas. Las causas son internas, por tanto, no es el ambiente exterior ni lo que hagan los demás lo que afecta.
Vivir sin anticipaciones. Evitar todo pensamiento sobre la ansiedad es importante. Perjudica pensar que tal o cual cosa provocará un ataque de pánico, porque en realidad, será el miedo lo que lo cause.
Afirmaciones. Preparar afirmaciones para repetir en momentos en los que se percibe que la crisis aparecerá. La idea central será “No voy a morirme, solo es miedo”. Esas frases aplacarán la ansiedad, pues el cerebro se convencerá de su verdad.
Respiración. Concentrar la atención en la respiración es una excelente estrategia para alejar los pensamientos negativos y los miedos. Hacer consciente el mecanismo respiratorio: inspirar, mantener el aire adentro durante tres segundos, expirar lentamente. La atención plena en la respiración relaja nuestro sistema muscular y las articulaciones.
Centrar la mirada y el oído. Mirar un elemento concreto: un botón de la ropa, la matrícula de los coches. Atender a sonidos específicos: bocinas, trinos de aves, voces humanas. Si el pensamiento se focaliza en estímulos externos, se aleja del miedo que provoca el ataque de pánico.
No enojarse ni deprimirse. Hay que evitar culparse por padecer crisis de ansiedad. No ayuda pensar o decir “Otra vez, qué débil soy”, “Esto es horrible”, o expresiones por el estilo. Nada aportan a la solución, sino al contrario, profundizan el problema, es aconsejable intentar reaccionar con humor.
Aceptar ayuda. Hay momentos en los que la ayuda de un profesional es necesaria. El psicólogo guiará a la persona que padece el ataque de pánico para que supere la situación.
El tratamiento profesional de la persona que sufre estas crisis de ansiedad, tiene como objetivo ayudarlo a vivir normalmente. Es posible que se recurra a una combinación de medicinas y de psicoterapia.
Generalmente se usan fármacos que tratan la depresión, sedantes o hipnóticos, pues previenen los síntomas.
Los grupos de apoyo han mostrado ser muy efectivos. Compartir las vivencias con otras personas que pasan por las mismas situaciones ayuda a combatir la sensación de soledad.
Las personas que sufren ataques de pánico son especialmente propensas a consumir alcohol u otras drogas. Requieren la mirada atenta de familiares y amigos para evitar que caigan en esos problemas.
Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Ataque_de_p%C3%A1nico
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